Después del ataque iraní contra Israel, como respuesta al bombardeo que mató a Hasan Nasralá, secretario general de Hizbulá, y también al general de brigada Abbas Nilforoushan, subcomandante de operaciones de la fuerza militar de la Guardia Revolucionaria, la respuesta de Teherán fue que no pensaban ir a más. Incluso afirmaron que no responderían a provocaciones y que todo se basaba en una respuesta contemplada como legítima de acuerdo con los tratados internacionales. Y a medida que han transcurrido las horas se ha pasado a dar todo el apoyo al Líbano, y a decir que era necesario coordinar una respuesta entre los países islámicos. Para entender estos mensajes hay que desenredar el nudo gordiano que es la política de la república islámica.

El primer hilo del cual tirar es la estructura de poder que rige el país. Hay dos estructuras casi paralelas que convergen en una figura, el líder supremo Alí Jamenei. De la estructura civil forman parte el presidente de la República, electo entre los que los que el Consejo Guardián de la Constitución elige como candidatos; el consejo de ministros, que dirige la política del país, entre los cuales está el Ministerio de Defensa, que coordina las Fuerzas Armadas. La otra estructura se ancla en la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), que forma parte de las FFAA, pero tiene sus propios medios, sus propias fuerzas terrestres, fuerzas aeroespaciales, Armada, Estado Mayor propio, comandante en jefe propio, fuerzas especialistas propias. Su función es proteger el sistema político de la República Islámica de Irán.

Las Fuerzas Armadas se encargan pues, de preservar las fronteras, la integridad territorial y la Defensa nacional. Y los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica se encargan de custodiar la Revolución Islámica. Es uno de esos casos donde la mano derecha no sabe lo que hace la mano izquierda, y muchas veces los CGRI han actuado bajo ordenes directas del líder supremo, sin pasar la revisión o supervisión del gobierno.

El segundo hilo es la situación social del país. Más allá de la creciente oposición a la estructura de poder actual, las protestas sobre derechos civiles y recortes de libertades públicas, como también las denuncias del incremento de peso público que tienen las CGRI, el factor económico es clave para entender la situación de desafección social.

Irán arrastra una enorme inflación desde hace años, el rial iraní (su moneda) está completamente despreciada y las sanciones internacionales están haciendo el resto. Además, todo se está sosteniendo en la exportación del petróleo, cuyo mercado se centra casi en China, y la economía sumergida y la corrupción clientelar es lo que sostienen un poco el entramado político regional.

La pandemia también arrastró por los suelos la economía iraní, resentida, a pesar de que ha conseguido esquivar algunas sanciones internacionales. Todos estos factores hacen que la situación socioeconómica sea muy tensa. El hecho de que haya grupos privilegiados como los clérigos, los miembros de las CGRI, funcionarios cercanos al gobierno o personas relacionadas con las estructuras de poder, genera también una situación de desafecto general.

El tercer hilo son las relaciones regionales. Irán tiene actualmente buenas relaciones con Qatar, Irak y Siria, pero también ha normalizado las relaciones diplomáticas, gracias a China, con Arabia Saudí, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Egipto.

Desde el año pasado ha habido un creciente peso iraní a nivel diplomático, que se tiene que tratar también con cuidado. La cordialidad podemos decir que es una cosa, la buena vecindad otra distinta. No es casual que después de atacar a Israel haya habido una cumbre entre Qatar e Irán. Con Qatar Irán comparte campos petrolíferos marítimos, y también sirve como enlace con Estados Unidos y la Unión Europea.

Otro aspecto importante de las relaciones regionales iraníes es el despliegue de efectivos de las CGRI en Siria, Líbano e Irak para proteger los intereses políticos de la república islámica en los diferentes países. Recordemos que tanto Hizbulá, como Kata'ib Hizbulá, como el presidente sirio Bashar Al Assad, entre otros aliados armados, son todos chiíes. Una de las cartas que Irán juega es la de movilizar las minorías chiíes e influir en ellas.

Así evocamos la historia del nudo gordiano. El rey Gordias, después de ser elegido monarca de Frigia, ató una lanza y un yugo con un nudo que nadie consiguió desatar, llegando a ser una leyenda que quien desatara el nudo sería el monarca de todo el Oriente conocido. Y llegó Alejandro Magno siglos después y lo partió con un golpe de su espada en el 333 a.C. En este caso, cualquier ataque israelí sobre Irán no deshará el nudo gordiano que se armó en 1979 con el triunfo de la Revolución Islámica, y que cada vez más aprieta más a la ciudadanía iraní. Ni tampoco se puede exigir a la oposición iraní que haga más de lo que está haciendo, pues con su lucha interna de reivindicar derechos y libertades, siempre de forma pacífica, ha afrontado castigos inimaginables. 

Irán tendrá que esperar su Alejandro Magno, que no será una persona concreta, ni una organización, sino una consecución de hechos

Tampoco está la región para afrontar el desmantelamiento de un Estado, sea cual fuera, y con una transición que sabemos cómo puede empezar, pero no cómo puede acabar, y más con las pulsiones existentes de diferentes grupos étnicos que también reivindican cada vez más sus derechos dentro del país. Por todo ello Irán tendrá que esperar a su Alejandro Magno, que no será una persona concreta, ni tampoco una organización. Será una consecución de hechos que provocaran que todo se deshaga y el sistema islámico cambie. La supervisión de los clérigos cada vez genera más reticencias, y tampoco hay una renovación a la vista que dote de nuevos clérigos que sean populares o muevan masas. 

Recordemos que Irán tiene un sistema propio ideado por el Imam Jomeini en su día, el Velayat-e Faqih. En este sistema los expertos jurisconsultos son los que deben regir la vida de la sociedad, porque son los que más saben sobre leyes y moralidad.

Como han dicho diferentes marjas de Nayaf, entre los que están Al Sistani y Al Joei, el sistema tiene fallas y no es papel de los clérigos hacer estas tareas. Y más allá fue el marja persa Ajund Jurasani, quien afirmó hará más de cien años que una vez los clérigos llegan al poder, ignoran sus faltas y justifican e ignoran la corrupción. Uno de los grandes males que arrastra actualmente Irán, justamente. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas en El Independient