En la última semana el asesinato del carismático líder de Hizbulá Hasán Nasralá en un bombardeo israelí en Beirut y la represalia posterior de Irán, en forma de 181 misiles sobre Israel, ha colocado al polvorín de Oriente Próximo al borde de una guerra abierta y total entre Israel e Irán. Tradicionalmente ambas potenciales se habían relacionado en zonas grises, con las pantallas de otros jugadores.
Ahora, en cambio, el tsunami político amenaza con cambiar rápidamente los equilibrios de poder y la red de aliados que durante décadas han reinado en una región turbulenta, donde los espasmos del el eterno conflicto palestino-israelí actúan como un foco de inestabilidad permanente. Con resonancias globales, desde el mercado del petróleo hasta el comercio mundial que transita por el Mar Rojo, la sucesión veloz de acontecimientos y fuego cruzado se acerca cada vez más a un punto de no retorno, advierten los expertos.
Durante décadas Irán ha construido una red de aliados en Oriente Próximo para contrarrestar la influencia de Estados Unidos y hacer frente a Israel. El llamado “Eje de la Resistencia” incluye a actores no estatales que han sido financiados, entrenados y armados por la Guardia Revolucionaria Iraní hasta convertirse en piezas clave en la región.
Entre esos apoderados, figuran el movimiento islamista palestino Hamás en la Franja de Gaza; el grupo rebelde chií de los hutíes en Yemen; el movimiento chií libanés Hizbulá; y la apodada Resistencia Islámica de Irak, un conglomerado de milicias chiíes que crecieron tras la invasión estadounidense del país y la caída de Sadam Husein y fueron clave en la batalla contra el autodenominado Estado Islámico. También pertenece al Eje el régimen baazista de Bashar Asad en Siria, que logró capear el levantamiento popular de 2011 y la posterior guerra civil con ayuda de Irán y Rusia.
Israel inició el 7 de octubre de 2023 los bombardeos sobre la Franja de Gaza en represalia a los ataques de Hamás. Semanas después, emprendió la incursión terrestre en el territorio palestino, que aún prosigue. Fuentes militares israelíes consultadas por El Independiente consideran que necesitarán otro año para “limpiar Gaza de elementos de Hamás”. Durante estos últimos doce meses, sin embargo, Tel Aviv ha abierto y expandido hasta siete frentes con el argumento de confrontar con Irán y sus apoderados regionales.
“Irán está luchando contra nosotros en una guerra de siete frentes”, declaró en junio el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. En esa guerra están implicados Hamás y otros grupos militantes en Gaza; Hizbulá en el Líbano; los hutíes en Yemen; varias milicias respaldadas por Irán en Irak y Siria; el propio Irán. El séptimo escenario de esa guerra de Israel en la región es Cisjordania ocupada, donde la presencia militar israelí es amplia y donde llevan a cabo redadas y acciones castrenses a diario.
La apodada Línea Azul es una línea de demarcación temporal que divide Líbano de Israel y los Altos del Golán. Fue publicada por las Naciones Unidas el 7 de junio de 2000. Se extiende a lo largo de 120 kilómetros por la frontera sur de Líbano. No es una frontera al uso sino una "línea de retirada". Su propósito era confirmar la retirada de las fuerzas israelíes del sur del Líbano. No prejuzga futuros acuerdos fronterizos entre estos dos Estados miembros de la ONU.
Los "cascos azules" de la ONU -la UNIFIL, la misión de las Naciones Unidas en el Líbano, con un destacado contingente español- son sus guardianes. La misión tiene como cometido mantener la calma y la estabilidad a lo largo de la frontera evitar provocaciones que puedan desembocar en una crisis y, potencialmente, en un conflicto. La Línea Azul debe ser respetada en su totalidad por las partes. Todo cruce de la Línea Azul por cualquiera de las partes constituye una violación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Israel denuncia de manera reiterada que el objetivo de su campaña de bombardeos primero y la incursión terrestre después es obligar a los combatientes de Hizbulá a replegarse hacia el norte del río Litani. En la zona colchón sin presencia de los milicianos, unos 10 kilómetros desde la frontera israelí, operarían los "casos azules" y miembros de las Fuerzas Armadas libanesas.
Estados Unidos tiene una presencia notable en Oriente Próximo, con fuerzas desplegadas en más de una docena de países y con buques operativos en los principales puntos calientes de la región. En octubre de 2024, según estimaciones oficiales, hay unos cuarenta mil miembros del servicio apostados en la región. En total, Estados Unidos tiene instalaciones militares en al menos diecinueve emplazamientos -ocho de ellos de modo permanente- en países como Arabia Saudí, Bahréin, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Israel, Jordania, Kuwait, Qatar y Siria. El ejército estadounidense también opera desde grandes bases en Yibuti y Turquía, que reportan al mando regional. Qatar alberga el cuartel general regional del Mando Central de Estados Unidos. Bahréin es el país con más personal estadounidense destinado permanentemente y alberga la Quinta Flota de la Marina estadounidense.
La presencia se ha reforzado a lo largo de este año y a la luz de la creciente tensión entre Irán y sus apoderados e Israel. Los buques estadounidenses y de la coalición han realizado labores de protección de la navegación mercante en el Mar Rojo y el Golfo de Adén, defendiéndose de los ataques casi diarios de aviones no tripulados y misiles de los hutíes. La labor del ejército estadounidense se ha manifestado en múltiples ocasiones como el pasado abril cuando aviones de guerra y buques estadounidenses interceptaron decenas de drones y misiles disparados contra Israel en un ataque directo sin precedentes por parte de Irán. A principios de octubre Washington anunció el envío de tres escuadrones de aviones adicionales a la región. En el último ataque de Irán tras el inicio de la invasión terrestre israelí en el Líbano las fuerzas navales estadounidenses dispararon una decena de interceptores contra los misiles iraníes.
Tras varias guerras árabe-israelíes, Egipto fue el primer Estado árabe en reconocer diplomáticamente a Israel en 1979 con la firma del Tratado de Paz Israel-Egipto. Le siguió Jordania con el Tratado de Paz Israel-Jordania en 1994. Durante años, ambos países fronterizos con Israel fueron los únicos del mundo árabe que tenían relaciones públicas con el Estado judío.
En 2020, otros cuatro Estados árabes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán) normalizaron sus relaciones en los conocidos como “Acuerdos de Abraham”, con mediación del entonces presidente estadounidense Donald Trump. Desde entonces la estrategia de Israel lo había apostado todo a continuar seduciendo a otros países árabes con el objetivo -señalan algunos expertos- de marginar y sepultar el conflicto con los palestinos.
El siguiente país en la lista de candidatos a normalizar lazos con Israel era Arabia Saudí, con el simbolismo añadido de ser la cuna del islam. Las negociaciones muy avanzadas se truncaron por los ataques de Hamás del 7 de octubre y la consiguiente operación militar en la Franja de Gaza.
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