A Marlaska lo han abucheado en Mérida, en el teatro romano, lo que le daba cierto aire de emperador aciago y corrupto, indigno de las piedras y del pueblo que lo contemplaban. Era como si, por encima de la corte, los carguitos y la banda de música, sonara ese coro de dioses o mendigos del teatro clásico que apostilla las tragedias y las vergüenzas. Marlaska es ya el ministro de Interior que más nos ha durado, quizá precisamente porque puede irse tan tranquilo a ver un concierto de gaitas de la Guardia Civil justo después de pactar la libertad y la seguridad ciudadanas con Bildu. Se suele decir que Marlaska está muy quemado, que enseguida recordamos el cese ilegal del coronel López de los Cobos (al que le ordenaron nada menos que delinquir), la valla de Melilla o el bochorno de Pegasus, y nos parece increíble que siga ahí todavía, escuchando desde lejos igual las pitadas que los pasodobles, como un banderillero resabiado. Pero a lo mejor estar quemado es su misión. Yo creo que a Marlaska lo tienen como a esos maniquís para pruebas de colisiones, soportando marrones, chaparrones, revolcones y pañoladas como ensayo o como consuelo para Sánchez.

Si Marlaska aguanta, Sánchez también debería aguantar. Yo creo que esto es lo que dicen por el sotanillo de la Moncloa cuando ven que Marlaska ha salido cojo pero digno, como el banderillero culón, por ahí por el Congreso, en el Telediario o frente a una banda de cornetas, que le viene al pelo porque el ministro es casi un crucificado. La capacidad de aguante y de cinismo de Marlaska es casi comparable a la de Sánchez, y yo creo que Sánchez lo necesita para medirse con él cada día, por eso lo mantiene en el ministerio, donde se va a ir haciendo viejo e indispensable como un mayordomo. Aunque a Marlaska, más que como mayordomo, yo lo veo como el cupido que sostiene velazqueñamente el espejito a Sánchez, dios o icono tendido en cueros en su colchón (Sánchez es un poco Venus as a boy, que cantaba Björk; me parece más exacto y más clásico que lo de Mr. Handsome, que además de un invento pagado por la Moncloa sigue sonando a Mr. Potato cachas).

Marlaska, en el día de la patrona, como un jotero o un vendimiador de gala, iba a un concierto de la Unidad de Música de la Guardia Civil, algo que no deja de tener sentido porque ahora podrán invertir en clarinetes todo lo que se van a ahorrar en pelotas de goma y no sé si en más material (Bildu, ERC y Puigdemont pronto conseguirán de Sánchez que la policía sólo pueda ir con dodotis y sonajero). Yo creo que Marlaska se veía un poco patrocinador o mecenas de esos nuevos cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que si la cosa sigue así la Guardia Civil se podrá convertir pronto en Filarmónica. Pero el personal no entiende nada de esto, ni que Bildu venga a diseñar nuestra seguridad ni que el guardia civil de toda la vida se tenga que poner ahora a estudiar arpa, que es lo único que va a poder disparar, las becquerianas notas agolondrinadas del arpa. De ahí el abucheo, un abucheo a un mal ministro y hasta a un mal solista.

Si Bildu manda en nuestra seguridad, Marruecos manda en lo que quiera mandar, que por algo puede, y Puigdemont manda en lo demás, casi lo mejor es ponerle a la cosa fiesta, banda, piñata, chulería y hasta payasete.

Marlaska debería cubrir toda la Guardia Civil bajo una campana o bajo una losa para que no se oyesen las protestas ni lo que les pide él a sus miembros, o sea que se enfrenten a los delincuentes como vigilantes de la playa, con un flotador y a cámara lenta, ni lo que les pide a sus mandos, o sea que le pasen investigaciones o que minimicen “el clima en contra de la gestión del Gobierno”, como llegó a confesar aquel ingenuo general aterciopelado y pinchudo como un acerico. Pero yo creo que la misión de Marlaska no es tapar estas vergüenzas, sino llevarlas con orgullo, con capote, con pífanos y con templete, como en Mérida. Son alardes, puros alardes, como lo de deportar a los pobres saharauis que pedían asilo atándolos con bridas o con ovejas, o lo de ponerles esos traductores mandados de Mohamed VI. Hasta el propio Defensor del Pueblo, aquel Ángel Gabilondo de ojos sin vida que fue una vez candidato socialista en Madrid, ha protestado por esta política de deportaciones y puteos masivos a los saharauis.

Si Bildu manda en nuestra seguridad, Marruecos manda en lo que quiera mandar, que por algo puede, y Puigdemont manda en lo demás, casi lo mejor es ponerle a la cosa fiesta, banda, piñata, chulería y hasta payasete. Así, a la vez, se va debilitando el Estado y se va endureciendo el españolito. Estoy pensando que, en Mérida, Marlaska podría haber ordenado montar un concierto de recochineo con pelotitas de goma, que me imagino sonando como aquellas Palomitas de maíz. O haber hecho desfilar a los saharauis maniatados en camello, acompañados de cornetas y timbales. Yo creo que Marlaska, que es como el espejito quemado de Sánchez, su retrato de Dorian Gray, está ahí porque es el único que le puede quitar foco, escándalo y hasta coro de albañiles o marineros al presidente. Con estas y otras cosas, Sánchez va evaluando el aguante del españolito. Y, de momento, la conclusión es que lo aguantamos todo.