Quien eche la vista atrás y apunte hacia diciembre de 2022 podrá apreciar que el Grupo Prisa se hizo eco de un artículo, publicado por el “prestigioso periódico inglés” The Economist, en el que se elogiaba la economía española por su resistencia frente a la inflación, que era la cuarta mejor de la OCDE. Hace unos meses, eldiario.es volvía a citar a “la biblia liberal” para hacerse eco de una frase que incluía en un texto reciente, que afirmaba: “(Pedro Sánchez) no es el estafador amoral y ávido de poder que describen sus oponentes”.

La revista británica acertó entonces, al contrario que sucedió hace unos días, cuando difundió una pieza periodística en la que señaló algunas sombras del Ejecutivo de Sánchez que son consideradas como un anatema por estos lares. Sobre todo, en los estanques donde abrevan los periodistas, apadrinados, asesores, activistas y aduladores de Moncloa, que son legión.

El artículo de marras exponía de forma diligente los logros económicos del Gobierno, pero también situaba el foco sobre las concesiones a los independentistas -con la adopción de su narrativa, entre otras cosas-; y sobre los nombramientos del Tribunal Constitucional o del Banco de España, amén de sobre la utilización torticera de la Abogacía del Estado por parte de Sánchez para querellarse contra el juez Peinado, lo que transmite la idea de que la causa de Begoña Gómez es política, y no particular, en una de las mayores tomaduras de pelo a los ciudadanos que se recuerdan.

Dado que el texto era crítico, pasó a ser considerado como inapropiado o a ser tildado directamente como impreciso. Por extensión, también se cuestionó la publicación que lo difundió, servidora siempre del capitalismo más recalcitrante.

Una respuesta curiosa... cuanto menos

Esto último no sorprende a nadie o al menos no debería. Así se ha gestado la campaña gubernamental contra los 'pseudo-medios', los 'pseudo-jueces' y los 'pseudo-españoles', que bebe del más puro estilo mourinhista, dado que implica otorgar la legitimidad a quienes apoyan la causa y calificar como traidores a quienes la cuestionan. El maniqueísmo sanchista funciona de esa forma y discrimina sin mucha delicadeza. ¿Cómo puede considerarse un buen análisis aquel que no me conviene? ¿Y qué hay de los críticos? ¿Se les puede definir como buenos profesionales si no me dan la razón? Tal es así que al juez de parte -magistrado emérito si puede ser- se le sitúa como héroe; y al periodista incisivo, como bulero. He aquí la España de nuestros días.

Por esta razón, el artículo de The Economist fue respondido el pasado domingo por un medio digital llamado Agenda Pública que ha surgido al calor de los debates de un grupo de intelectuales -algunos, procedentes del PSOE- que se gestó en 2012 y que pretende aportar perspectivas sobre las metas hacia las que se debería dirigir España. Hace unos meses, entró en su accionariado el grupo Bekane Media, cuyo presidente era Nacho Corredor.

Entre sus articulistas se encuentran, además del exministro socialista Jordi Sevilla, intelectuales como Jesús M. de Miguel, a quien la propaganda gubernamental se ha esmerado en subrayar como antiguo ocupante de la Cátedra de Estudios Españoles Príncipe de Asturias en la Georgetown University. Una plaza, por cierto, que se creó en 1999 para difundir la cultura española “en virtud de un convenio suscrito entre Endesa, el Ministerio de Cultura, la Embajada de España en los Estados Unidos y la Universidad de Georgetown”, según destacó Casa Real. En su última convocatoria, se explica que esta cátedra está financiada con 130.000 euros anuales de fondos públicos y 71.000 dólares de la Fundación Endesa.

Hechas estas precisiones, que cada cual opine lo que quiera… pero el contexto es importante. A partir de aquí, conviene señalar una evidencia, y es que hay instrumentos que siempre parecen desafinados o inoportunos. Los que se tocan en respuesta rápida a otro sonido suelen provocar una sensación similar a la de un bocinazo. Así ocurre al leer el artículo de De Miguel, que por rapidez y oportunidad, pareciera una respuesta acelerada. Lo mismo podría decir al respecto de este texto, pero creí necesaria su publicación porque culpar a The Economist de asumir los argumentos propios de la “derecha y la ultraderecha” por el hecho de subrayar los puntos más cuestionables del Gobierno resulta cuanto menos osado; incluso risible.

El semanario ya definió a Sánchez como ‘drama king’ cuando remitió su famosa “carta a la ciudadanía” el pasado abril. Ahora abunda en algo que parece muy evidente, y es que ha utilizado el proceso judicial que afecta a su mujer -la cual, de momento, no es culpable de nada, cabe recordar- para emprender un ataque contra los contrapesos que todo Ejecutivo ha de tener en una democracia plena; o sea, los jueces y la prensa. Todo ello de forma bastante pueril, dado que mientras denuncia las maniobras de la derecha en la judicatura utiliza a la Abogacía del Estado para atacar a Juan Carlos Peinado; y mientras apunta a la financiación de la “prensa del PP”, anuncia (o vuelve a anunciar, mejor dicho) 100 millones de euros en ayudas para “la digitalización” de los medios; con cargo a los fondos NextGen.

Tampoco parece muy “ultra” el cuestionar la designación de José Luis Escrivá, a dedo, como gobernador del Banco de España; o la figura de Cándido Conde-Pumpido en el Tribunal Constitucional. Por otra parte, el artículo de la cabecera británica es crítico con las concesiones a los separatistas. De Miguel lo apuntilla: “Los nacionalismos catalán y vasco están más tranquilos”. Lo que cabría preguntarse es si eso es cierto; y, si se asume que lo es, el porqué. 

He aquí la cuestión: ¿Está más tranquila ERC tras la promesa sobre la financiación singular para Cataluña? Es posible. ¿Pero acaso no es lícito preguntarse por la oportunidad de abordar este tema, crucial, debido a una necesidad política, y no a una convicción previa? Porque si el modelo actual es (o fuera) injusto, lo lógico hubiera sido plantearlo junto al resto de las comunidades autónomas por una cuestión política, y no por una obligación numérica en el Parlament.

Reitero: hay puntos de vista distintos sobre cada problema que le aflige a España. Sin embargo, plantear una posición diferente a la del Gobierno no equivale a comprar la mercancía a la oposición, que, por cierto, aciertan los dos artículos en criticar. Porque nunca fue más perezosa, despistada y dada a los lugares comunes facilones.