Kapuściński le rompió la cabeza cuando era adolescente, le cautivó su literatura de viajes y su manera de contar las cosas le inspiró para viajar. A medida que conocía los lugares donde había había vivido, los rincones inmortalizados con su valiente, robusta y, al mismo tiempo, delicada pluma, Raúl de la Fuente entendía más su lenguaje y lo veía todo como una película.
Raúl creció con los libros de Kapuściński entre las manos, de manera que a nadie le sorprendió que, tras una fructífera carrera como cortometrajista, escogiera Un día más con vida como puerta de entrada en el universo del largometraje. “Sus textos son auténticas secuencias en movimiento”, confiesa el director navarro.
“Luanda era una ciudad de cajas abandonadas. Miles y miles de cajas abandonadas. Los portugueses, que temían un gran ataque en la capital, las habían usado para transportar sus últimas pertenencias antes de dejar para siempre el país africano, un vergel trufado de petróleo y diamantes a punto de independizarse. Montañas de cajas se amontonaban junto al mar como símbolo de un país que se derrumbaba. Cuando observó aquella huida masiva, Kapuściński no dudó: debía quedarse hasta el final para contarlo”.
Así arranca Un día más con vida, un emotivo y magnético tributo al mejor reportero de todos los tiempos. “Queríamos seguir las huellas de Kapuściński 40 años después, mostrar la visión humana del periodista que eligió estar del lado del pueblo angoleño”, explica De la fuente.
El ganador del Goya al mejor Cortometraje por Minerita confiesa que lleva una década trabajando en este proyecto. Sólo en reunir el dinero para hacerla empleó cuatro años. “El germen de la historia surgió un verano en una playa de Menorca. Amaia (se refiere a Amaia Remirez, productora de la película) y yo estábamos leyendo sus libros, porque a los dos nos vuelve locos, y nos planteamos por qué no adaptar uno. Un día más con vida era nuestro favorito, sabíamos que también era el suyo. Además, el libro tiene una estructura en tres actos muy cercana al guión audiovisual. Es una historia muy romántica, que habla de la capacidad de soñar cuando un continente logra poner fin al colonialismo”.
Cuando llegamos a Cannes, pensábamos que estábamos en los sanfermines del glamour”
La película debutó y cautivó a la crítica en el pasado Festival de Cannes. “Sabía que llevar la película al festival era algo grande, pero no me imaginaba cuanto. Amaia y yo llegamos a Cannes, pensábamos que estábamos en los sanfermines del glamour”. Después, vino su participación en el Festival de San Sebastián y, ahora, la verdadera prueba de fuego, el encuentro con el público el próximo 26 de octubre. “Ese es el que de verdad me interesa”, matiza.
Kapuściński tenía siete años cuando descubrió la guerra. Por lo menos eso es lo que confesó en su primer libro de reportajes La jungla polaca. En 1939 el pequeño Rysiek caminaba por un prado cerca de su casa cuando una inmensa bandada de pájaros de hierro invadió el cielo, aquel día un ruido atronador se aferró a su alma para no abandonarla jamás. Nunca había escuchado una bomba, ni sabía de su existencia. En un instante fue testigo de la devastación. Vio como la tierra engullía el bosque en décimas de segundo, pero una magia siniestra le atraía hacia lo incierto. Nunca había visto algo semejante. La inocencia le hizo admirar aquella lúgubre y aterradora situación. Iba directo hacia ella cuando, de pronto, alguien lo cogió del hombro y lo tumbó en el suelo. Era su madre. “No te muevas, ahí está la muerte”.
La guerra le marcó para siempre, quizá por eso la persiguió durante toda su vida. Su legado fue dar voz a los olvidados y eso mismo es lo que Raúl busca en Un día más con vida.
Su legado fue dar voz a los olvidados y eso mismo es lo que Raúl busca en Un día más con vida
El director navarro comparte la dirección con Damian Nenow, ambos han trabajado con el estudio polaco Platige Image para componer una historia que rezuma el sabor romántico del cómic. Gracias a la animación es posible, según De la Fuente, “penetrar en la imaginación, los sueños y los miedos de Kapuściński ”.
“En Epílogo Kapuściński se pregunta ‘¿qué habría sido de Artur, de Farrusco, de Luis Alberto, de Carlota de mi querida Angola?’. Yo me propuse contestar a esta pregunta y revivir aquellos hechos desde su mirada. Ha sido un trabajo apasionante y apasionado”, explica De la Fuente.
He intentado mostrar lo que había en su cabeza, sus paranoias, sus traumas, ese subconsciente que rezuma en todas sus obras”
Así, el director navarro siguió aquellas huellas de forma literal: viajó dos veces a Angola para repetir el recorrido de Kapuściński. Pero no lo hizo solo: le acompañaron los personajes vivos que aparecen en el libro y que se convierten en el cimiento esencial de la película.
El espectador se enfrenta a una película en la que la animación se entrelaza con las fotografías tomadas por el propio Kapuściński, con las imágenes recuperadas de la época y con las entrevistas a personajes reales que le acompañaron en sus andanzas por Angola, una mezcla que aporta a la cinta el realismo del cine documental. “El trabajar con animación nos dio libertad creativa. Podíamos recrear escena insólitas, reproducir tiros de cámara impensables, además de crear un escenario mágico. He intentado traducir el universo de Kapuściński, mostrar todo lo que había en su cabeza, sus paranoias, sus traumas, ese subconsciente que rezuma en todas sus obras”.
Los periodistas Artur Queiroz y Luis Alberto o el comandante Farrusco hilvanan una historia de guerra y pasión, con una alta carga poética. El 3D recupera la figura de Carlota, una guerrillera angoleña que luchó al lado del reportero y que falleció poco después. “Fue Carlota la que le instigó a escribir la historia. ‘Haz que no se olviden de nosotros’. La historia surge del deseo que tenemos los humanos de no ser olvidados, de dejar huella. De ahí la fijación por las fotos de los moribundos, ‘haz que no se olviden de nuestra cara’”, desvela el director.
Al elegir a Kapuściński el punto de vista es el que es”, una historia narrada desde el lado de la izquierda
Un día más con vida está plagada de metáforas que transmiten todo sin decir nada. Kapuściński era un hombre que se fijaba en los detalles, pretendía cambiar el mundo, buscaba el entendimiento, dar voz a quien no la tiene, "porque la voz del pobre suele estar tejida de silencios y llantos". Sostiene De la Fuente que “el libro es una mina de oro para contar una historia trepidante que, hoy por hoy, tiene vigencia puesto que ambas potencias mundiales continúan tensando el mundo y montan guerras para controlarlo”.
El director se defiende de las posibles acusaciones de panfletario o partidista, explicando que “al elegir a Kapuściński el punto de vista es el que es”, una historia narrada desde el lado de la izquierda. “Lo único que hemos hecho es poner una lupa tres meses antes de la independencia de Angola. Una guerra que duró 27 años más. Kapuściński arranca como periodista, rompe el código deontológico, cambia el rumbo de los hechos y resiste en la confuçao. Sobrevivió a la batalla pero no a la guerra. Lo único que quiero conseguir es que la gente joven se lo pase bien y sobre todo que conozca a Kapuściński”, concluye.
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