“El 1” suena al perfume que se merecía sacar Pedro Sánchez un día, como si fuera Antonio Banderas, amante duelista entre Zorro y zorrón. Pero “El 1” no huele precisamente bien, aunque puede dar para una gran campaña. A Sánchez le faltaba sólo el perfume para salir pronto en Navidad como uno de esos regalos que vienen de una Francia de la Gran Vía, con lujo pobre de aeropuerto y sensualidad entre lo grecolatino y el musical de gondoleros. Sí, lo demás lo tenía. Tenía el colchón de la Moncloa, que era como su caballo blanco de Old Spice, y tenía a Begoña Gómez achampanada a su lado, hablando los idiomas con ese acento doble o tripe de este tipo de anuncios, un español pasado por el francés, un francés pasado por Hollywood o un inglés pasado por CCC (Begoña Gómez era algo así como Charlize Theron entrando o saliendo de una piscina de oro por Torrelodones o por ahí). Pero “El 1” no huele bien, y así es imposible seguir seduciendo o desbragando. “El 1”, así llamaba la trama a Sánchez, de cuyas decisiones, en última instancia, dependían sus negocietes. Y los negocietes iban bien.

“El 1”, un mote que viene ya como con flor en el ojal y hasta con señorita que te sopla los dados, aparece en las conversaciones porque la trama necesitaba a Sánchez, no porque entre ellos hablaran del más guapo del lugar. Lo que aún no sabemos es si lo necesitaban como jefe o como pichón, aunque imaginarse a Sánchez de pichón aún es más difícil que imaginarse a Begoña de pichona, pillando cátedras, fondos y software como una pastorcilla que coge flores. Eso de que una trama de corrupción te necesite siempre es problemático, porque te intentará engañar, corromper o amedrentar, normalmente en ese orden, y no sabemos en qué punto de esta secuencia lógica se ha quedado el más listo de los listos, el más demócrata de los demócratas y el más valiente de los valientes, capaz de enfrentarse a toda la fachosfera solo y en albornocito.

Como con lo de Begoña y su pichonez, la única excusa de Sánchez ahora sería ser demasiado bobo para ser un corrupto, o para darse cuenta de la corrupción que iba floreciendo ahí bajo sus pies hermosos, anacreónticos y barnizados de pastorcilla de aparador. Ábalos no era el tito Berni, aunque los dos parezcan compartir gabardina y orzuelo con el señor Barragán. Ábalos era “El 2” de Sánchez, le ayudó con las primarias y con la moción de censura (ah, aquella defensa de la limpieza y la honradez que le brillaba a Ábalos en la barriga como la coraza de un centurión…), fue nombrado nada menos que secretario de Organización de ese nuevo PSOE que había que organizar hacia la estricta obediencia sanchista, y también se quedó con el ministerio de más presupuesto, que es como la sala de calderas del país. Pero, de repente, Ábalos, “El 2”, cayó en desgracia y se quedó en diputado raso y como en señor triste de menú del día. Nadie se lo explicaba, hasta que salió lo de Koldo. Parecía un ortodoxo movimiento de control de daños y ahora lo parece más.

Lo de “El 1” no huele nada bien, que ser tonto, sordo y ciego es muy difícil en según qué niveles de poder, sobre todo si el mundo entero, y tú mismo, te tiene por un killer de la política. Y todavía más si la cúspide política de la trama, Ábalos, estaba a tu lado en el colchón, achampanado y entaconado casi igual que la señora. La trama, que siempre son “cuatro golfos” según la famosa sentencia de Chaves, ha ido floreciendo en diferentes mercancías, negocios, administraciones y continentes, más allá del poder de los meros golfillos y de un ministro corrupto o corrompible, hasta el punto de necesitar el visto bueno de Sánchez, sea como jefe o como pichón, por ejemplo para lo de Delcy Rodríguez. Y si Ábalos defenestrado o de merienda con la titi nos parecía sospechoso u oloroso, saber que Sánchez ya había mentido en el Congreso sobre aquella aventurilla nocturna, donde se cruzan Globalia y hasta el oro de Moscú, hace al presidente directamente cómplice, en principio políticamente.

El 1” no era un perfume ni un tenista, era alguien necesario para la trama y por tanto estaba engañado, corrompido o amenazado, no hay otra. De momento, lo evidente es que ha mentido

“El 1” no era un perfume ni un tenista, era alguien necesario para la trama y por tanto estaba engañado, corrompido o amenazado, no hay otra. De momento, lo evidente es que ha mentido (sus ministros, despavoridos, se inventan cada uno una explicación diferente para lo de Delcy, como si ya no hubiera tiempo ni manera de centralizar la mentira, como si todo el sotanillo de la Moncloa hubiera reventado). Por otra parte, “El 2” era la mano derecha y más peluda de Sánchez, nunca fue un mindundi y tampoco ha sido un apestado hasta hace poco (que Ábalos repitiera en las listas del PSOE se puede considerar un premio o un pago, pero no una anécdota). Teniendo en cuenta que Ábalos ya preparaba negocietes con Venezuela antes de que Sánchez fuera “embestido”, según su carta, nuestro presidente killer podría ser incluso un mero hombre de paja de Ábalos. Más increíble es que un gorila o gorrilla de ministerio contratase a voluntad con las administraciones, o que un ministro de Transportes anduviera de guardia nocturna para evitar conflictos diplomáticos, y además de la mano de este peje, Aldama. O que hasta la pobre Begoña se nos cruce por ahí como una azafata con vaporizador. 

Mientras el PP saca la máquina de querellas (Feijóo parece que ha sufrido una sobrecarga, como una aspiradora que se vuelve loca, y ahora anda reuniendo comités de urgencia y ordenando zafarranchos), lo que podemos decir es que “El 1”, que podía haber sido la marca de perfumes o de ropa de Sánchez, huele mal. Aún queda mucho por saber (ah, ese miedo a que a Sánchez le hubieran pinchado el móvil…), pero de momento Sánchez ya ha mentido, aunque eso no es novedad ni mácula para él. A Sánchez lo necesitaba la trama y el caso es que todos sus varios negocietes funcionaban, que todo fluía como esos perfumes de los anuncios, en inverosímiles e interminables explosiones de oro, éxito y sexo. Aún faltan muchos detalles, pero en realidad tampoco hay tanto misterio. Apenas nos queda saber si “El 1” era jefe o pichón.