"El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago informa de que se han observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez... Continuaremos informando", se escuchó por los transistores de Estados Unidos hace 80 años. Fue un 30 de octubre de 1938 y Orson Welles y Howard Koch pararon la programación habitual.
Tras este primer aviso, un segundo: un meteorito había impacto en Nueva Jersey y de él salía un ser con tentáculos. Cientos de oyentes entraron en pánico. Cogieron sus coches y se largaron o se encerraron en casa por miedo a que aquel alienígena llegase hasta su puerta.
Lo que no habían escuchado era el minuto anterior al primer aviso. Welles contó que iban a hacer una dramatización de la obra La guerra de los mundos de H.G. Wells y para ello había contado con supuestos expertos, corresponsales, testigos y víctimas de los acontecimientos. Todos actores de su compañía de teatro. El problema es que nadie prestó atención a esa introducción y cundió el pánico.
Aunque algunos aseguraban que había gente que había optado por el suicidio, no se llegó a ese punto. Ni miles de personas perdieron los papeles ni tan siquiera uno se tiró por ninguna ventana. Eso sí, el teléfono de la emisora no dejó de sonar durante toda la emisión. La gente llamaba buscando confirmar que lo que escuchaban era mentira y se les explicaba la falsedad del programa de radio. Afectó a cientos de personas pero no fue más que un susto pasajero.
Pese a eso y la advertencia anterior, al día siguiente Welles, Koch y otros miembros de la emisora tuvieron que dar una rueda de prensa para aclarar lo ocurrido. Los periódicos abrían con el pánico que habían inundado la ciudad. Exageraban. Pero Welles hizo historia y comenzó con la suya.
Desde ese momento su nombre sonó con mucha fuerza e incluso RKO, una productora y distribuidora cinematográfica, le fichó al poco tiempo con un contrato en el que le daban plena libertad para escribir de lo que le diese la gana. El tipo tenía un talento innato, tanto que un par de años más tarde, en 1941, saldría a la luz Ciudadano Kane, sobre el magnate de la prensa William Randolph Hearst, que, aunque no tuvo mucho éxito comercial -Hearst se encargó personalmente de que así fuese-, se hizo con el Oscar a Mejor Guión Original y fue nominado a otros ocho.
Niño prodigio, comunista, trabajador compulsivo
Pero la historia de Welles hay que contarla desde su infancia. Su madre, ya separada y tras escuchar los consejos del médico Maurice Bernstein, instruyó a su hijo en la música, la literatura, la pintura y el dibujo. Era un genio, según el doctor, y ella no quería desperdiciar su talento. Pero su madre murió joven y Welles pasó a estar tutelado por su padre, un inventor borracho que nunca se preocupó por su educación.
Pero Bernstein ya se había obsesionado con la mente lúcida de Welles y siguió haciendo la labor materna. Al poco tiempo, éste ya era un admirador absoluto de Shakespeare, del teatro, de los libros. No tardó en irse a Irlanda, donde trabajó en la Gate Theatre. Cuando volvió a Estados Unidos fundó el Mercury Theatre, compañía con la que montó la dramatización de La guerra de los mundos. De ahí a Ciudadano Kane, a una taquilla desastrosa, a El cuarto mandamientos, y otra taquilla desastrosa, y a que la RKO decidiese prescindir su contrato.
Le vetaron y él no pensó en cambiar su ideología aunque eso le costase dinero"
Pero a Welles no había nada que se le resistiera. Desde la actuación, a la dirección. Fue, también, buen guionista y productor. Fue tan versátil que dejar de dirigir durante una época después de sus dos fracasos en taquilla no supuso un parón para su carrera. Aunque su relación con el comunismo, sus ideas, le llevaron a tener que dejar Hollywood e irse a Europa. Le vetaron y él no pensó en cambiar su ideología aunque eso le costase dinero.
Pero llegó a Europa y triunfó aún más. Por eso, en 1958 le permitieron volver para Touch of Evil. La consideraron su segunda obra maestra. Luego llegaron El proceso o Macbeth, incluso F de Fraude, en 1973, con la aparición de Picasso. Producía con tanta intensidad que a veces era incapaz de acabar ciertos proyectos, pero los que terminaba rozaban la perfección.
La última aparición de Orson Welles fue cinco días después de su muerte. Incluso para irse, aunque sin querer, creo un espectáculo. Había hecho un cameo en un capítulo de Luz de luna. Murió antes de que se emitiese. Se despidió actuando.
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