La muerte nos llega a todos pero cuando lo hace casi nadie está preparado. Nadie sabe qué es lo que hay después ni qué parte de nosotros se queda donde estamos, donde descansamos. Qué parte de nosotros se queda en la mente de aquellos con los que convivimos. Sabemos poco más aparte de que no sabemos nada.
El padre de la actriz Candela Peña, que este año ha estado en boca de todos por su papelón interpretando a Rosario Porto en El caso Asunta, falleció el mismo día en el que la actriz salía de cuentas de su embarazo. Un momento difícil pero que, como acostumbra a hacer la actriz, recordaba entre risas en una conversación con Carlos del Amor: "A mi padre le metimos en la caja cerveza, tabaco, muchísimo perfume... una cajetilla que, aunque había dejado de fumar dije, 'ya que te has muerto, que les den por culo', y le dije, 'pero no te meto mechero para que te relaciones y pidas'. Igual un porro también le metí porque a mi padre le hacía gracia".
Y ahí está la dichosa palabra que no encontraba: la gracia, el humor. Siempre has sido una persona alegre, ¿por qué has de irte con la cara tan larga? Y, si has vivido una vida de oro, ¿por qué no tener una muerte de lujo también?
El lujo de descansar
Acostumbrada a llegar tarde, Elizabeth Taylor mantenía que no hay nada más elegante que hacerse esperar. No es, por tanto, sorpresa para nadie que la actriz de los ojos violetas hiciese todos los arreglos necesarios para que, en su funeral, el féretro tardase en entrar quince minutos más tarde de lo esperado por sus invitados. Fashionably late.
La mirada de Taylor encarnó a la de Cleopatra, la última reina del Antiguo Egipto antes de este anexionarse al Imperio Romano. Pronto perdió la grandeza de la civilización a orillas del río Nilo, de la cultura del junco y del papiro. La magnitud sobre la que reinó el faraón dorado y bajo la cual tuvo también su descanso final. En 1922, el arqueólogo británico Howard Carter descubrió la tumba del legendario rey Tutankamón. En ella, el antiguo faraón descansaba en un ataúd, como no, dorado.
Testigo también de la grandeza y de la extravagancia, otro rey fue enterrado en un féretro del color del oro. Michael Jackson, el Rey del Pop, descansa en un lujoso mausoleo en el Forest Lawn Memorial Park de California, acompañado de personalidades como Carrie Fisher, Buster Keaton o Bette Davis. Su ataúd nada tiene que envidiar al del egipcio: hecho de bronce macizo y chapado en oro de 14 quilates, la camita del cantante es símbolo de su legado en la industria musical. Un legado de oro.
Los roqueros nunca mueren
Siguiendo con hitos de la música contemporánea, la banda estadounidense de rock Kiss no ha estado exenta de juguetear con féretros y demás imaginario funeral, a pesar de tener todos una Reason to Live. En 2001, el grupo lanzó su propio ataúd personalizado: de color negro en su totalidad, con las caras de los integrantes plasmadas en la tapa superior y, en el lateral, bajo el lema 'KISS Forever', una multitud coreando en uno de sus conciertos. La estética del relámpago no falla. El bajista del grupo, Gene Simmons, se posicionó rápidamente: "Amo vivir, pero este producto hace que la alternativa se vea bastante bien". Costaba 3.300 dólares, son unos genios del merchandising. Sin embargo, uno de sus ejemplares fue donado por el propio Simmons para resguardar el cuerpo de Dimebag Darrell, el guitarrista del grupo Pantera que fue asesinado en el escenario durante un concierto en 2004.
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— Todd Otto (@toddotto) April 5, 2018
El también integrante de otra banda de rock, Shane McGowan, protagonizó uno de los eventos multitudinarios más sonados de Dublín. Ni Nick Cave ni Johnny Depp, quien produjo en 2020 un documental sobre la vida del artista, se perdieron el funeral del cantante de The Pogues: una procesión por las calles en las que se crió con su ataúd, hecho de mimbre, envuelto en la bandera de su nación. Asociamos el lujo al oro y a los precios exorbitantes (no hay más que leer unos párrafos más arriba) pero, la decisión de dormir en mimbre, con unos pequeños recovecos con los que poder mostrarte en sociedad, es también un lujo. Es, de hecho, una extravagancia.
Descansar es un proverbio
Descansar en un Walkman, en un león o en un bote de kétchup es también una extravagancia. En una carrera de más de seis décadas, Paa Joe (Ghana, 1947) explora los límites del arte arraigados a las creencias de su país sobre la vida y la muerte. Los féretros ghaneses, conocidos como abeduu adeka (traducido, literalmente, como 'cajas de proverbios'), tienen la intención de glorificar al recién fallecido, en forma de aquel objeto que más disfrutaba en vida.
Así, Joe transforma la tradición artesana de Ghana en arte pop, con interpretaciones idiosincrásicas de objetos cotidianos puramente capitalistas con los que luego hacer exposiciones, como la realizada a principios de año en Nueva York que, bajo el título Celestial City ('Ciudad celestial'), homenajeaba a la ciudad que la recogía. En la instalación, uno podía ver ataúdes con forma del icónico taxi amarillo, o urnas estilizadas a partir de un bagel neoyorquino o de una sucia rata. Como diría Sinatra: Come on, come through, New York, New York...
Estos féretros de fantasía se remontan a la década de 1950, cuando el tío de Joe, Seth Kane Kwei, trabajaba en la construcción de transportes de madera, tal y como explica el artista en su documental Paa Joe and the lion (2016). Uno de sus jefes le ordenó la realización de una plataforma en forma de vaina de cacao, pero murió antes de esta estar terminada, por lo que Kwei optó por reutilizar la obra como ataúd. No fue hasta la muerte de su esposa que decidió convertir su maña en arte. Para despedir a su amada, Kwei confeccionó un ataúd con forma de avión, cumpliendo el deseo que su mujer no había podido cumplir en vida: viajar en avión. Sus féretros se volvieron tan populares que abrió su propio taller y, junto a él, su sobrino Paa Joe por aprendiz.
Ahora, Joe comparte sus creaciones en su cuenta de Instagram. Lo que en apariencia parece ser una zapatilla Nike Air Jordan, su interior almacena un fantástico reposacabezas en el que el muerto no tendrá que preocuparse por problemas de tiroides, y lo mismo ocurre con una botella de Coca-Cola o el ladrillo que antes era el Nokia. Todo son féretros con los que homenajear a la persona que una vez se fue y recuerdan que, frente a todo el horror, siempre se puede sacar cierta nota de alegría.
Existe una cita del ya fallecido (desconocemos cómo será su ataúd) poeta mexicano Jaime Sabines con lo que resumir el sentido de todo: "Alguien me habló todos los días de mi vida al oído, despacio, lentamente. Me dijo: '¡vive, vive, vive!' Era la muerte".
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