Ábalos en un chalé con piscina, como un rey de las ranas (esa cosa de charca caliente que tienen las piscinas de los peces gordos); la Jesi en lo alto de la Torre de Madrid, como una princesa en las almenas de las ferrallas corruptas, mirando con superioridad las calvas de la capital y del monumento a Cervantes, gesto definitivo de ese estatus glorioso y españolísimo del mediocre o del inútil con pelotazo o braguetazo… Al final los corruptos, incluso los presuntos o más que nada los presuntos, tienen todos sueños como de camarero quinielista o peluquerita con chicle de fresa ácida: ese chalé como una isla sólo para su barriga y sus chuletas, o subir muy alto en un ascensor, agarrando el bolsito con monograma como el cetro de una Cleopatra de salón de uñas. Yo creo que nadie se corrompe en realidad por el chalecito o el pisito, que en realidad sería muy poca cosa, sino por el sueño. Claro que después de evaporarse el sueño lo mismo ya piensan en alquilar la casita, como parece, según la UCO, que pensaba hacer Ábalos. La verdad es que el corrupto siempre está como en alquiler turístico, cuando anda subastando favores y cuando anda subastando silencios.

Ábalos, cuyas fantasías incluyen chalés de paleto y escorts de lujo en mesones de cochinillo eucarístico, yo creo que ha sido corrompido por los sueños. Y a mí me parece que su sueño era una piscina de rey del porno y un amor de rey del porno, por sentirse rey y porno más que otra cosa. Es muy difícil enamorar a alguien con un cochinillo orlado de ajo, una barbacoa de obra y una silueta de hucha a la que se le ve la hucha. Pero ahí está precisamente el sueño, en que el cochinillo parezca una góndola, y el chalé de narco gaditano un palacio arábigo, y el señor ministro que come manitas de ministro un galán de fino talle, y la señorita de a tanto el día una modistilla enamorada. Con Begoña Gómez, ahora que caigo, ocurre algo parecido. Quiero decir que, tanto si hay corrupción como sólo inocencia o pichonez, en todo caso lo de Begoña ha sido por un sueño, ese sueño de ser catedrática también de salón de uñas, empresaria de sus moñas (como esas famosas que son diseñadoras de moñas) y reina del fundraising como otras quieren ser reinas de la vendimia o como otros quieren ser reyes de mises.

Aldama a mí me parece un portador de sueños, con su lámpara mágica de hidrocarburos. Aldama se dedicaba en realidad a cumplir sueños soplando polvillo de estrellas, haciendo de Ábalos un Rick en Toledo en vez de en Casablanca, o haciendo de Koldo, bruto de algarroba y coscorrón, una especie de pomposo embajador orientaloide de la trama (yo lo veo volando entre ministerios y administraciones con túnica y joyones de Demis Roussos). También lo de Delcy pudo ser un sueño, que quizá sólo soñamos que se posó en España sin posarse, como una ingrávida mariposilla, convirtiendo las sombras enceradas de Barajas en un espejismo de oro. Y no sabemos (aún) si Aldama también contribuyó a los sueños de Begoña, haciendo de ella la otra princesa de altos vuelos y largos retruécanos como trenzas, pero si alguna vez coincidieron, como se ha publicado, si hablaron de algo seguro que fue de sueños. 

A lo mejor Ábalos apoyó a Sánchez desde el principio porque también le vio con esa magia, esa labia y esa discrecionalidad de un portador de sueños

Yo creo que no hay que seguir tanto el dinero, como en el Watergate, sino los sueños, los sueños cumplidos. El dinero también va saliendo, y saldrá más (Feijóo, con prisa por primera vez, de todas formas ya hace querellas sólo con su sombra o con su bulto, por si acaso). Pero a mí el hilo de los sueños me parece más revelador y brillante. Siguiendo el hilo de los sueños, o sea que el señor del cochinillo se hacía seductor, el portero se hacía todo un personaje y la señorita florero se hacía princesa, se ve aún más clara la cosa, que los sueños no los cumple casi nadie y por ahí, alrededor de esta trama o este tinglado, los ha ido cumpliendo todo el mundo. No hay nada más sospechoso que el que se te cumplan los sueños imposibles. Pero claro, si hacemos caso a esto, nadie sería más sospechoso que Sánchez. A lo mejor Ábalos apoyó a Sánchez desde el principio porque también le vio con esa magia, esa labia y esa discrecionalidad de un portador de sueños. Lo cierto es que sin el visto bueno o la mala vista de Sánchez, “El 1”, no habría habido sueño de nadie, y eso lo convierte como en hada madrina de todo.

Puede parecer que el sueño al final se acaba o te desengaña, que se harta uno de selfis con picado de pies peludos o sofás peludos, y hasta de alternar rubias y judiones, y entonces sólo queda el dinero, que Ábalos hasta quería poner en alquiler ese chalé que quizá era como su Taj Mahal de amor rústico. Pero creo que el nexo de toda esta trama o toda esta bruma que envuelve corrupción y sospecha, incredulidad e improbabilidad, sorpresa y pichonez, no es ni Aldama ni Ábalos ni Sánchez ni el dinero, sino el sueño. Toda esta gente que ha realizado mágicamente su sueño del quinielista o la peluquerita: Ábalos con su choni de póster y postre, la Jesi con sus mareos aristocráticos entre cocidos y codillos, Koldo con su estatus, Begoña con su corona de empresaria como de fallera (y su inglés también de fallera), y hasta Sánchez con su Moncloa como un Lamborghini, que no le sirve para gobernar pero sí para lucirse. 

La fantasía no es imposible, sólo es cara. Por eso es siempre tan sospechosa. De momento, los sueños cumplidos no son delito. Pero los que saben qué ha pasado y cómo se fabricaron los sueños, por ejemplo Ábalos, seguro que siguen negociando. Es posible que ahora negocien más que cuando la trama iba a toda máquina, produciendo sueños asalchichados o espejados. Que no se rompan los sueños suele ser igual de caro, o más, que hacerlos realidad la primera vez que llega el soñador a la puerta, con su mediocridad o sus coletas. Tiemblan ahora todos los soñadores, porque puede ser un horrible despertar o puede ser un sueño carísimo.