El aeropuerto internacional de Madrid-Barajas lleva tiempo en el punto de mira del majzén (oligarquía marroquí). Ello forma parte de la guerra política silenciosa –más bien silenciada– que (desde siempre) enfrenta al Reino de España con el vecino Reino del otro lado del Estrecho. Es una guerra soterrada en la que ambos vecinos (cada uno desde su respectiva atalaya continental) se miran fríamente (unas veces con disimulo, y otras abiertamente, deseando, tal vez –España más que Marruecos– que los 14 kilómetros de mar que los separan, se multiplicaran por mil) el uno al otro con permanente recelo e incesante escepticismo; que –de forma insoslayable– tiene como telón de fondo la ocupación ilegal del Sahara Occidental (antaño –hasta el 26 de febrero de 1976– Sahara Español y provincia 53 del Estado español) por parte de la dictadura alauí.

Es una pugna que, aun siendo política, no desmerece el calificativo de guerra sucia, especialmente teniendo en cuenta los métodos retorcidos, inmorales, siniestros y rayanos en la vileza a los que recurre –con asiduidad– el régimen majzení.

En enero de este año nos despertamos con una impactante noticia que acaparó los titulares de los diarios y sobresalía en el avance de los informativos de las principales cadenas de televisión: “Los vuelos de la Royal Air Maroc (RAM) procedentes de Casablanca con destino a Madrid se incrementan notablemente, y los solicitantes de protección internacional que se hacinan (entre montañas de basura, en las salas de asilo de la flamante T4) alcanza las 450 personas. No hay forma de saber de qué país de África proceden, ya que se deshacen de su documentación durante el vuelo”. 


Ahí fue cuando –los ciudadanos comunes– nos percatamos de que el aeropuerto internacional de la capital estaba en el centro de la diana del Majzen. Los vuelos de la RAM procedentes de Casablanca, seguían arribando a Barajas con más inmigrantes. El 19 de enero (en un intento desesperado de hallar una salida a la grave crisis de hacinamiento e insalubridad que amenaza con paralizar las terminales aéreas de Madrid) el Sr Marlaska viaja a Rabat y se entrevista con su homólogo marroquí. De esta visita relámpago, lo único que trasciende a la opinión pública es que el ministro de Interior español elogia y agradece “el compromiso y esfuerzo de Marruecos” en el desafío conjunto de la inmigración, y califica al régimen alauí como “el principal socio estratégico de España en asuntos de interior”.

La adulación y los elogios impúdicos de Marlaska a la tiranía marroquí no surten ningún efecto

El ministro va más allá y, en un desvarío motivado por el pánico que lleva inoculado en el cuerpo (única explicación posible a su conducta) llega a alabar “la extraordinaria labor que se lleva a cabo en el aeropuerto de Casablanca”.
Pero la adulación y los elogios impúdicos de Marlaska a la tiranía marroquí no surten ningún efecto y, a su vuelta de Rabat, el número de solicitantes de asilo que se aglutinan en el aeropuerto, sigue en aumento (llegando a sobrepasar los 600). El caos reinante y el colapso de las salas de asilo generan tensión entre los inmigrantes (dando lugar a peleas por la comida y por el espacio –ahora insuficiente– en el que tienen que convivir).

El Ministerio del Interior está totalmente desbordado y los antidisturbios se ven obligados a intervenir para calmar los ánimos e imponer un mínimo de orden que evite males mayores.
El majzen había provocado la crisis de Barajas intencionadamente y no iba a dar su brazo a torcer tan fácilmente, en tanto no consiga sus perversos objetivos políticos (que son variados y numerosos y, sempiternamente, orbitan sobre el tema del Sahara Occidental) entre los que destaca –fundamentalmente– el impedir a toda costa que Moncloa se siga acercando a Argelia (cuyo embajador ya ha vuelto a Madrid después de un año y medio de ausencia).
Y, como de costumbre, el majzen se salió con la suya. Al sátrapa alauí le corresponde mandar y a Sánchez obedecer: El domingo 11 de febrero (a las ocho de la noche) Exteriores informa que la visita oficial de Albares a Argel que estaba prevista para el día siguiente (en cuya preparación se invirtieron tiempo y recursos, y se consideraba un logro diplomático) para recuperar la armonía y confianza que presidían la relación con Argel, antes de que Sánchez la dinamitara (en la primavera de 2022) con su apoyo a las tesis marroquíes de anexión; queda cancelada. 
Ese es el trato cruel e implacable que el Majzen cobarde y asesino dispensa a sus esbirros: exponerlos a una imagen de vergüenza que quedará grabada en la retina de los viajeros –de todo el mundo– que aquellos días pasaron por Barajas; e interviniendo directamente la política exterior de su país.

Siete meses después, como en los relatos de las guerras del Peloponeso de Tucídides, la historia se repite. Esta vez la situación de los cerca de 40 solicitantes de asilo saharauis retenidos en las salas de inadmitidos del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas (a pesar de constituir apenas el 6,6 por ciento de los que abarrotaron las mismas salas en enero) es, si cabe, más dramática y dolorosa; ya que se han visto abocados a abandonar su tierra para librarse de la represión (documentada) y la tortura (acreditada con marcas y cicatrices visibles en su piel) y son víctimas, tanto de la dictadura marroquí (que allanó sus hogares y usurpó su tierra); como del Gobierno de España que, a día de hoy, ostenta la responsabilidad de potencia administradora del Sahara, la última colonia de África pendiente de descolonización (algo de lo que el mismo Marlaska da fe –en 2014– en un auto de la Audiencia Nacional cuando ejercía como magistrado en ésta) y, por consiguiente –España– no puede eludir la responsabilidad contraída para con ellos.
Este grupo de saharauis habían huido del infierno marroquí convencidos de que la España democrática, en atención, no solo al Derecho internacional humanitario, sino también al “parentesco político” que les une a ella; les iba a dar refugio. Su decepción no puede ser más grande. La España democrática de Sánchez hizo lo que nunca hubiera hecho (de eso estamos completamente seguros) la España de Franco: renegar –cobardemente– de su “parentesco político” y devolvernos, maniatados, a sus verdugos.

La España democrática de Sánchez hizo lo que nunca hubiera hecho la España de Franco: renegar –cobardemente– de su “parentesco político” y devolvernos, maniatados, a sus verdugos

Abogados, asociaciones judiciales (Juezas y Jueces para la Democracia) y fiscales (Unión Progresista de Fiscales), así como entidades como CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), partidos políticos (socios de la Coalición de gobierno y socios de investidura) e incluso ACNUR (Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados) y el Defensor del Pueblo (que, aunque tardíamente, acabó uniéndose a esta larga lista); todos ellos entendían claramente que la petición de estos saharauis estaba plenamente justificada y su integridad física corría serio peligro si eran deportados a Marruecos.
Los únicos que se mostraban ciegos ante esta cruda realidad eran Sánchez (que esa semana, ante la septuagésimo novena Asamblea de la ONU, se desgañitaba, hipócritamente, reclamando la aplicación del Derecho internacional “en todos los sentidos”) y Marlaska; a sabiendas de que con este proceder exponen al país a una nueva condena del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que ya condenó España por hechos similares (el 22 de abril de 2014).
En su persistente obcecación y negación de lo evidente y de lo que el sentido común dictaba y los juristas y entidades correspondientes recomendaban; el Sr Marlaska ¡impide terminantemente que diputados y eurodiputados, así como los miembros de la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados, puedan a acceder a las salas de inadmitidos donde se hallan los saharauis! Una medida inaudita que, hasta ahora, solo habíamos visto al régimen alauí aplicar en las zonas ocupadas del Sahara Occidental.
Para aquellos que no lo saben, desde hace décadas, el Sahara Occidental ocupado (como zona militar que es, y esa es su definición real, que explica, en parte, lo que a continuación vamos a decir) es un territorio totalmente vetado para cualquier extranjero (ya sea turista, estudiante, trabajador, empresario, político, periodista, cooperante…) que no comulgue con las tesis de ocupación ilegal del Sahara.

Los europeos en general (y particularmente los españoles) son examinados –investigados– minuciosamente antes de acceder al territorio y, en caso de lograr entrar, son sometidos a una estrecha vigilancia las 24 horas del día. Todos los parlamentarios españoles y/o europeos (por el mero hecho de su cargo) que han intentado acceder al Sahara ocupado, han sido rechazados y obligados a volver en el mismo avión en el que habían venido.
Ahora, esta ley marcial marroquí (propia de los regímenes policiales, alérgicos a testigos incómodos que puedan desvelar sus crímenes y las atrocidades que, a diario, cometen) que el majzen ha instaurado en el Sahara ocupado; ha pasado a ser supletoria del Derecho internacional humanitario en las salas de asilo del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas.

Cabe señalar que, entre los solicitantes de asilo saharauis, se encuentran menores de edad y mujeres, una de las cuales sufrió un aborto que requirió su traslado al Hospital Universitario La Paz. Después de ser atendida, fue obligada a regresar al aeropuerto, desoyendo las indicaciones del médico, que había aconsejado que debía pasar la noche en el hospital. Otro protagonista involuntario de esta desgarradora historia es Hammou Ali, enfermo de cáncer, que, al ser sordo, estaba desorientado y no alcanzaba a comprender lo que estaba ocurriendo en derredor e, inquieto, solo veía cómo sus compañeros de infortunio (cual puñado de actores tristes y exhaustos de una mala película de cine mudo) gesticulaban nerviosamente y se movían de un lado a otro.
 Al ver que, a pesar de que su “grito de S.O.S” se fundaba en argumentos y hechos irrefutables, y su identidad como saharauis (que huían del horror de la cárcel a cielo abierto en que Marruecos convirtió el Sahara) estaba confirmada; pero los días pasaban y nada cambiaba, parte del grupo decidió iniciar una huelga de hambre.
Pero todo fue en vano. Nada disuadió ni conmovió al ministro del Interior. No estaba dispuesto a entrar en razón y tampoco había nada que removiera su conciencia de juez.
El lunes (30 de septiembre) por la noche la decisión estaba tomada y, en horas de la madrugada, parte de los solicitantes son trasladados para su embarque en un avión con destino a Marruecos. Una vez en pista, casi la mitad del grupo se niega a subir al avión. Han logrado frenar la deportación y son nuevamente trasladados a las salas de inadmitidos del aeropuerto.
El viernes (4 de octubre) en torno a las 2 de la madrugada, se selecciona (no sabemos en base a qué criterio, pero seguro que para su bien no es) a 16 de los solicitantes de asilo saharauis que son obligados, ¡maniatados y a palo limpio! (como se hacía en la era nazi con los que se negaban a subir al tren que llevaba a los campos de concentración) a subir al avión que los conduciría a Marrakech. Al parecer, para evitar lo acontecido el lunes, se contrató a una empresa de seguridad con personal marroquí para hacer el “trabajo sucio” que, aunque lo hagan otros, no por eso deja de ser atribuible exclusivamente a Marlaska y a su “Jefe”. Solo apaleándolos han logrado que embarcaran en el avión.
El lunes (7 de octubre) de madrugada, como ya es habitual (todo lo que se trata de ocultar y de lo que uno no se enorgullece ha de hacerse en lo más profundo de la noche); y haciendo caso omiso de la petición del Defensor del pueblo, son obligados a embarcar en un avión con destino a Marrakech, otros 25 solicitantes de asilo saharauis. 
Estamos viendo, con estupor, que la misma ley marcial que se aplica con ensañamiento y alevosía a los saharauis en los aeropuertos de Aaiún y Dajla, ahora también se les aplica (extrapolada) en el aeropuerto de la capital de España.

Estamos viendo, con estupor, que la misma ley marcial que se aplica con ensañamiento y alevosía a los saharauis en los aeropuertos de Aaiún y Dajla, ahora también se les aplica en el aeropuerto de la capital de España

Para finalizar y, a modo de conclusión, hemos de hacernos las siguientes preguntas:
Si estos solicitantes de asilo, con su activismo y su rechazo a la ocupación, molestaban tanto a Marruecos ¿Por qué razón ha permitido que salieran tantos a la vez, y justo en estas fechas; cuando podía, sencillamente, hacerlos desaparecer o dejar que agonizaran en las cárceles hasta morir, como suele hacer, ya que no tiene que rendirle cuentas a nadie? Y, si tanto le estorbaban ¿Porqué “obligar” a España a devolverlos a Marruecos?
Efectivamente, nadie puede salir de Marruecos, ni siquiera de forma ilegal y mucho menos de forma legal, sin el consentimiento del Majzen.

Los ha dejado salir por dos razones:
1-Porque (como ha desvelado El Independiente el 21 de septiembre) está llevando a la práctica un plan diseñado para “vaciar” el territorio de sus habitantes autóctonos, expropiando sus tierras y propiedades para premiar con ellas a los colonos fieles al majzen; al igual que hace el régimen sionista en Palestina. Cercados por colonos y presionados por todos lados, a los saharauis tampoco se les permite sobrevivir en sus jaimas, ni en el extrarradio, ni en el campo –yermo y árido– alejado de los núcleos urbanos. Despojados prácticamente de todo, no les queda otra alternativa que abandonar su tierra.
2-Porque “no ha podido cambiarlos” en el sentido de que no ocultan su rechazo a la ocupación. Ningún saharaui, ni siquiera los “promarroquíes” se sienten más cercanos a Marruecos que al Sahara. Todos, en su fuero interno, condenan la ocupación y saben que, tarde o temprano, el Sahara será libre y el majzen volverá a su guarida. Excepto casos contados de traidores reconocidos (que los hay en todos los lugares y en todas las épocas), los saharauis
que dicen ser “promarroquies” no lo sienten así, simplemente lo aparentan por temor y/o por oportunismo, y más por temor que por oportunismo. El régimen alauí es consciente de ello y ha hecho lo indecible por erradicar ese sentimiento y, al darse por vencido, se conforma con que los saharauis en las zonas ocupadas, al menos, simulen (en público) ser “promarroquíes”. Pero en el caso de los activistas sus métodos de represión (cárceles, torturas) y coacciones de todo tipo han fracasado y no ha conseguido doblegarles. No ocultan su rechazo frontal a la ocupación y se declaran manifiestamente defensores de un Sahara libre y soberano. Por esta razón Marruecos los quiere fuera, antes de que más saharauis sigan sus pasos y hagan aflorar su verdadero sentimiento y su anhelo largamente reprimido de libertad y repulsa de todo lo que tiene que ver con la dictadura alauí.

Y aquí, vamos a dar a conocer un dato sumamente relevante relativo a este intento de “marroquinizar” a la fuerza un Sahara que nunca (ni geográfica, ni histórica, ni culturalmente) lo fue. Se trata de un hecho que, en sí, supone una vulneración grave de un derecho fundamental como es el derecho universal a la propia identidad, tal como se recoge en el artículo 6 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (“Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica”). Este delito (de lesa humanidad) pasó desapercibido porque se cometió en la vorágine de otro crimen de lesa humanidad aún mayor. En los primeros meses de la invasión (en 1976) el ejército de Hasan II, después de sembrar el terror y masacrar a la población civil (desde el aire con bombardeos de napalm y fósforo blanco; y en tierra con ejecuciones sumarias de familias enteras y enterramientos masivos en fosas comunes…) desplegó una brigada especial que allanó y registró todas y cada una de las casas (de cada pueblo y ciudad) y todas y cada una de las jaimas de cada frig (grupo de jaimas); y requisó toda la documentación española (DNI, libro de familia, certificado de nacimiento, pasaporte, certificado de matrimonio) de todos y cada uno de los miembros de cada familia.
Una vez requisada la documentación personal española de toda la población, convocaron a todos los cabezas de familia y les comunicaron que la configuración de los datos identificativos de los saharauis va a ser alterada.

Es decir, el formato identificativo saharaui constituido por tres campos (NOMBRE, PRIMER APELLIDO y SEGUNDO APELLIDO) que antes poseían; se sustituirá por el formato marroquí que solo consta de dos campos (NOMBRE y “APELLIDO FAMILIAR”); con lo cual, los dos apellidos que aparecían en el formato saharaui se suprimen y en su lugar aparecerá un solo “APELLIDO FAMILIAR”, y se les insta (a los cabezas de familia) a que designen ese “apellido familiar”. Si no lo hacen, la Administración (marroquí) les asignará uno al azar. Con esta norma ilegal, el régimen majzení, no solo les ha hurtado su identidad, sino que, al imponerles un único “apellido familiar” que engloba a muchas familias bajo un mismo nombre, el grado de parentesco de dos personas con el mismo apellidos pasa a ser indefinido (pueden ser hermanos y pueden ser, simplemente, parientes lejanos). En cuanto a sus documentos españoles originales, nunca más los volvieron a ver. Actualmente, los miembros de una misma familia (hermanos) si se hallan a ambos lados del muro de la vergüenza (zonas ocupadas y zonas liberadas) tienen identidades distintas.

En cuanto a la otra pregunta ¿Por qué el Majzen eligió estas fechas para deshacerse de estos activistas? Y, si así lo deseaba ¿Por qué “obligar” a España a devolverlos a Marruecos?
Al igual que en la crisis de enero (de Barajas) aquí las motivaciones del Majzen tienen que ver con la coyuntura política del momento. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea emitiría en breve su veredicto sobre los acuerdos comerciales en materia de pesca y productos agrícolas de la Unión Europea-Marruecos y, aunque a estas alturas el desenlace a favor de los saharauis, es ya inevitable; es preciso hostigar al Ejecutivo de Sánchez –y humillarlo– para darle a entender, por una parte, que no ha hecho lo suficiente para evitar la –más que probable– derrota marroquí y, por otra, dejarle claro que, pase lo que pase, siempre estará a su merced. Asi de simple.
De hecho, la histórica sentencia que anula estos acuerdos se dictó el viernes 4 de octubre. Horas antes (en la madrugada del mismo día, como hemos citado) fueron obligados a subir al avión maniatados y en medio de una lluvia de porrazos, los primeros 16 deportados saharauis.


El majzen, lleno de resentimiento y frustración, descargaba su rabia contra Sánchez y Marlaska, obligándoles a desdeñar el Derecho internacional humanitario al deparar a los civiles saharauis indefensos (entre ellos niños, mujeres y personas gravemente enfermas) un trato similar al que reciben en las zonas ocupadas del Sahara Occidental.


Abderrahman Buhaia es intérprete y educador saharaui.