Bad Gyal parece haberse tatuado a fuego aquello de que gana quien resiste. En 2018, una rueda de prensa histórica para el género urbano español reunió en la misma sala a los tres jóvenes artistas más prometedores del trap: Yung Beef, C. Tangana y Bad Gyal, justo cuando este tipo de música en España empezaba a germinar más allá del underground para dominar el mainstream. Aquel encuentro pasaría a la historia de la cultura pop por todo lo que vino después: Yung Beef acusando a C. Tangana de haberse vendido a la industria, y Pucho caricaturizando a Fernandito como una especie de Che Guevara del trap.
En aquel momento, una joven Alba Farelo (Bad Gyal) que apenas superaba la veintena quedó opacada por ese duelo de gallitos. Han pasado seis años desde entonces, Yung Beef se ha enterrado de nuevo en el underground y C. Tangana está más pendiente de las cámaras que de los micrófonos en su nueva faceta como cineasta. Mientras, Bad Gyal ha seguido trabajando y hace tiempo que adelantó a ambos por la derecha, como predijo el propio Yung Beef en Yes indeed / I feel like Kim K-RIP Pucho. Hoy, la de Vilassar de Mar (Barcelona) se ha convertido en una de las artistas españolas más importantes del género de moda, solamente superada por Rosalía.
Así queda patente en la recién estrenada película-documental La Joia: Bad Gyal, sobre la odisea de tres años que ha dado como resultado la publicación de su primer álbum de estudio y la conquista del mainstream por parte de la cantante de Fiebre. Dirigida por David Camarero, que también se ha encargado de la realización en directo de sus conciertos, esta película de hora y media muestra las bambalinas de una industria musical mucho más compleja y agobiante de lo que el pop deja entrever a simple vista.
La burocracia del pop
Deadlines, agreements, preorders: a estos niveles el pop habla en un idioma que poco tiene que ver con la música, mientras los managers y los abogados se convierten en los verdaderos protagonistas. El documental sigue los encuentros y desencuentros burocráticos que ha provocado que un disco que ya estaba prácticamente terminado en julio de 2021 haya tenido que retrasar su publicación hasta enero de 2024.
Causas tan contradictorias como que su lanzamiento no podía coincidir con el éxito de una de las colaboraciones del álbum: Chulo pt 2, junto a Tokischa y Young Miko; o el lío de contratos y tráfico de masterizaciones entre los múltiples productores que trabajan en el disco.
Durante el documental, son contadas las veces que la acción ocurre en un estudio, prácticamente no aparece un músico. Solo el envoltorio y sus ingenieros, los productores, que curiosamente son los mismos que trabajan para el resto de artistas del género. Las manos por las que pasa prácticamente toda la música comercial de hoy en día son las mismas. Un producto de manufactura que endiosa a una diva como Bad Gyal, pero que al mismo tiempo hace que sea cada vez más dependiente de un sistema tan complicado y, por momentos, desesperante.
Bad Gyal en busca del pulido final
En la hora y media que dura la producción, Bad Gyal prácticamente no pisa España. Santo Domingo, Miami, Las Vegas, Milán, París. Entrevistas en medios norteamericanos como Telemundo, apariciones en los Latin American Music Awards, el show con Karol G en el Hard Rock Stadium de Miami. Grabaciones de videoclips en Las Vegas y front rows en las semanas de la moda de París y Milán.
Su obsesión, la del álbum, es el requisito para convertirse en una súper estrella de pleno derecho y sabe que eso solo lo puede conseguir a través de un concepto. Eso es La Joia para ella, por eso cuanto más se retrasa, más se aleja su sueño. La Joia es el paso definitivo de una artista que se hizo un nombre a partir del dancehall y que poco a poco ha ido evolucionando al género urbano por excelencia, el reguetón. Un cambio, sin perder su esencia, a través del cual Bad Gyal aspira a conquistar el mundo.
La heroína de su propia odisea
La Joia: Bad Gyal es una historia que se cuenta a través de stories y audios de whatsapp, donde los fans y los creadores de contenido en redes sociales juegan un papel protagonista y contra los que hay alguna puyita que otra. "A Selena Quintanilla la mató la presidenta de su club de fans", bromea Bad Gyal.
La Alba Farelo que muestra este documental es una heroína solitaria y contradictoria, la cámara no consigue robarle momentos de auténtica intimidad, enseñando lo justo para dar al fan lo que quiere, pero sin perder el erotismo del misterio necesario para forjar su leyenda.
Desencantada y ambiciosa, por momentos Bad Gyal se muestra inaccesible y exigente, como cuando se enfada con su equipo por no haberle cogido los porros del hotel, o cuando afirma que solo acepta ir a los desfiles de las fashion weeks si es para estar en el front row. Pero al mismo tiempo, no deja de ser una chica normal criada en la periferia barcelonesa. Se queja de toda la aparente perfección de la moda y dice que preferiría estar en el monte con sus amigos y un camping gas. Y en la escena siguiente aparece en una joyería en la que "se enamora" de un reloj Cartier vintage y llama a su madre para comprárselo.
"Me podría poner punk y mandar a todos a chuparla", protesta en una de las múltiples ocasiones en las que el lanzamiento del álbum se retrasa. Pero no lo hace. En su interior, sabe que para convertirse en la joya que quiere llegar a ser también tiene que dejarse pulir por la industria. Esto no es nada nuevo, pues como bien sabe Alba Farelo a.k.a. Bad Gyal, en este duro juego que es la música pop, gana quien resiste.
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