La cumbre sobre la diversidad biológica o CBD, es una de esas reuniones de Naciones Unidas que tiene poca atención mediática y política. No sé si la podemos calificar como “el patito feo” de las cumbres, pero desde luego no genera tal atención mediática como otras reuniones de este calado. La CBD es una reunión política a nivel estados que se celebra cada dos años y que está precedida de numerosas reuniones y paneles científicos que se encargan de identificar los datos y los problemas que afronta la naturaleza. Aun así su importancia es vital pero la información no fluye de la misma manera. Por ejemplo, ya sabemos qué jefes de estado irán a la COP del Clima, pero aún no tenemos nombres de quienes acudirán a esta que ya se está celebrando.
Este año, la cumbre se celebra en Calí, Colombia. El enclave no es baladí, ya que estamos hablando de uno de los países más diversos del mundo que alberga el 10 % de la biodiversidad, tanto en tierra como en mar. En esta conferencia se busca definir estrategias y acciones, para conservar, proteger y restaurar la biodiversidad global.
En esta cumbre se decide qué va a pasar, entre otros, con el agua, la tierra y el oxígeno del planeta. Todo ello unido a los hábitats y especies que generan unos servicios económicos de los que no somos conscientes. Como bien ha dicho Gustavo Petro, el presidente de Colombia, en la apertura de la cumbre: “Hoy las cosas se miden en dólares y CO2 equivalente”. ¿Cuánto vale tener agua dulce que nos permita beber y cultivar? ¿Cuánto vale tener bosques y océanos que generan oxígeno?, quizá necesitemos poner esto en valor para tomar conciencia.
Nuestra preocupación es máxima, ya que partimos de resultados negativos. Allá por 2010, los países se juntaron en Aichi (Japón) para hablar también de biodiversidad, y establecieron unas metas para resolver la crisis de la naturaleza para 2020, “las metas de Aichi”. Y cómo ya imaginarás, por la sensación de urgencia de este artículo, no se ha cumplido ninguna.
La esperanza vio la luz cuando hace dos años en Montreal, se llegó a un acuerdo, el “Marco mundial Kunming-Montreal de la diversidad biológica” (GBF, por sus siglas en inglés) cuyo fin es abordar la pérdida de biodiversidad, restaurar los ecosistemas y proteger los derechos de los pueblos indígenas. El plan incluye medidas concretas para detener y revertir la pérdida de la naturaleza, incluida la protección del 30 % del planeta y el 30 % de los ecosistemas degradados para 2030. Además de una propuesta para aumentar la financiación destinada a los países en desarrollo.
Con un millón de especies al borde de la extinción y con una crisis climática que necesita de la naturaleza para defenderse, no podemos permitirnos ningún retraso.
Con un millón de especies al borde de la extinción y con una crisis climática que necesita de la naturaleza para defenderse, esta vez no podemos permitirnos ningún retraso. En esta CBD, la número 16, la biodiversidad del planeta se juega su supervivencia.
Para esta cumbre estamos pendientes de que la crisis de la biodiversidad y la del clima se trabajen juntas. A medida que degradamos los ecosistemas, sus plantas y animales, liberamos a la atmósfera el CO2 que tenían almacenado, acelerando el cambio climático. Y a medida que el cambio climático empeora, perdemos aún más biodiversidad debido al calor, la sequía y los incendios. No podemos estar cortando las emisiones de la industria energética y al mismo tiempo pensando en comenzar una industria como la minería marina, que a día de hoy no existe como industria, pero que removería el fondo marino liberando más CO2. No podemos tragarnos el engaño de plantar árboles para compensar emisiones, pero tampoco deforestar la Amazonía, el pulmón del planeta, para plantar piensos para dar de comer a animales en macrogranjas.
A su vez hay que establecer zonas protegidas y planes de protección para estas. Los países tienen que proteger su tierra y su mar, y deben de tener planes de conservación y gestión. Proteger sin gestionar, es hacer trampas al solitario. Los países aún andan presentando sus planes, a día de hoy, en la propia cumbre, solo 34 de 196 países lo han hecho. Al mismo tiempo también vamos tarde protegiendo el océano, ya que solo 13 países, entre los que no está España, han ratificado el Tratado Global de los Océanos.
Estamos además pendientes de los 20 mil millones de dólares anuales que deben poner los países del norte global. Una cifra muy grande si la comparamos con nuestras necesidades diarias, pero esencial si queremos que los países del sur global, puedan invertir en proteger el tesoro de biodiversidad que albergan.
Posiblemente estas reuniones no cambien nuestra rutina diaria. Al final son una serie de personas trajeadas en salas de Naciones Unidas, que nos suelen quedar muy lejos. Pero tras estas personas hay un modo de producir que es altamente destructivo con el planeta, empresas que operan en sectores como la alimentación y la agricultura, la silvicultura, la minería, la energía, las infraestructuras y las finanzas, entre otros. En estas salas no solo están los países o las partes, sino que también están las empresas, que negocian hasta la saciedad cada coma que va en contra de sus intereses; la destrucción de la naturaleza.
Naturaleza, aire, agua, agricultura, pesca, bosques o un parque con árboles en tu ciudad. La biodiversidad está en crisis, y ahora podemos protegerla, tenemos que garantizar la paz con la naturaleza.
Celia Ojeda, responsable de Biodiversidad de Greenpeace España
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