Rubén Martín de Lucas pertenece a esa creciente legión de artistas plásticos y conceptuales preocupados por las relaciones del ser humano con el territorio y la naturaleza. A lo largo de su trayectoria, el creador madrileño ha abordado esta temática desde distintas perspectivas. En la serie La Traza Vacía, por ejemplo, reflexionaba sobre la antropización del territorio y la progresiva reducción de espacio para la vida salvaje; en Génesis 1.28 hablaba de la amenaza de la superpoblación, o cómo la especie humana no deja de multiplicarse en un territorio finito como la Tierra; en El Jardín de Fukuoka analizaba cómo nos relacionamos con la naturaleza a través de la agricultura. Una de sus últimas líneas de trabajo ha llevado a Martín de Lucas hasta los confines nórdicos de Groenlandia. Allí ha llevado a cabo varias acciones performativas registradas en la exposición Iceberg Nations que podemos visitar hasta el 17 de febrero en APGallery Madrid
Acompañado del expedicionario Hilo Moreno y el joven realizador y director de fotografía Fernando Martín Borlán, Martín de Lucas ha desarrollado y documentado, a través de vídeos y fotografías, una serie de acciones sobre el paisaje para cuestionar la validez y naturaleza del concepto nación. Este trabajo se enmarca dentro de la serie llamada Stupid Borders, centrado en la crítica de las fronteras nacionales.
La traducción visual de esta reflexión es una serie de imágenes en la que vemos a un hombre plantando una bandera en varios indlandsis o casquetes glaciales a la deriva, convertidos mediante este gesto en islas-naciones. Rubén Martín de Lucas nos insta a cuestionar términos como país, nación o nacionalismo, evidenciando el carácter abstracto y temporal de unos conceptos que, aun careciendo de solidez objetiva, son fuentes de tensión continua.
“La potencia de esta metáfora, que reconozco que está llena de ironía, reside en el hecho de que estamos dotamos de nacionalidad a una masa de hielo milenario, justo cuando está condenado a deshacerse. Los indlandsis son témpanos procedentes de masas de hielo de dimensiones ciclópeas, cuya edad puede oscilar, según el estrato, entre 0 y 100.000 años”, comenta el autor a El Independiente. Estados ridículos, absurdos, que el artista hace suyos habitándolos efímeramente. En su opinión, el excesivo apego a la idea de Estado está detrás de gran parte de la violencia y las guerras que engendra el hombre, y que paradójicamente nos separan de la conciencia global que propugnan los Objetivos de Desarrollo Sostenible a los que se han comprometido 193 países.
“Ninguna nación existe de manera física, es decir, como un ente objetivo. Su naturaleza es líquida e intangible, se sostiene como construcción mental presente únicamente en el imaginario colectivo. Toda guerra, toda violencia de estado y toda forma de gobierno se apoyan en este concepto. Sin embargo, toda nación, al igual que un témpano de hielo flotando sobre el mar, está condenada a diluirse”, resume.
Martín de Lucas propugna una “visión holística” del mundo que habitamos. “Se ha instalado la idea de que la Tierra nos pertenece, cuando es al revés. El hombre siempre se ha dibujado arriba de la pirámide, situando abajo las plantas, los animales y los recursos minerales. Este es un discurso muy peligroso, porque la naturaleza no está para servirnos. En lugar de la subyugación del territorio, hay que buscar la simbiosis”.
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