El arte está, casi que por definición, adherido a la vida del artista. El artífice que durante el proceso creativo —que no es otra cosa que materializar lo que bulle en su cerebro— debe hallar orden dentro del caos, la coherencia en la memoria, la paz en la guerra. Cuando era pequeño, Ai Weiwei (Pekín, 1957) encontró entre las pertenencias personales de su padre una edición de Don Quijote de la Mancha, la obra maestra de la literatura universal escrita por Miguel de Cervantes y publicada en 1605. Las barreras del tiempo no fueron lo suficientemente altas para que el pequeño Ai no encontrara en la pareja formada por Don Quijote y Sancho Panza una compañía con la que poder evadirse de los campos de trabajo en los que vivía con su familia por la militancia anti comunista de su progenitor, un conocido y significado poeta.
En la fantasía de Alonso Quijano, el que hoy es quizá el artista chino vivo más universal encontró la idea que moldearía todo su trabajo: en el arte no hay reglas ajustadas a la lógica y el raciocinio.
Bajo el título Ai Weiwei: Don Quixote, el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) acoge uno de los proyectos más ambiciosos del artista chino, con reminiscencias a esa historia española pero universal que Weiwei conoció cuando era pequeño. Es, ante todo, una exposición que se aleja de lo ilusorio para denunciar aspectos de la actualidad. Si por algo se conoce a Ai Weiwei es por su papel crítico no sólo con el régimen chino sino con todas las potencias que rigen el orden mundial.
Desde este sábado y hasta el 18 de mayo de 2025, el museo leonés ofrece una extensa muestra del trabajo que el artista ha realizado en los últimos 20 años. Obras que fusionan arte con activismo político y en las que Ai Weiwei deja a un lado el lienzo sobre el caballete para utilizar un material peculiar: piezas de Lego.
El arte pieza a pieza
No es la primera vez que el creador utiliza la base del conocido juego de construcción para su expresión artística, pero sí es la primera vez que un museo expondrá el conjunto de obras realizadas con esta técnica. El artista considera estas piezas como una "herramienta perfecta" con la que cuestionar "el pasado político y estético del arte" pues, al no contar con el peso de formas de expresión artística más tradicionales, "nos liberan de las cargas del bagaje histórico".
Cada sala está pensada como un recorrido no sólo por la historia del arte, sino por la historia de la política internacional. Así, el espectador se encuentra un primer grupo de obras que reproducen piezas inmortales de Goya o Hokusai utilizando los pequeños prismas de plástico de la marca juguetera danesa. Cuadros que "resuenan" con la experiencia política de Ai, y que él mismo elige para narrar "un tema específico que me importa profundamente".
Tras dejar atrás La última cena en rosa o Los fusilamientos del 3 de Mayo, el artista recrea, pieza a pieza, imágenes de medios de comunicación que hacen referencia a las crisis geopolíticas y humanitarias contemporáneas, algunas de las cuales le han costado a Ai Weiwei algún que otro quebradero de cabeza e incluso una estancia en prisión.
Un artista controvertido
La polémica más reciente en torno a Ai Weiwei tuvo lugar en noviembre del año pasado, cuando una de sus exposiciones en Londres fue cancelada tras criticar en su cuenta de X el ataque de Israel sobre Gaza y despotricar contra la influencia de la comunidad judía en las finanzas, la cultura y los medios de comunicación de Estados Unidos.
Pero no es un artista que se conforme únicamente con criticar a Occidente. En 2008, tras el terremoto de 8 grados que asoló la provincia china de Sichuan, el Ai Weiwei utilizó su blog en Sina Weibo, la plataforma digital más grande de China (la utilizan un 30% de usuarios de Internet de aquel país), para denunciar la falta de transparencia del gobierno chino en la revelación de los nombres de los estudiantes fallecidos en el campus de una escuela destrozada tras la tragedia. Ai lideró una "investigación ciudadana" y publicó en su perfil la lista de nombres, causando que las autoridades chinas cerraran su blog. Al tratar de testificar a favor de un becario que investigaba las deficiencias del edificio, Ai fue golpeado por la policía en la cabeza haciendo que, años más tarde, sufriera una hemorragia interna y tuviese que pasar por una cirugía cerebral de emergencia.
Debido a esta y otras polémicas, Ai Weiwei fue arrestado en 2011 por presunta evasión de impuestos. Esto desembocó en que numerosos artistas y analistas de todos los lugares del mundo se manifestaran contra la detención y, tres meses después, Ai fue liberado bajo fianza. Desde entonces permaneció bajo estrecha vigilancia y con restricciones de movimiento. En 2015, cuando el régimen chino validó su visado, Ai Weiwei se marchó de China y se trasladó a vivir a Berlín. El artista, que había mantenido una relación problemática con el régimen comunista –colaboró en el diseño del Nido de Pájaro que envuelve el estadio olímpico construido para los Juegos de 2008–, rompía definitivamente con su país.
Todo esto se explora en su obra, con piezas como Illumination, un selfie (también a base de piezas de Lego) tomado por el propio artista junto a los agentes de policía que le custodiaban en el momento de la foto. O con La Commedia Umana, el gran candelabro con el que cierra la exposición. Una lámpara de araña de más de ocho metro de alto decorada a partir de calaveras humanas, esqueletos, huesos y órganos internos hechos con unas 2.000 piezas de cristal. Ai Weiwei reflexiona sobre el humanismo y la humanidad, redefiniendo el equilibrio entre la vida y la muerte y dibujando la complejidad de un artista que escapa a la comodidad de los convencionalismos y las etiquetas. De todo ello hablará mañana en el Musac, en una conversación excepcional que precederá a la inauguración de la muestra.
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