La orla es prolija en nombres, augusta en imágenes y centenaria en tradición. Resume la historia reciente de las finanzas españolas, de buena parte del empresariado, de la clase política y del pasado de bonanza de la industria vasca. Es difícil reunir una muestra tan selecta de directivos, presidentes y altos cargos compartiendo aula y pupitre antes de salir al mercado en busca de oportunidades para comerse el mundo.
Muchos lograron, al menos, darle un buen bocado. Presidentes de bancos de primer nivel internacional, consejeros delegados de las principales compañías, lehendakaris, ministros o hasta comisarios de la Unión Europea forjados bajo un mismo patrón académico ideado hace ya un siglo por la Compañía de Jesús y que con celo ha protegido desde que recibió la encomienda de poner en marcha el primer centro universitario de estudios de Economía y Empresa de España, La Comercial de la Universidad de Deusto.
En sus aulas tomaron apuntes nombres como Emilio Ybarra, ex presidente del BBVA; el actual presidente de Bankia, José Ignacio Goirigoilzarri; los artífices de la que fue fusión de fusiones bancarias en España, la del Banco Bilbao y el Banco Vizcaya impulsada por el malogrado Pedro Toledo, ex presidente del Banco, José Ángel Sánchez Asiain, Pedro Luis Uriarte, Emilio Botín o Alfredo Sáenz.
Un repaso por la orla centenaria de La Comercial de Deusto también permite ver la imagen del ex comisario europeo y ex líder socialista Joaquín Almunia, o de los ex lehendakaris Jesús María de Leizaola, Carlos Garaikoetxea y José Antonio Ardanza, o el ex ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García Margallo.
En la cercana facultad de Derecho otro nombre recordado de la banca, hoy caído en desgracia, triunfaba entre el alumnado, Mario Conde, cuyo paso por Deusto aún hoy se rememora por sus pasillos.
Todos ellos aprendieron a aplicar la receta compuesta por tres ingredientes clave: trabajo para saber identificar oportunidades de éxito, formación exigente para dotarse de herramientas de adaptación a circunstancias complejas y capacidad de reacción ante un mundo cambiante.
A ello sumaron la directriz jesuita de buscar la excelencia, convertida en una guía para rodearse de los mejores. Ser bueno no era suficiente, había que aspirar a ser el mejor. Pero en la base de todo debía prevalecer al carácter social y de servicio, sustentado siempre en valores morales y éticos que los padres de la Compañía de Jesús les recordaban que debía impregnarlo todo. “Formar a los mejores para servir mejor”, rezaba la directriz del Padre Arrupe que aún hoy Deusto esgrime como lema.
Bernaola, headhunter jesuita
Fue todo ello la base del catecismo empresarial en el que se formó la élite de la banca española de finales del siglo pasado y que aún hoy reciben las nuevas generaciones de directivos. Un ideario transmitido a fuego por el padre Luis Bernaola, verdadero artífice de la marca que hoy representa La Comercial de Deusto entre las escuelas de negocios de primer nivel.
Ex alumno del centro, el jesuita aplicó con firmeza y rigor su método, que se demostró casi infalible, para formar varias generaciones de directivos y dirigentes del país. Se implicó personalmente en la formación de los cachorros de empresarios y familias acomodadas de la burguesía vasca y de fuera del País Vasco sabedores de su buen hacer.
Las principales compañías del país recurrían a él como suministrador de talento. El religioso acostumbraba a dejar bien posicionados a sus alumnos cual oficina de colocación de alto nivel.
El padre Bernaola se hizo con las riendas de la institución docente tras la Guerra Civil, cuando el centro tuvo que cerrar sus puertas para convertirse en hospital de batalla. Allá por los años 40, la facultad que modeló Bernaola era muy diferente en formas y medios a la moderna Deusto Business School actual.
Entonces estudiar en La Comercial era gratuito aunque reservado sólo para los mejores, para las mentes más privilegiadas que lograban la meta tras exigentes pruebas de selección. Los jesuitas siempre puntualizan que concibieron la facultad como un centro de “elitismo intelectual”, no socioeconómico.
Los recursos económicos no debían ser un problema para captar a las mentes más brillantes para el empresariado floreciente de la época. Incluso cuando dejó de ser gratuito, a mediados de los años 50 -hoy la matrícula del primer curso de un grado ronda los 9.500 euros-, se instauró un sistema de ayudas para facilitar el acceso, “durante mucho tiempo existió lo que se llamaban los Fondos de Préstamos al honor. Al alumno se le dejaba dinero para estudiar y lo devolvía dos años después de estar colocado: sólo entonces comenzaba a devolver ese préstamo”, asegura Loli Revuelta, historiadora y profunda conocedora de la historia de La Comercial.
El sello del Padre Bernaola, que aún hoy se recuerda con una mezcla de temor por su disciplina férrea y agradecimiento infinito por el valor de su enseñanza, se imprimió entre sus aulas hasta 1974 tras consolidarla como facultad de referencia internacional.
“En realidad, el padre Bernaola fue lo que hoy llamaríamos un headhunter, un cazatalentos nato. Era una persona muy respetada. Conocía bien a los alumnos, tenía relación con ellos y sabía identificar dónde podría triunfar cada uno y hacia qué camino enviarlo”, señala Revuelta.
Pedro y Domingo Agirre, los visionarios
El nacimiento de La Comercial fue fruto de una carencia. A comienzos del siglo XX, el País Vasco, y Vizcaya en particular, vivía un momento de bonanza económica sin igual. Las grandes industrias, la banca, la Bolsa y las navieras demandaban directivos bien formados y capacitados y que las viejas escuelas de comercio a duras penas satisfacían.
Los empresarios vizcaínos Pedro y Domingo Aguirre habían emigrado a América y, tras constatar esta necesidad, ya a su regreso, comenzaron a dar forma a lo que sería años después La Comercial de Deusto, la primera escuela de negocios de España a semejanza de las existentes en EEUU o Inglaterra. Hoy, la calle que da acceso al centro universitario, en el margen derecho de la ría de Bilbao y frente a frente con el Museo Guggenheim, lleva el nombre de estos dos benefactores.
Ellos lo imaginaron pero nunca llegaron a ver su aspiración cumplida. Dejaron la encomienda a su sobrino, Pedro de Icaza, legándole buena parte de su fortuna, labrada como emigrantes indianos. Para ello constituyó la Fundación Vizcaína Aguirre -que también cumple 100 años-, con la que adquirió los terrenos (127.000 metros cuadrados), financió su construcción y subvencionó la formación de los alumnos durante muchos años.
De Icaza conectó pronto con Luis Chalbaud, un jesuita que compartía esa necesidad formativa. Se convirtió en un eslabón clave para convencer a la Universidad de Deusto, que acumulaba ya una larga trayectoria docente -fue fundada en 1886- del acierto que supondría un centro de estas características.
El 31 de julio de 1916, festividad de San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús, se colocó la primera piedra. Ese mismo año, en un edificio anexo de la universidad comenzó a preparase la primera promoción de La Comercial, con apenas 21 alumnos, de los que menos de la mitad logró licenciarse.
Disciplina, exigencia y grupo
Disciplina férrea, exigencia máxima y un profundo sentimiento de pertenencia a un colectivo son los aspectos que subrayan quienes conocen bien el siglo de vida de esta escuela de negocios. La formación en el campo financiero ha sido una de las más reconocidas, la lista de altos directivos de la banca que acumula es innegable.
Muchos de ellos comenzaron a experimentar los desafíos que les esperaban en un espacio conocido como El Escritorio, habilitado en la antigua biblioteca y en el que a semejanza de un banco o del parqué de la Bolsa los alumnos debían comenzar a tomar decisiones de inversiones, de compras y de ventas.
Desde los estrados de sus clases enseñaban algunos de los empresarios del momento, haciendo viva y siempre actual la conexión entre el mundo real de la empresa, sus demandas y retos, y el ámbito meramente académico.
Un mundo de hombres en el que la presencia de las mujeres no se produjo hasta comienzos de los años 70, más de medio siglo después. La primera licenciada de La Comercial fue Begoña Revuelta, quien terminaría siendo profesora de la facultad. Hoy las mujeres representan cerca del 60% del alumnado.
Alumnos todos ellos que compartieron en muchos casos clase con estudiantes que terminaron por descubrir que ese mundo no estaba hecho para ellos. En La Comercial también se matricularon jesuitas y benedictinos, carmelitas o incluso cartujos.
La historiadora Loli Revuelta asegura que muchos de ellos se ordenaron después de completar los estudios y, tras vivir cinco años entre números, finanzas y balances, “vieron que su camino era otro muy alejado de los números”.
La fraternidad entre quienes han pasado por aquí es característica. Casi ocho de cada diez ex estudiantes pertenecen a su asociación de antiguos alumnos. Colaborar y ayudarse mutuamente e incluso convertir este foro de vínculo como una oportunidad de negocio no está reñido: “Nació con la idea de que los propios alumnos se debían ayudar entre sí. Yo diría que es más un vínculo sentimental pero no cabe duda de que también se puede emplear para relaciones profesionales. Dicen que incluso las personas más importantes dejan todo si hace falta para ayudar a otro compañero de La Comercial, aunque no le conozca”, señala Revuelta.
El rey Felipe VI afirmó el pasado miércoles, durante el acto de conmemoración del centenario de La Comercial, que el acierto para pervivir durante un siglo se soporta no sólo en la excelencia académica, el trabajo y el compromiso “que ha contribuido al progreso, al desarrollo económico y al bienestar de la sociedad”, sino también en su capacidad de adaptación y anticipación a los cambios y en la apertura “a lo nuevo”.
Un compromiso con la institución que el lehendakari Iñigo Urkullu subrayó recordando cómo el lehendakari Jesús María de Leizaola, en 1937, tras el bombardeo de Gernika, logró junto a un grupo de gudaris que no explotaran los explosivos colocados en el claustro y columnas de la universidad.
“Entrar para aprender, salir para servir”
Hoy la centenaria Universidad ha cambiado. Ahora su denominación es otra, la Deusto Business School, y cuenta con más alumnos, alrededor de 420 en sus dos campus de Bilbao y San Sebastián. Pero su decano, Guillermo Dorronsoro, asegura que la esencia permanece.
El nivel de exigencia es el mismo, casi un 70% de quienes solicitan el acceso no lo logran, y la apuesta por una cultura de esfuerzo, el compromiso y “la creación de valor” continúan muy presentes: “En las universidades jesuitas tenemos un lema, aquí se entra para aprender y se sale para servir, para comprometerse con la sociedad. Todos estos elementos han dejado un rastro de cosas bien hechas que explican la historia de La Comercial”.
La mayor competencia formativa, la globalización y los nuevos mercados también han modificado el perfil de los éxitos, con nombres quizá menos conocidos pero igual de relevantes, asegura Dorronsoro: “Desde aquí continúa saliendo mucha gente que está situada en la City de Londres o que ocupa puestos de primer nivel en empresas del sector financiero, o en compañías como Iberdrola o Price Waterhouse Coopers, por citar algunos ejemplos”.
La nueva escuela de negocios de los jesuitas del siglo XXI ha reforzado la exigencia de los idiomas, con clases en inglés, la formación internacional con prácticas en el extranjero, pero sin descuidar, señala el decano, “la cercanía con los alumnos”.
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