Mazón ha nombrado vicepresidente para la reconstrucción, que ya suena a labor de zapa y a Plan Marshall, al teniente general retirado Francisco José Gan Pampols, no sé si porque se le han acabado los consejeros de partido o de paellada o los tecnócratas del segundo cajón. El último general que uno recuerda mezclado entre los políticos, digno y disparejo como un pingüino entre pollos, es Gutiérrez Mellado, que se enfrentó el 23-F a los golpistas de Tejero sin más arma ni defensa que un bigotillo terciado como un cepillo terciado (los cepillos ahora son armas subversivas). Volvemos a tener militares en los gobiernos civiles, ese militar que parece llevar la política como la barquita de la patrona o la tanqueta de su regimiento, o que adorna y sacraliza los Consejos de ministros o los concejos regionales igual que un cáliz de oro, como cuando Franco. Claro que no sé si es buena idea empezar a dejar caer que los políticos son tan inútiles que sólo nos pueden salvar los militares, esa gente juramentada sólo ante la patria, el honor y sus patronas artilleras.

Mazón tenía que hacer algo y no podía ser ni marcharse ni seguir ahí intentando llevar la cosa con su chalequito de pintar pasos de peatones. Mazón no puede dimitir cuando aquí no dimite nadie, ni los ministros quemados ni los ministros fúnebres (de la pandemia a la valla de Melilla), ni un fiscal general imputado por hacer de esbirro ni un presidente número 1 escoltado en su mandorla por Ábalos y por la Pichona. Aquí, el político, antes que dimitir, antes que dar la cara o antes que acordarse de lo que dijo en la última campaña o el último telediario, miente, se desmaya, escribe cartas de náufrago de viñeta, señala a otro o se quita de en medio, igual que Sánchez, que ahí sigue con su señora, de la India a Brasil, en lo que parece el vaporoso paseo del puente a la alameda de la flor de la canela.

Algo tenía que hacer Mazón, menos dejar de ser un político, que no iba a ser él el primer panoli. Pero no creo que sepa tampoco muy bien qué hacer, así que saca al general como se saca al santo para que llueva, una cosa simbólica, llamativa, folclórica, milagrera, que los generales también van con aureola de gorra de plato, medallero de exvotos y santa misión a la que llama la corneta. Yo no digo que Gan Pampols no pueda ser competente en la tarea, aunque a uno le sigue resultando curioso que los militares puedan ponerse como en autoreverse y, en vez de bombardear, reconstruir (y reconstruir mejor que nadie, además). A lo que voy es a que no sé cómo nos hemos quedado no ya sin políticos competentes, sino sin ingenieros civiles y peritos camineros, hasta tener que llegar a llamar a un general que parece que viene en helicóptero a salvarnos del Viet Cong o quizá de los políticos, que es el otro sentido que tendría la cosa.

Creo que Mazón quería meter en el nombramiento un poco de contraste, de enjaezado, de capa y hasta de leyenda, como si hubiera nombrado vicepresidente a un mosquetero o a Batman. Yo creo que Mazón no buscaba competencia técnica sino autoridad, no tanto como potestas (legitimidad civil) sino como auctoritas (legitimidad moral o intelectual). O sea, alguien que no venga de dar la cabezada en la política sino que se baje del caballo con catalejo, después de mucho tiempo, como un viejo marino o un viejo cowboy, y haga simplemente su trabajo, lo único que ha hecho toda la vida, mandar a gente, que la gente obedezca y que esas órdenes repercutan en la realidad inmediata y objetiva. Lo curioso es que esto mismo, aunque sin caballo, es lo que debería hacer el gobernante. Pero nuestros políticos ya no son gobernantes (el fin del gobernante es el ciudadano, y el fin de nuestros políticos es seguir en la política), así que tenemos que traer a un general para que parezca que es Máximo, el Hispano. Claro que eso de que nos salve la espada, aunque sea de bordado, es siempre un fracaso de la política o de la sociedad.

Mazón, que no sabe muy bien qué hacer, sólo juega a la redención, a salirse él mismo un poco de la política para traernos un salvador fuera de la política

Mazón ficha a un general, retirado pero general, algo que a uno le parece asumir definitivamente la incapacidad de nuestra sociedad civil y de su estructura morrocotuda, redundante e hiperpolitizada para resolver los grandes problemas. No es que no haya aquí tecnócratas e ingenieros, ni que no se puedan poner de acuerdo salvo ante una boina con estrellas como la chapa de un glorioso botellín patriótico (casi todos los botellines van patrióticos). Yo creo que Mazón, que no sabe muy bien qué hacer, sólo juega a la redención, a salirse él mismo un poco de la política para traernos un salvador fuera de la política, que ya saben que el mesías suele venir de fuera con modestia, borriquito y revolución. Lo que pretende Mazón, me parece, no es sólo traer a alguien capaz de llevar a cabo esta reconstrucción, que seguro que muchos pueden hacerlo, sino traer a un salvador con toda la iconografía del salvador, redorado e invicto, con nube lejana, legiones de ángeles y un globo crucífero que somete a todo lo político.

Mazón trae a un salvador con coraza de salvador como de gladiador, y con este salvador quiere salvarse él, redimirse él. Robarle un poco de la gloria, un poco del éxito, un poco de la distancia, un poco de la auctoritas, un poco del sonajero de la espuela o de la popularidad, un poco de fleco de la bandera como una reliquia del flequillo, y continuar luego en lo suyo si hay suerte. Más que sustituir a estos políticos por militares, se trata de sustituir a estos políticos por mejores políticos, cosa que al final depende de nosotros. Aunque algunos lo piensen, ese espadón del abuelo, con su aire de jamonero fosilizado, no resuelve las cosas. Seguro que era esto lo que el último general que recuerdo vestido de político, o al revés, le quería decir o demostrar a Tejero en aquel duelo de bigotes de hierro contra bigotes de papel.