Este 22 de noviembre Scarlett Johansson cumple 40 años convertida en una actriz valorada y admirada que hace ya más de una década decidió renunciar al camino fácil. Con su físico, su carrera podría haber tomado un camino totalmente diferente. Ojos redondos y azules, labios carnosos, con pelo rubio y curvas prominentes, la descripción podría haberse aplicado a otros tantos iconos sexuales. Pero hubo uno, particularmente, que le persiguió durante sus primeros años en Hollywood: Marilyn Monroe.
"Es agradable que me comparen con alguien tan efervescente y encantadora y frágil, y creo que alguien a quien no valoraron lo suficiente como actriz… es guapa y lo es todo. Pero no ha sido para mí", decía en 2011 Scarlett Johansson en una entrevista con USA Today. Ese mismo año se había estrenado Mi semana con Marilyn, en donde Michelle Williams fue escogida para interpretar a la conocida "ambición rubia" de los años 50. Johansson, por su parte, aseguró que no tenía intención de dar vida al icono, ni quería ponerse en sus zapatos. Y tuvo que decir que no una y otra vez.
La Scarlett explosiva
Un año más tarde recordaba cómo con 18 años la calificaban de "bombshell", que se traduce literalmente como "bomba" pero que hace referencia a una mujer explosiva. "Siempre he tenido curvas, es familiar. Te pones un vestido de noche y de repente tienes tetas", comentaba. "Instantáneamente empezaron a decirme que era 'la nueva Marilyn'", explicaba a la revista ELLE.
Y a medida que pasaban los años, la etiqueta no se despegaba de ella. Hasta el punto en el que comenzó a sentirse algo encasillada: "El trabajo que me ofrecían era profundamente insatisfactorio. Creo que me ofrecieron todos los papeles posibles de Marilyn Monroe. Me preguntaba si era el final de mi camino creativo", explicaba a Variety el pasado año. Se refería a los años posteriores a Lost in Translation, cuando todos los personajes que le ofrecían era de mujer explosiva que se llevaba al marido de otra.
Continuó con Diario de una niñera, Las hermanas Bolena, Vicky Cristina Barcelona o Qué les pasa a los hombres. Una sensación que suena terriblemente parecida a lo que tenía que tener la fallecida actriz, cuya insatisfacción se apreciaba en sus diarios.
¿Quién era realmente el mito con quien la comparan?
Marilyn Monroe comenzó su carrera a finales de los años 40 y se convirtió en un icono que todavía pervive. La prueba es que en todas (o casi todas) las alfombras rojas hay referencias a alguno de sus estilismos. Difícil de olvidar es el vestido del Feliz Cumpleaños que se puso Kim Kardashian para la Met Gala, la definición de la sensualidad explosiva sin ser obscena ni explícita, como a veces dicta la tendencia. La actriz ha pasado a ser el epítome de la belleza y de la sensualidad y, tras ese velo, se ha perdido a la mujer inteligente, sensible y talentosa. Aquella que escribía poesía y que parecía ser invisible para quienes la rodeaban.
Así se aprecia en el libro de 2012 Fragments: Poems, Intimate Notes, Letters, en cuya introducción desvelan que Marilyn era una apasionada de la literatura y quería ser representada como tal. Su obsesión era que la tomaran en serio, forzando en ocasiones que la fotografiaran leyendo o dejando claro su formación como actriz. En sus textos habla sobre su pasión por observar, por los pequeños detalles de la vida, y su particular sentido del humor. También explora su sensación de soledad y su perfeccionismo extremo.
¿Qué diferencia a Marilyn Monroe y Scarlett Johansson?
Marilyn Monroe era géminis y Scarlett Johansson es escorpio. Los aficionados de la astrología sabrán que estos signos son prácticamente opuestos pero que en muchas ocasiones se atraen. La primera era curiosa, atenta, experta comunicadora, sensible y algo contradictoria. La segunda es apasionada, magnética y con un profundo deseo de controlar sus circunstancias. Ambas fueron bendecidas con una imagen de las que dejan a todo el mundo con la boca abierta, pero lo utilizaron de maneras diferentes. Sin duda, las circunstancias culturales que ayudaron a la intérprete de Her fueron prácticamente opuestas a las que condicionaron la vida de la protagonista de Los caballeros las prefieren rubias.
Scarlett Johansson creció en Hollywood en los años 90, habiendo comenzado a trabajar en películas como Un muchacho llamado Norte en 1994. En la tercera edición de Solo en casa aparecía interpretando el papel de Molly, la hermana del protagonista. No fue hasta su participación en Lost in Translation o La joven de la perla, como joven adulta, cuando el público comenzó a cambiar de idea respecto a ella. Es decir, fue a principios de los años 2000 cuando se hizo famosa y tuvo que enfrentarse a ese callejón sin salida en el que se había metido.
El papel que lo cambió todo
Sin embargo, el cambio de dirección se ve claramente en uno de sus personajes. En 2010, Scarlett Johansson interpreta por primera vez a Natasha Romanoff en Iron Man 2. Papel al que vuelve en 2012 para Los Vengadores. Pero entonces, el personaje es otro. Si bien en el primer filme es la seductora, conquistadora, misteriosamente sexy espía rusa... en la segunda es la peligrosa, mortalmente eficaz, y sus miradas no son para seducir sino para callar bocas. Lo había conseguido, había salido de lo que se esperaba de ella para dar vida a la versión más icónica de este personaje histórico.
Scarlett ha luchado contra viento y marea para definir su propio papel en Hollywood. Se ha revelado contra lo que la industria le imponía y ha ejemplificado lo que para ella es sensual. Un personaje con capas que, a pesar de no tener mucho protagonismo en la trama, ha pasado a la historia de una de las sagas más exitosas de todos los tiempos. Black Widow, o Natasha Romanoff, no es una superheroína sexy, por mucho que la actriz sea una de las mujeres más hermosas del star system.
Ha hablado de feminismo, se ha metido en política y no ha tenido problemas en crearse un par de haters. Ha interpretado a una madre con ideales en Jojo Rabbit y a una mujer arta de su marido en Historia de un matrimonio. En ninguno de estos films hay una sola escena sexy. Porque Scarlett Johansson ha podido salir del atolladero en el que Marilyn Monroe falleció y aún pervive, ese en el que para que te tomen en serio tienes que dejar de ser atrayente.
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