A Víctor de Aldama lo ha puesto a cantar el frío pavoroso del trullo, que abre los huesos como un paraguas mojado y abre el corazón como una mandarina seca. Con la lavativa de cal de la cárcel, Aldama lo está soltando todo: agradecimientos en persona de Sánchez, dinero en papel de freidor para Ábalos, Koldo, Santos Cerdán, Ángel Víctor Torres y hasta para el jefe de gabinete de María Jesús Montero; reuniones con Teresa Ribera y Begoña Gómez, viajes a la República Dominicana para admirar y repartir el tesoro pirata… En el PSOE aplican el manual, lo niegan todo y dicen que Aldama no tiene credibilidad, a pesar de que el pijama de rayas aclara mucho la mente y las prioridades, y de que inculparse para nada es una tontería, igual que amenazar al capo sin tener pruebas contra él ni voluntad de usarlas. Por eso en la Moncloa los tipos duros hechos de regaliz, como Bolaños, tiemblan con el clarinete; los duros de verdad, los chatos que decía yo el otro día, tiemblan pelando la manzana, y Sánchez ve cómo lo rodean las ratas que ha invitado o alimentado.

Aldama canta como los grillos en las noches minerales y prehistóricas de la celda. Va a haber que empezar a usar ese estilo seco, encasquillado, amanerado y sentencioso de la novela negra, porque ha salido ya el soplón y eso significa que han acabado las lealtades y empieza la supervivencia. Y para Aldama, con un caso en contra tan claro, la supervivencia es salir de la cárcel antes de que acaben con él el pollo con arroz, el reúma o los tipos con la cara cortada. Aunque Bolaños encoja el clarinete y Santos Cerdán apriete la papada, como ante Puigdemont, el frío fluorescente de la celda y las aventuras entre cascadas de váter de la cárcel dan más credibilidad a Aldama que al “1”, del que no conocemos ninguna verdad ni ningún escrúpulo. Se puede pensar que Aldama planea que el juez sea compasivo con él por decir la verdad, o acaso que Sánchez sea compasivo con él para que no la diga, pero en ninguna de estas alternativas Sánchez queda como inocente. El único escenario realmente increíble es el de Aldama confesando y pringando a Sánchez, a medio Consejo de Ministros y a medio PSOE sin que le sirva de nada, solo para fardar en la galería.

El único escenario realmente increíble es el de Aldama confesando y pringando a Sánchez, a medio Consejo de Ministros y a medio PSOE sin que le sirva de nada, solo para fardar en la galería

 Aldama, con esa determinación y esa tristeza de los presos con pan duro, carta de la novia y araña patinadora en el techo, lo lógico es que intente un pacto con la Fiscalía Anticorrupción, no acojonar a Sánchez para que le mande un helicóptero de rescate o para que lo saque aún más escandalosamente de la cárcel como a esos indepes que salieron con una bufanda, una biblia y una casita de pájaros. Su abogado parece que es especialista en esto, y no tanto en enfrentarse a los chatos o a los pitagorines de la Moncloa por pura vanidad o por pura estupidez. Para llegar a un pacto, para quitarse años de cárcel, de gastroenteritis y de Playboy, Aldama sólo puede dar información cierta y útil. Eso del delincuente retorcido que inventa por inventar, malmete por malmeter y a lo mejor sólo quiere salir en la tele, como Mocito Feliz, sí que parece una cosa ridícula. Pero quizá a los chicos del sotanillo de la Moncloa, que se empieza a anegar, ya sólo les queda la ridiculez. O la huida.

Aldama es el único que estaba en todos los sitios, aparte de Sánchez, claro. El hombre de confianza de Sánchez, los ministerios de Sánchez, las fotos de Sánchez y hasta la mujer de Sánchez andan por ahí en las tribulaciones de Aldama, que no sólo resulta creíble porque ande tocando la armónica en el talego sino porque tenemos ojos, orejas y memoria. O Sánchez es “El 1” de verdad o es que el más listo de todos los espabilados de nuestra política o de nuestra historia era el más tonto de los hombres. Si hay pruebas de lo que ha dicho Aldama, que uno piensa que las hay o el soplón se hubiera quedado mudo, quitándose cárcel en la lavandería, Sánchez podría ser el primer presidente de Gobierno en probar el banquillo de los acusados o el infame rancho del preso.

Víctor de Aldama quiere sobrevivir y diría que por ahora no hay lealtad, matón ni botín que le haga más apetecible la mentira que la verdad. El soplón sólo miente si le da más ventaja que la verdad, y de momento no parece que sea el caso. De momento, digo, porque lo mismo sufre un arrepentimiento o un apechusque, que no es raro en los soplones. Aldama todavía se puede encontrar un cofre enterrado o un alacrán en la bota, ambos más o menos metafóricos. Y es que, esta vez, detrás del soplón no va un prestamista con clavel ni un concejal de rotondas, ni siquiera van más ministros chusqueros o gorditos puteros, sino todo el PSOE, todo el Gobierno y por supuesto Sánchez. Sánchez, claro, se resistirá. Escribirá otra carta, se desangrará en la bañera junto al teléfono rococó, tocará en los medios el blues de los guapos, que se llama rocanrol, invocará el fango y llamará a sus soldados, que no sé si tendrán ya munición o estómago para defenderlo. Quizá para los sanchistas también han acabado las lealtades y empieza la supervivencia.