Parece mentira, pero hay un gran grupo cultural que como sociedad hemos perdido. Las grupis. Aquellas chicas que causaron sensación en los años sesenta y setenta, que marcaban tendencia y que, a la vez, eran criticadas como las que más. Por supuesto, los fans siguen existiendo, pero esa sensación de exclusividad que venía con el título de grupi ha desaparecido por completo. Y muchos consideran que sin ellas el rock ya no es lo mismo.
Porque, a pesar de que la definición española no indica que solo puedan ser mujeres, las grupis solían ser chicas. Jóvenes, además, de entre 12 y 21 años. Lo cual es realmente preocupante porque muchas de ellas tenían relaciones sexuales con los artistas e incluso viajaban con ellos sin tener edad para votar. Leyre Marinas, doctora e investigadora de cultura pop, feminismos y música, ha escrito el libro Fucked Feminist Fans, en donde explora este fenómeno cultural que se hizo popular en los años sesenta. Y explica que estas chicas solían ser retratadas de dos maneras: la adolescente, desesperada por salir del hogar y ser "salvada" por la estrella del rock; o la celebrity, que fascinaba a la prensa y el cine.
En el relato cultural, estas grupis solo tienen el deseo de aprovecharse de sus ídolos. Ya sea económicamente, para trepar en la escalera social o por el simple deseo de poder decir que se habían follado a cierto famoso. Incluso aunque algunas de esas grupis celebrity vinieran de los más altos círculos sociales.
¿Qué diferencia hay entre una fan y una grupi?
"Ser fan es perder un poco la noción", dice Leyre Marinas. Durante casi una centena de páginas se sumerge en su estudio en la cultura de la grupi y señala que no es lo mismo. "Con la música ocurre lo mismo que con el fútbol o con la religión, hay una fe ciega", añade. Pero aquí es donde se produce la distinción que la escritora señala así: "Las grupis se diferenciaban del fenómeno fan por las características que presentaban como colectivo y porque con ellas se inició una sexualización mediática y cultural de las fans que no se había dado hasta el momento".
Es decir, es a partir de esta época es cuando empiezan a considerarse un icono popular, un arquetipo de mujer. Similar y a la vez diferente a las manic pixie dream girl que se pusieron de moda en los años 2000, mujeres que solo servían para favorecer al avance de la trama del personaje masculino principal. En este caso, del rockero.
Porque las grupis no se consideraban solo fans, "el fanatismo constituía su estilo de vida". Estaban fascinadas por toda la escena rock y compartían sus elementos estéticos e identitarios. "Desafiaba la moral estética femenina de la época y formaba parte de la filosofía DIY (Do it yourself: hazlo tú misma)", añade Marinas en su libro. Eran mujeres jóvenes -de entre 12 y 21 años- y representaban el cambio que se estaba produciendo a nivel social e ideológico. "Construyeron una subcultura desde los márgenes del movimiento fan mediatizado años antes", insiste la autora.
Los hábitos sexuales de las grupis
Empieza a considerarse como un "verdadero movimiento social y cultural" a partir de un conocido reportaje de la revista Rolling Stone en 1969 titulado The Groupies and the Other Girls. Escrito por tres hombres, se extiende a lo largo de quince páginas en donde no solo explica qué es una grupi sino que dan consejos sobre cómo ser una buena.
"Después de todo, una grupi es una chica de compañía sin ánimo de lucro. Como una geisha japonesa en muchos sentidos, como una amiga, como una ama de casa y, prácticamente, como todo lo que el músico necesita", señala el artículo de la Rolling Stone. También indican que hay algunas que son como amigas que les cuidan y otras que solo sirven para follar, algo en lo que estaban de acuerdo Jimi Hendrix o Jimmy Page.
Es evidente el factor sexista que se aprecia en estos comentarios. Cómo en cuanto el arquetipo de mujer se sale de los adjetivos tradicionalmente positivos pasa a ser uno negativo. Por eso las grupis alcanzaron tan mala fama, llegando a dificultar "el acceso de las mujeres a la industria más allá del rol de la cantante", explica Marinas.
Sin embargo, el papel de las grupis se idealizó incluso entre las mujeres. Cabe recordar que eran los años 60 y que no muchas mujeres podían aspirar a tener la libertad de la que presumían estas chicas en los ambientes de rock. Tanto a nivel sexoafectivo como de vestimenta, desafiando los roles de género y el binarismo. Y, por supuesto, a nivel consumo de sustancias.
¿Por qué ya no existen las grupis?
Para Leyre Marinas sí ha habido un cambio en lo que respecta a los fans y las grupis. La globalización ha permitido que cualquiera puede seguir a su ídolo por el mundo sin salir de su casa. Las redes sociales ofrecen en muchos casos un seguimiento que en otros casos sería imposible. "Creo que se sigue vendiendo esa idea despectiva de la grupi", dice la autora.
Incluso a pesar de que movimientos como el Me Too tendrían que haber destapado el lado más perturbador de las grupis. Que eran niñas liándose con señores mayores. Que la violencia sexual y de género ocurría con frecuencia. Algunas de las mujeres que fueron grupis en el pasado han hablado abiertamente del lado menos brillante de esos iconos culturales.
Sin duda, los músicos siguen acostándose con sus fans. Pocos son los que niegan que haya ocurrido al menos una vez, otra cosa es cómo ocurre. Con los DMs de Instagram y los mensajes instantáneos parece que todo se mantiene mucho más privado y resulta más difícil formar esa cultura común que viene de convivir. También es cierto que con cierto nivel de fama ya no existen las giras de tour bus. El sentido de comunidad ha desaparecido. Y al igual que otros tantos grupos, la tribu urbana de las grupis ya no existe.
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