El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictaminado que la juez Ángela Murillo no debió volver a juzgar a Arnaldo Otegi. Sus comentarios despectivos durante un juicio ya le invalidaron para ello y haber permitido que le juzgará después por tratar de restaurar la ilegalizada Batasuna solo ha servido para sacar los colores a la Justicia española.
Sus salidas de tono con el exportavoz de Batasuna provocaron que el Tribunal Supremo anulara la condena de dos años de cárcel que le impuso la sección cuarta de lo Penal de la Audiencia Nacional, que preside Murillo, por homenajear al preso de ETA José María Sagarduy. El Supremo ordenó repetir el juicio con un nuevo tribunal al estimar que se "prejuzgó" su culpabilidad al preguntarle la magistrada si condenaba la violencia de ETA. La vista se celebró de nuevo y finalmente resultó absuelto.
Fue en ese juicio, celebrado en enero de 2010 y después anulado, cuando Murillo y Otegi se vieron por primera vez las caras y, desde el comienzo de la vista, la magistrada logró robar el protagonismo al acusado con sus sorprendentes comentarios. "A mí como si bebe vino", fue uno de los primeros exabruptos que, en tono jocoso, dirigió Murillo indirectamente a Otegi cuando su abogada, Jone Goirizelaia, preguntó al tribunal si podía acercarle una botella de agua a su cliente, que entonces se había declarado en huelga de hambre.
Pero no fue hasta que concluyó el interrogatorio, cuando lanzó la frase que llevó a la anulación del juicio. La magistrada hizo uso de su potestad para plantear preguntas a los acusados y emplazó a Otegi a decir si condenaba "rotundamente" la violencia. "No voy a contestar", contestó el dirigente abertzale, a lo que Murillo reaccionó diciendo: "Ya sabía yo que no iba a responder", a lo que Otegi replicó: "Y yo que iba a hacerla (la pregunta)".
La Justicia española la respaldó
Pese a este precedente, Murillo volvió a formar parte del tribunal que juzgó a Otegi por tratar de reconstruir Batasuna a través de la organización Bateragune. Ni la Audiencia Nacional, ni después el Supremo y el Tribunal Constitucional admitieron la recusación que planteó contra ella Otegi. Consideraron que no estaba "contaminada" porque su imparcialidad quedó en entredicho en un procedimiento distinto, relativo a un delito de enaltecimiento del terrorismo.
Según dictaminó la Audiencia Nacional, ni la pregunta de Murillo, "ni su comentario, pueden constituir juicio alguno de valor en relación a lo que ahora es objeto de este procedimiento con lo que no cabe temer que exista una contaminación objetiva por haber exteriorizado una opinión previa", tal y como informa Efe.
La decisión, después refrendada por el Supremo y el TC, contó con el voto discrepante del magistrado ya fallecido Javier Martínez Lázaro, que consideró que la recusación debió ser aceptada porque esa pregunta a Otegi "implicaba un juicio previo sobre el posicionamiento del acusado en relación con la lucha armada". De este modo, una Murillo respaldada por los tribunales españoles volvió a juzgar a Otegi, motivo por el que ahora el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condena a España al considerar que con el precedente que ya existía debió ser apartada del caso Bateragune.
"¿Un tiro en la nuca es violencia política?"
En ese juicio, fiel a su carácter espontáneo y a pesar de la anulación del anterior, la magistrada tampoco pudo permanecer callada. Eso sí, en esta ocasión evitó interpelar al exportavoz de Batasuna. Esperó a que finalizara el interrogatorio a todos los acusados, que se presentaron como los artífices del giro en la estrategia de la izquierda abertzale de dejar de lado "la violencia política", para hacer una pregunta a la última en declarar, Miren Zabaleta.
"Usted se ha manifestado contraria a la violencia política ¿Qué es la violencia política? ¿Un tiro en la nuca es violencia política?", planteó la magistrada volviendo a la carga. Y es que no han sido pocas las veces en la que estas salidas de tono de la magistrada le han acarreado problemas en sus juicios.
En 2011 decidió abstenerse de juzgar al ex dirigente de ETA Francisco Javier García Gaztelu, "Txapote, y a otros tres etarras después de haberles llamado "cabrones" el primer día de juicio. Tras escuchar el sobrecogedor testimonio de la viuda del concejal de UPN en Leitza (Navarra) José Javier Múgica sobre el asesinato de su marido en 2001, la magistrada no pudo evitar exclamar ante la indiferencia mostrada por los acusados: "...Y encima se ríen estos cabrones", sin percatarse de que tenía abierto el micrófono.
En el escrito en el que anunciaba su renuncia para no causar "perjuicio alguno" a la causa, Murillo reconoció que su expresión fue "ciertamente desafortunada", si bien manifestó que, a pesar de ese comentario, su imparcialidad objetiva se mantenía "inalterada". Ángela Murillo, nacida en Almendralejo (Badajoz), se convirtió en abril de 2008 en la primera mujer en ser nombrada presidenta de una sección de la sala de lo penal de la Audiencia Nacional, tribunal en el que también fue la primera mujer magistrada, hace ya 25 años.
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