A Pedro Sánchez lo han mecido, aplaudido, manoseado y despechugado los creyentes, los lactantes y los publicistas del partido, como a un roquero, mientras la UCO y los jueces esperan fuera, igual que esa seca policía patrullera, ajena a la música y a las modas, en los conciertos de Elvis o Jim Morrison. Sánchez se ha dejado amar sobre las rosas en llamas de su partido, un PSOE que ya no existe sino como esa cama de rosas para su balada macarra (aquello de Bon Jovi) o como pegatina motera tatuada en el escape o en el culo.
Con un corazón palpitando en los pantallones como en una cama de UCI, con ropa de falsa pana o falso socialismo y con toda la nómina de Aldama, o eso cuenta él, bailando como por Xuxa, Sánchez aún iba de estrella que rompe las guitarras y las chaquetas, aunque él fuera más bien un cumpleañero de karaoke. Todo estaba comprado, de los globos a los discursos, que sonaban a mentira o a cague como a helio. El PSOE es sólo Sánchez y era sólo Sánchez el que se amaba o se drogaba triste y solitariamente en su cama salada y llena de cachivaches, mientras la UCO y los jueces esperan fuera no tanto como policías sino como camilleros.
Sánchez lo ha sacado todo para este congreso, pero eso es como lo que se saca del desván para la Navidad, que a veces es alegre y a veces es lúgubre
A Sánchez sólo le queda montar fiestas del fin del mundo mientras se le apagan las estrellas y se le cae el cielo encima como una carpa de circo. Lo de Sevilla tenía que establecer un sanchismo como para mil años, pero ni el español ni la verdad van a aguantar tanto. Tampoco los soplones, que están cantando lo más grande porque saben que callarse o mentir no les sirve de nada, al menos mientras no llegue un tipo con diente de oro y les ofrezca algo mejor que lo de la fiscalía, una oferta que no puedan rechazar.
El congreso de Sevilla era como una fiesta de yate y allí no se jugaba nada, aparte de alguna intoxicación por gambas y alguna insolación de manzanilla. No es por Sánchez, todos los congresos son coreografías chinas, con sombrillas y dragones de papel, salvo que el partido esté en guerra. Y el PSOE no está en guerra, aún sigue a la espera. No se fíen de los vítores y los desmayos, que un día los partidos están aplaudiendo al líder y al siguiente están aplaudiendo su entierro como el de un enemigo o como el de un infante.
Sánchez lo ha sacado todo para este congreso, pero eso es como lo que se saca del desván para la Navidad, que a veces es alegre y a veces es lúgubre. Árboles desvarillados, poblados reblandecidos, ángeles apulgarados de cielo, estrellas melladas, luces tuertas, bolas podridas como medios limones, y un belén de gente y animales de tamaño disparejo y pesadillesco, donde el Niño Jesús puede ser más grande que el San José o que el buey (algo así es Sánchez, rebosando el PSOE como el pesebre). Sánchez tiene lo que tiene, un partido con coro de ángeles de cajón, a él en pañales divinos o en zamarra de pastorcillo, y a su señora Begoña Gómez con manto virginal y pesantez de preñez o de paso de burra, que ha sido recibida en Sevilla como una especie de Macarena sosa. Incluso hemos visto, detrás de esta Sagrada Familia nuestra, al padre Ángel, no sé si bendiciendo en un latín linkedinés las cátedras latinas, linkedinesas y abusadas de Begoña, o maldiciendo las imputaciones sanedrinescas de la fachosfera.
Incluso hemos visto, detrás de esta Sagrada Familia nuestra, al padre Ángel, no sé si bendiciendo en un latín linkedinés las cátedras latinas, linkedinesas y abusadas de Begoña, o maldiciendo las imputaciones sanedrinescas de la fachosfera
Sánchez tiene eso y a sus Reyes Magos a la cola o yendo lentamente p’alante. O sea, María Jesús Montero, con esa cosa orientaloide de los andaluces de andalucismo recargado, falsificado o falsificador, ese andalucismo del Rastro como ese bizantinismo del Rastro o ese socialismo del Rastro que dio todos los ERE. Y Santos Cerdán, que más que rey mago o paje parece el Sancho Panza de Sánchez, de Puigdemont o de Aldama. Y Óscar López, que es como un Bolaños del futuro que viene a decir lo mismo que el Bolaños del presente pero como con tristeza e irrevocabilidad de toda una vida diciéndolo. A los tres los ha tenido que mantener Sánchez o iba a parecer un reconocimiento de culpabilidad o un insulto a la tradición, como quitar del belén al cagón. Ya digo que los soplones no mienten salvo que eso les dé más ventaja que la verdad, y es lo que uno no ve de momento. De todas formas, si los imputan tampoco será el fin de Sánchez, que no se va a rendir aunque se lo lleven detenido como a un rapero arrastrando sus cadenones o a un gurú arrastrando el cordoncillo. La conspiración ya incluye a demasiada gente, pero Sánchez no tiene mucho más en el desván ni en el repertorio.
Sánchez tiene lo que tiene, este belén roído por ratones de villancico más una población socialista pastoril, flautista y quesera que parece adorar, amasar o bailar pero en realidad sólo espera, como se espera siempre en Navidad o en política, que el que se mueve, ya lo dijo Guerra, no sale en la foto con el pavo. Sánchez tiene lo que tiene y por supuesto lo ilumina con alegría, papel de plata y luces como cimitarras en el cielo o en los ojos, que lo mismo cuadra para la Navidad que para un colocón rocanrolero. Sánchez ha hecho en Sevilla una cosa entre concierto de rock, fiesta con zambomba y fiesta con cachimba, algo que a lo mejor sólo podrían hacer él o Silvio. Pero era una fiesta privada, con colocón privado y redención privada.
Los partidos, como los roqueros o los gurús, pueden pasar en nada de estos jolgorios a las tumbas con gaitero, con cornetas de la Macarena o con monje tibetano. Si aún hay fiesta es porque todavía no ha empezado la guerra. Hasta Page se ha ido contento sin más que unas ambigüedades sobre la financiación autonómica, y ya vuelve a esa pacífica labor crítica que parece sólo una labor de ganchillo. Las fiestas del fin del mundo siguen siendo fiestas, las mejores incluso. Medio muerto o muerto del todo, como Iggy Pop, Sánchez sigue en el escenario o en el colchón. Pero, fuera, ni los españoles, ni los soplones, ni los jueces, ni la policía, ni los camilleros ni los funerarios parece que vayan a esperar mucho más. Falta saber cuánto va a esperar el PSOE.
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