"La revolución siria triunfó. El cruel régimen de Assad fue derrocado". Es el rótulo que difundió este domingo la televisión estatal siria, hasta entonces el principal altavoz de Bashar Asad y su círculo más próximo. Un brutal ajuste de cuentas con los últimos 53 años de historia siria tan rápido como inimaginable hace apenas unos días, con el rostro del dictador aún ubicuo en las calles de la Siria gubernamental. Durante la jornada un multitud peregrinó por primera vez hasta los palacios de Asad, convertidos en epicentro de las celebraciones por su ocaso. Hubo quienes se tomaron selfies en sus estancias y quienes prefirieron llevarse algunos de los objetos o mobiliario, como el turista que se hace con un souvenir tras un revelador viaje. A última hora del domingo, Rusia confirmó que le había proporcionado asilo a Asad y su familia.
Tras 13 años de traumática y sangrienta guerra civil -con más de medio millón de muertos, seis millones de refugiados y un país dividido y devastado-, el pueblo sirio despertó con la incertidumbre de lo que está por venir. Las estatuas de Hafez Asad, padre del ahora fugitivo presidente sirio, y de su familia fueron cayendo en todas las plazas que la oposición siria ha ido conquistando en los últimos 12 días. También fueron derrumbándose en los que eran considerados bastiones del régimen como Damasco, Latakia y Tartús en un efecto dominó imparable.
Como un azucarillo
La imagen es tan simbólica como poderosa. El régimen que construyó Hafez Asad se ha desvanecido como un azucarillo en apenas semana y media, tras resistir agónicamente durante 13 años de conflicto y perder el apoyo de sus valedores, Irán y Rusia. Sus otrora tropas apenas han ofrecido resistencia. La batalla por Damasco no sucedió. Los disparos fueron al aire en señal de júbilo por desligarse precisamente de la familia que ha reinado durante un largo medio siglo.
Hafez Asad llegó al poder en 1971. Se mantuvo en la presidencia del país hasta fallecer en 2000. Fue una de las figuras que había participado en el golpe de Estado que en 1963 que llevó hasta la cúspide a la sucursal siria del Partido socialista árabe Baaz, el mismo que gobernó Irak bajo el yugo de Sadam Husein y la formación que se ha mantenido hasta ahora al frente de una Siria desgarrada por una extenuante guerra con la participación de vecinos regionales y potencias internacionales.
Hafez impuso su poder incontestable a través del terror de la represión y de episodios sangrientos como la masacre que tuvo como escenario la ciudad de Hama en 1982. En febrero de aquel año las fuerzas de seguridad de Asad mataron a decenas de miles de ciudadanos para sofocar un levantamiento liderado por la filial siria de los Hermanos Musulmanes. Durante tres semanas, el régimen sirio reprimió a los insurgentes y a los residentes inocentes de Hama en lo que algunos expertos denominaron "el acto más mortífero de cualquier gobierno árabe contra su propio pueblo en el Oriente Medio moderno".
Bashar, el oftalmólogo que fue presidente inesperado
Bashar Asad heredó ese legado tras la muerte de su padre y mantuvo su puño de hierro perpetuando el dominio de su secta alauí en un país de mayoría musulmana suní, preservando su alianza con Irán y Rusia y su hostilidad hacia Estados Unidos e Israel. No había sido elegido para suceder a su progenitor pero la muerte de su hermano Basel en un accidente de coche en 1994 trastocó su planes. Dejó su empleo de oftalmólogo en Londres y tuvo que retornar a Damasco.
Su rehabilitación occidental -con reportajes dedicados a su esposa Asma, un ex banquera educada en Londres- quedó truncada por el estallido de la Primavera Árabe. A las demandas democráticas su población Asad respondió con la fuerza bruta y comenzó a sellar su destino en un país multiétnico que sacrificó su propia supervivencia, involucrando a tropas rusas e iraníes en su auxilio.
Cuando muchos le creían muerto políticamente, su alianza con Teherán y Moscú y el uso de armas químicas contra su propio pueblo -que él siempre negó- le permitió continuar reinando en Damasco. Consiguió confinar a la oposición en un rincón del noroeste de Siria y recuperó cierta calma en el territorio bajo su control a pesar de unas sanciones internacionales que lastraron su economía junto a la eterna corrupción.
Para recuperar las vastas zonas del país que habían caído en manos rebeldes, Asad no dudó en sacrificar el futuro de su país. A golpe de bombardeos rusos y milicias apoderadas de Irán, recuperó gran parte del territorio perdido. Nadie le detuvo. Hizo desaparecer a opositores en las infames cárceles del país, como la de Sednaya, apodada el "matadero humano"; firmó asedios donde quedó nada que llevarse a la boca; y promovió el desplazamiento forzoso de los últimos bastiones rebeldes.
Hafez II, el cachorro que solo heredará exilio
En los últimos años Asad recuperó lazos con algunos países árabes como Emiratos Árabes Unidos y llegó a creerse salvado. Había logrado, pensaba, mantener a la dinastía Asad en el poder. Ya pergeñaba incluso su posible recambio: Hafez, su primogénito al que llamó como el iniciador de una estirpe desbaratada ahora por una semana y media de ofensiva rebelde y la retirada de apoyos de sus valedores internacionales, Rusia e Irán. El joven apenas tiene 23 años pero, desde que alcanzara la mayoría de edad, fue promovido por el régimen.
“La presencia de Hafez creció mucho en los últimos años a pesar incluso de la guerra. Los medios estatales le han mostrado como un chico inteligente, un buen ser humano que visita a los heridos y es respetado en la escuela”, relató el activista sirio Asaad Hanna, uno de los millones que tuvo que abandonar el país. “Pero todo eso es propaganda. Su familia vive con coches de lujo en Dubai y su primo asesinó a un general hace unos años porque conducía despacio”.
En los últimos años recorrió parte del mundo como un miembro más de la delegación de la Siria gubernamental enviada a las olimpíadas matemáticas. En 2017 asistió al torneo en Río de Janeiro y un año más tarde en Bucarest. En ambas citas se dejó fotografiar en público junto a sus colegas e incluso llegó a conceder alguna breve entrevista. “Esto no es una guerra civil. Es gente que está invadiendo nuestro hogar. Es una guerra contra la gente. El pueblo y el Gobierno están unidos contra los invasores que está conquistando el país”, deslizó el entonces adolescente en una conversación con el rotativo brasileño O Globo, repitiendo como un mantra la versión que ha mantenido el régimen sirio, auxiliado por rusos e iraníes.
El periodista Stephen Starr, que vivió un lustro en Damasco hasta 2012, tuvo ocasión de conocer al pequeño junto a sus otros dos hermanos Zein y Karim. “Dice que quiere estudiar ingeniería pero todo el mundo sabe qué destino le aguarda. Es posible que falten aún décadas para que tome el control pero Hafez está siendo preparado para una vida de acuerdos, represión y brutalidad con el objetivo de que su apellido gobierne Siria otra generación”, recordó el reportero. Un destino escrito que este domingo se desvaneció, con la rapidez con la que las estatuas de la dinastía Asad mordían el polvo y los retratos de padre e hijo eran borrados del callejero de los enclaves liberados de su yugo.
Te puede interesar
1 Comentarios
Normas ›Comentarios cerrados para este artículo.
Lo más visto
- 1 El Independiente | El diario digital global en español
- 2 El amigo de Mohamed VI, el español que le juró “lealtad hasta la muerte”
- 3 ¿Qué pasa (ahora) en Venezuela?
- 4 Alice Weidel a Musk: Hitler era socialista y antisemita nosotros no
- 5 España se prepara para una nevada histórica
- 6 Fotos, abrazos y emoción de los Reyes al despedirse de Leonor
- 7 “Marruecos no es sostenible. La revuelta popular es inevitable”
- 8 Galerías Preciados: el triste final de la empresa que 'inventó' las rebajas y cameló a Carmen Polo
- 9 Cómo se formaron las Islas Canarias: La teoría del punto caliente
hace 1 mes
Al menos protegía a los cristianos