El fármaco Captagon, una droga sintética, "la cocaína de los pobres", ha pasado de ser considerado un medicamento legal a ser un eje central de la economía Siria y, por tanto, una amenaza mundial. Siria, un país devastado por más de una década de guerra civil y de enormes sanciones internacionales, ha encontrado en el Captagon un recurso imprescindible para conseguir ingresos. Pero este fenómeno esconde una constitución muy compleja de implicaciones de tipo económico, social y político que afecta al país y, por lo tanto, también al resto del mundo.
Captagon, la 'cocaína de los pobres' que viene de Siria
Historia y evolución del Captagon
El Captagon fue lanzado al mercado en 1961, como un medicamento utilizado para el tratamiento de trastornos tales como la narcolepsia, la depresión y el TDAH. Fue un medicamento desarrollado por la empresa alemana Chemiewerk Homburg, como una alternativa más segura a las anfetaminas, que rápidamente empezó a ser utilizado de manera indebida. Debido a su alto potencial adictivo, recibió una prohibición en 1986, que marcó el punto de inicio de su camino como un estupefaciente.
Orígenes farmacéuticos
En sus orígenes, el Captagon era básicamente fenetilina, una sustancia que estimulaba la actividad del cerebro sin que la tensión arterial se viese alterada en un alto grado. Considerada como un medicamento innovador, los efectos secundarios, desde la dependencia psicológica hasta el aumento de la irritabilidad, llegaron en última instancia a revelar su lado más cruel.
Transformación en droga de abuso
Prohibido en el occidente, el Captagon encontró en el Oriente Medio un mercado mucho más rentable. Su bajo coste y los efectos de sensación de euforia hicieron de él "la droga de los pobres". Su capacidad de mantener a los consumidores despiertos y sin hambre, por otra parte, hicieron de él una droga muy popular entre estudiantes, trabajadores y soldados. Se le ha llegado a denominar "la droga de los yihadistas" por su supuesta relación con algunos grupos extremistas.
Producción y distribución del Captagon en Siria
El declive económico y su impacto en la producción ilegal
Con una economía devastada por la guerra y las sanciones internacionales impuestas por el mundo occidental, Siria ha transformado la producción de Captagon en una industria de miles de millones de dólares. De este modo, en una economía donde las actividades económicas legales son pocas, el comercio ilegal de drogas ha encontrado un espacio para desarrollarse. El narcotráfico estima que genera más de seis mil millones de dólares en negocios anuales.
La maquinaria de guerra en Siria sostiene al Captagon
Informaciones apuntan que personas del entorno más próximo al presidente Bashar al Assad, como su hermano Maher al-Assad, están involucradas en la producción y en el tráfico de Captagon. Se han encontrado laboratorios de Captagon que se vinculan al ejército sirio y se utilizan puertos controlados por parte del régimen para exportar la droga. El Captagon financia la supervivencia del régimen y a su vez se convierte en un instrumento para mantener alianzas estratégicas en el área.
Ruta del tráfico: de Siria a Europa
Con origen en Siria, la ruta del Captagon se extiende desde Jordania y Líbano, pasando por Arabia Saudí, hasta llegar a Europa. Al año 2021, se habían decomisado más de 250 millones de píldoras, lo que da cuenta de la magnitud del problema. Arabia Saudí, uno de los principales mercados de Captagon, ha interceptado expediciones de Captagon en envíos muy diversos, como frutas o maquinaria industrial.
Implicaciones económicas y sociales del Captagon
Captagon: motor económico de un régimen en crisis
Se ha caracterizado al Captagon como el "sustento económico del país" de Siria, donde, ante la economía colapsada por la guerra, esta específica droga se ha adaptado como el producto estrella del país para exportar. Las sanciones internacionales han forzado a los actores estatales y no estatales (entre ellos el régimen) a tratar de sobrevivir del narcotráfico para sobrevivir.
El papel de Captagon en el escenario global de las drogas
La expansión del Captagón implica nuevos grandes retos en las distintas esferas a escala global, hasta el punto que su bajo precio y la facilidad de elaboración lo convierten en algo atractivo para estrechar de otra forma contactos comerciales con otros mercados, si bien el impacto social que tiene, desde la adicción hasta la práctica de la violencia asociada al propio Captagon, lo convierten en una cuestión de gran preocupación. Esto lo argumentan las distintas organizaciones internacionales y las distintas instancias gubernamentales: combatir no sólo el tráfico de Captagon, sino también la sustancia misma o las distintas redes políticas o militares que lo sostienen.
Su amplia expansión refleja cómo la guerra, las sanciones y la desesperación han transformado un medicamento en una cuestión de carácter global; esto también representa cómo el mundo observa con preocupación la forma en que un narcótico como el Captagon representa un fenómeno geopolítico fundamental.
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