Hasta la llegada de Pedro Sánchez a Moncloa, la relación entre el Gobierno y la Casa Real se regía por las más estrictas normas de la discreción y el respeto. Incluso en los momentos en los que las andanzas de don Juan Carlos creaban situaciones incómodas, los distintos gobiernos (González, Aznar, Zapatero y Rajoy) sellaban sus labios y se cuidaban de que los medios trataran esos asuntos con algodones.
Pero ese modelo ha cambiado. Que la relación entre Moncloa y Zarzuela no es buena no es un secreto. Lo peor es que ahora los desencuentros no se comentan en privado, en off the record, sino que se hacen públicos sin ningún tipo de restricción.
En poco más de un mes hemos tenido dos ejemplos de esa tensa relación. El primero se produjo el pasado 3 de noviembre, cuando el ministro de Transportes, Oscar Puente, criticó la visita a Paiporta de los Reyes, que estuvieron acompañados por el presidente del Gobierno. Puente calificó, en una entrevista en La Sexta, de "un error" aquella visita, en la que un grupo de vecinos increpó y trató de agredir a Pedro Sánchez. "Probablemente no era el momento oportuno", puntualizó el ministro. Mientras tanto, desde Presidencia se les decía a los periodistas que fue la Casa Real la que se empeñó en ir, aunque los servicios de seguridad de Moncloa habían advertido de los riesgos de pasear por las calles todavía embarradas, dado el grado de tensión existente entre los vecinos de la localidad en la que la DANA causó el mayor número de victimas.
El segundo, y más grave, se ha producido esta semana con motivo de la no asistencia ni de los Reyes ni de ningún miembro del Gobierno a los actos organizados en París con motivo de la rehabilitación de la catedral de Notre Dame.
Ante la sorpresa que causó la ausencia de España de un acto tan simbólico, el Gobierno informó que tanto los Reyes como el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, habían sido invitados y declinaron asistir. El departamento de Cultura justificó al ministro argumentando un compromiso privado. Luego se supo que ese mismo día, a la hora en la que los jefes de Estado y primeros ministros de medio mundo se encontraban en París junto a Macron, Urtasun disfrutaba con un espectáculo circense.
La Casa Real contestó a los medios que le consultaron que "no hubo ningún preparativo para asistir a París, porque nunca estuvo en agenda". Es decir, que el Gobierno debía de saber que ni don Felipe VI ni doña Letizia acudirían a la ceremonia de reapertura de Notre Dame.
La polémica podía haberse zanjado haciendo mutis por el foro, pero el ministro de Exteriores se sintió concernido por ese fallo diplomático imperdonable. El propio Urtasun lanzó un dardo directo a Albares, que es, a veces a su pesar, el responsable de la acción exterior de España.
En lugar de asumir sus responsabilidades por la metedura de pata de Notre Dame, el ministro de Exteriores le da una tarascada a Camilo Villarino, Jefe de la Casa de su Majestad el Rey
¿Qué hizo Exteriores? Trasladar su "enfado" no sólo con Urtasun, sino con la Casa Real por no transmitir al ministro que habían sido invitados y que declinaron su asistencia al acto de París.
Inaudito. Albares abroncando a su colega Camilo Villarino (Jefe de la Casa de Su Majestad el Rey) a través de los medios de comunicación, a quien Exteriores dio su versión de los hechos sin ningún rubor.
Tiene razón Urtasun al decir que el responsable de la acción exterior es el Ministerio de Asuntos Exteriores. No sólo eso. Como bien recuerda el ex ministro de Exteriores José Manuel García Margallo, la ley de Acción Exterior (2014) en su artículo 5 establece la obligación de coordinar la agenda exterior de todos los órganos constitucionales al Ministerio de Asuntos Exteriores.
Albares, que fue embajador en París, debía saber que ni la Casa Real, ni el ministro de Cultura iban a estar presentes en la ceremonia de Notre Dame. Y tenía que haber buscado una solución, que a lo mejor pasaba porque fuera él mismo quien debía haberse trasladado a la capital francesa. O bien, debía hacer encargado a otro miembro del Gobierno que así lo hiciera, al menos para no hacer el ridículo.
Pero, en lugar de sacar una lección de la metedura de pata y asumir sus propias responsabilidades, Albares le da un capón a Urtasun y otro a la Casa Real.
No veo yo que exista una premeditación en dejar vacía la silla de España en una de las catedrales de la cristiandad por excelencia. Ni tampoco que la alergia a encontrarse con Donald Trump sea la causa de este absurdo incidente.
Más bien creo que es atribuible al atolondramiento, al desconocimiento por parte de Albares de cuál es su papel en el gobierno, además de decirle siempre que sí a todo lo que dice Sánchez. Si ya esto es preocupante, mucho más aún es cuando, desde fuentes próximas al Gobierno, se inscribe la tarascada a la Casa Real en una nueva era en la que el Ejecutivo, empezando por su presidente, no le rinde pleitesía al Rey y muestra abiertamente sus discrepancias con él como si eso fuera el sumun de la democracia. Uno no puede más que alarmarse: ¡En qué manos está el pandero!
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hace 1 mes
La imagen ha sido pésima a nivel internacional. No conozco las interioridades pero estoy convencido de que no ha sido culpa de los Reyes. Y más cuando hay por el medio un tipejo roedor como es un tal Urtasun.
Otro tema al margen de éste. Ya que va Ud Sr García -Abadillo a tertulias radiofónicas no deje que otro insolente y prepotente tertuliano socialistorro, le avasalle y le impida explicar sus ideas y planteamientos.
Saludos.
hace 1 mes
Todo es otra trola. El psicopata,alérgico a la iglésia, dijo que no iba nadie.Cuando han visto la cagada, reculan.
Cómo se explica que no fuera el embajador español?
También tenía circo?
Eso fue una orden directa de Napoleonchu
hace 1 mes
No es ninguna novedad el ninguneo constante de Sánchez al Rey solo hay que ver las imágenes desde que fue nombrado presidente. Este gobierno está potenciando la crispación al máximo culpando a los demás de su propia soberbia y buscando ponernos en la época del admirado Largo Caballero. No hemos aprendido nada y ahí seguimos cien años después con los mismos fallos y los mismos actores.