Recién estrenado el siglo XXI, el expresidente de Gobierno José María Aznar popularizó una frase que ha quedado tan estrechamente asociada a su figura que ningún otro jefe del Ejecutivo, con motivos o sin ellos, la ha repetido: "España va bien".
Para sacar pecho, a José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo, le tocó tirar de metáfora futbolística para decir aquello de que España formaba parte de la Champions económica. Después, en plena crisis, Mariano Rajoy tan solo pudo recordar que España, a diferencia de otros países del entorno, no tuvo que pedir rescate. Estos días, en plena vorágine judicial, el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, se esfuerza por hablar de economía, por ahora sin éxito. Pero, ¿qué significa para un país ir bien? Por norma general, quiere decir que los indicadores macroeconómicos son positivos.
Aunque es verdad que media un abismo entre los grandes modelos económicos y la realidad de las familias y que nadie se despierta con una subida de sueldo por una décima más o menos en la previsión del PIB, se supone que, tarde o temprano, estas señales se dejan notar.
En España, las señales dicen que la economía no van mal. De hecho, van incluso mejor que lo que se pronosticó hace unos meses, cuando ya se habló de la robusta respuesta de la economía a la crisis sobrevenida por la pandemia. Ni siquiera la DANA, la tormenta que arrasó en octubre parte de la Comunidad Valenciana, el equivalente al 2% de la economía española, ha frenado la buena racha.
Este martes, el Banco de España estimó en un 3,1% el crecimiento del PIB nacional al cierre de 2024. La cifra mejora en tres décimas los pronósticos del pasado mes de septiembre, que ya eran optimistas. Además, el organismo pronostica una mejora de la inflación: del 2,9% al cierre de 2024 al 2,3% en diciembre de 2025 y al 1,7% en 2026.
La inflación subyacente, que no tiene en cuenta la energía ni el precio de los alimentos no elaborados por su alta volatilidad, descendería paulatinamente, según este pronóstico, del 2,9% actual al 1,8% en 2027, más de un punto porcentual. Y la tasa de paro también mejoraría, según el Banco de España: del 11,5% de 2024 al 10,8% el año que viene, pasando por el 10,4% en 2026 y cerrando por debajo de los dobles dígitos en 2027, con el 9,9%.
Las previsiones del organismo con respecto a la deuda de las administraciones públicas también son positivas: del 103,1% sobre el PIB actual al 101,8% en tres años. Hay que recordar que en 2020, tras la pandemia, estas cerraron el año por encima del 120% de deuda sobre el PIB.
Con estos ingredientes sobre la mesa, lo esperable por los expertos es un muy buen comportamiento del consumo privado. No es el caso. Si bien el PIB está ya cinco puntos por encima de los niveles prepandemia, el consumo privado anda más o menos en niveles del cuarto trimestre de 2019. En el otro lado de la moneda, están mejorando las tasas de ahorro: se situó en el 14,2% de la renta bruta disponible en el primer trimestre de 2024, por encima, recuerda el Banco de España, de los promedios históricos. La España macroeconómica puede ir como quiera, pero las familias no se lo terminan de creer.
"En nuestras encuestas, preguntamos a la gente cuánto creen que han subido los precios, cuánta es la inflación. Las respuestas que nos dan están por encima de la inflación real", ha explicado este martes al respecto Ángel Gavilán, director general de Economía del Banco de España. Pero ellos no son los únicos que se han topado con esta realidad. El pasado mes de junio, el barómetro de consumo del Observatorio Cetelem apuntó que el 47,6% de los españoles creía que en los próximos 12 meses la economía permanecería estable, mientras que el 28,3% argumentaba que empeoraría.
Solo un 24,2% se mostraron optimistas con respecto al futuro. Estos datos vienen finalmente refrendados por la Consumer Expectations Survey, una encuesta elaborada por el Banco Central Europeo. En sus últimos resultados, del pasado mes de octubre, las expectativas de crecimiento económico para los próximos 12 meses se volvieron más negativas, situándose en el -1,1%, frente al -0,9% de septiembre. Sin embargo, los encuestados europeos se mostraron algo más optimistas, por ejemplo, con el empleo: las expectativas para la tasa de desempleo a 12 meses vista disminuyeron hasta el 10,4%, frente al 10,6% de septiembre. De nuevo, la realidad choca con la percepción.
Las rentas altas y las que alquilan coinciden: buscan casa
También es cierto que hay otros factores que explican el mayor ahorro. Desde el Banco de España apuntan, por ejemplo, hacia un mayor peso poblacional de los hogares con el cabeza de familia no residente en España. La población no residente o con doble nacionalidad, recuerdan desde el organismo, tienden a ahorrar un 1,3% más que los residentes.
Pero hay datos que escapan de lo esperable. "Lo que nosotros preguntamos en nuestras encuestas para conocer la propensión al gasto es qué proporción de un premio de la lotería equivalente a un mes de sueldo gastarían en los próximos 12 meses", ha explicado Gavilán. En 2021, la media fue de un 36,9% de este eventual e imaginario premio, mientras que en 2016, con las consecuencias de la crisis económica todavía coleando, el porcentaje se fue al 40%.
Por otro lado, los analistas recuerdan que no todas las familias gastarían lo mismo en este escenario, aunque pueden converger. Las que acumulan mayores rentas, según datos de 2022, gastarían un 39,1%, una cifra próxima al 38,1% que sacarían de su bolsillo los no propietarios.
El motivo de esta semejanza es que su interés es el mismo: andan detrás de la vivienda. "Tenemos motivos para pensar que las rentas más altas están acumulando capital para invertir en activos como del sector inmobiliario. En el caso de las familias no propietarias, muchas han experimentado un aumento de renta disponible que les permite pensar por primera vez en acceder a la compra de vivienda. Pero para eso hay que ahorrar", detalla el director de Economía del Banco de España.
"Es verdad que el dato parte de plantear un escenario hipotético como es imaginar que nos toca un premio de lotería, pero cuidado, porque hemos encontrado correlación entre lo que hallamos en las encuestas y los patrones de gasto", detalla Gavilán, que añade a su explicación: "Hay mucha literatura sobre esto. Por ejemplo, sabemos que las personas que hacen la compra tienden a sobreestimar la inflación porque se basan en lo que suben los alimentos, no en lo que sube la inflación general". Con motivos o sin ellos, las familias españolas por ahora no son tan optimistas como el Banco de España, lo cual, paradójicamente, puede terminar lastrando estas mismas previsiones.
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