El 28 de octubre fue un día "como otro cualquiera" para Cristian Lacalle. Este teniente de la Guardia Civil acudió a las siete de la mañana a su puesto en Chiva, un municipio valenciano. Pasó la jornada "sin ninguna circunstancia excepcional". Nada le haría sospechar que, en 48 horas, se iba a convertir en el héroe de la DANA para sus vecinos.
Al día siguiente, el puesto de mando del Instituto Armado del pueblo empezó a recibir avisos de inundaciones a eso de las 11 de la mañana. Los días anteriores, en el café de media mañana, ya se comentó que a finales de mes iba a llover mucho. "Comenté con el dueño de un bar de Cheste que había visto en el periódico que iban a caer 150 o 200 litros". Pero con el final de la jornada laboral del teniente también cesó la lluvia. Pensó que todo había acabado. A las 14:30 se fue a entrenar crossfit, como suele hacer. Pero a las cinco de la tarde se dio cuenta de que tenía que volver al trabajo de manera excepcional.
Una de las primeras intervenciones fue en una urbanización de Chiva, donde auxiliaron a un matrimonio afectado por el derrumbe parcial de su vivienda. Él mismo grabó imágenes del rescate y las envió a los responsables de prensa de la Guardia Civil. Aunque hubo otras incidencias, señala que eran manejables con los recursos disponibles: "Con los que éramos había más que suficiente para acometer lo que nos estaba llegando", recuerda en una entrevista con El Independiente.
Con la caída del sol y el paso de las horas, el trabajo se complicó. Las imágenes están todavía frescas en la memoria del mando de la Benemérita. Las lluvias torrenciales empezaron a inunduar calles y anegar carreteras. La luz eléctrica comenzó a fallar. Las comunicaciones no llegaban. La situación en su casa iba empeorando. "El agua estaba a 40, 50, 60 centímetros... ya veía cómo los enseres los estaba llevando". Salir de su vivienda se hacía imposible. Sus hijas no entendían que su padre tuviese que ir a la calle con la que estaba cayendo.
El 4x4 de la Guardia Civil
Llamó a sus compañeros para que lo recogieran en un todoterreno, que estaba en mal estado, pero era la única opción disponible. Cuando consiguió alcanzarlos, les pidió que le dejasen conducir. Lacalle es vecino de Chiva, por lo que se conoce a la perfección sus calles. Supo por donde conducir, en qué momento podía subirse a las aceras, cuándo bajarse... Todo ello con el agua por las rodillas, y con una fuerza que movía el 4x4.
En un punto del camino, los agentes se vieron obligados a abandonar el vehículo debido a que corría el riesgo de ser arrastrado: "Nos agarramos los tres compañeros, mano sobre mano, con el pensamiento de que si alguno se soltaba, nos íbamos todos o no nos íbamos nadie". Así, caminaron bajo condiciones peligrosas hasta refugiarse en la casa de un vecino que les ofreció ayuda.
Durante la noche, la situación se tornó crítica. El teniente Lacalle relata cómo intentaron auxiliar a una trabajadora atrapada en un centro veterinario, pero fue imposible debido a la fuerza del agua: "El agua corría a una altura de tres metros; los coches pasaban como si fueran papel. Era inviable llegar allí". Por suerte unos vecinos consiguieron romper un cristal y sacarla.
El rescate de Teresa
Teresa es una mujer mayor con movilidad reducida. Se quedó atrapada en un menos dos junto a su cuidadora. En el relato de Lacalle todavía se puede escuchar el agua arrasar con todo y notar las gotas cayendo al estrujar la ropa de la anciana. Dice el teniente: "La cogí por el torso, el compañero Lorenzo por los pies y Martín me sostenía a mí. Entre los tres la subimos por una escalera tan estrecha que apenas cabíamos". En el primer tramo de subida tuvieron que hacer una pausa. Cogieron aire y siguieron hasta su coche. La metieron dentro del vehículo. "Ella no entendía que la dejáramos allí, pero era lo más seguro".
El desconcierto era total. La gente salía a oscuras desorientada, sin entender muy bien qué pasaba. "Nos encontrábamos vecinos con paraguas que intentaban ir a casa de sus hijos. Les teníamos que parar y pedirles que regresaran a sus hogares".
Una de las situaciones más alarmantes ocurrió en la calle Ramón y Cajal, donde detectaron una fuga masiva de gas: "El gas era exagerado... hasta el habla se volvía pastosa, comenzaba a doler la cabeza. Había muchísimo". Sin la posibilidad de recibir ayuda inmediata, decidieron desalojar toda la calle, compuesta por bloques de hasta cinco pisos. "Usamos la megafonía del coche para que la gente saliera de sus casas. Algunos pedían ayuda para ancianos o niños, y los sacábamos cargándolos a mano".
Mientras trabajaban en esa calle, un vecino los alertó sobre el colapso de un bloque de viviendas cercano. Con la linterna, verificaron que la estructura se estaba desmoronando: "Tuve que desalojar todas las viviendas a la carrera, corriendo ante el evidente peligro de que todo se colapsara." Salvó la vida de entre 400 y 500 personas. Al final, un hombre pudo cerrar la llave del gas de todo el pueblo para evitar una catástrofe.
"El día de la marmota"
Al amanecer, el agua comenzó a retroceder y la Guardia Civil reorganizó sus esfuerzos. Establecieron un Puesto de Mando Avanzado (PMA) para gestionar los recursos y priorizar las necesidades. Lacalle destaca el apoyo recibido: "Desde primera hora, la Comandancia envió refuerzos, drones, perros y especialistas. Incluso los vecinos comenzaron a limpiar las calles".
El oficial continuó trabajando jornadas largas en los días siguientes, describiendo su rutina como "el día de la marmota". Salió el día 29 a las cinco de la tarde, después de trabajar todo ese día. Regresó definitivamente el 30 a las 11 de la noche. Las jornadas venideras se levantaba a las cuatro de la mañana y regresaba a su hogar cerca de la medianoche. Sin embargo, el agotamiento no detuvo su compromiso. En una ocasión, tuvo que evacuar más edificios debido al colapso parcial de una estructura histórica, la Mutua de Chiva.
-¿Con qué se queda de aquellos días?
-Con que el fin de la Guardia Civil es el auxilio ciudadano. Estamos para servir y proteger, y más en situaciones como esta.
El teniente Lacalle resalta el compromiso de sus compañeros: "Todos, estuvieran de libranza, de vacaciones o de baja, se tiraron a la calle". Reconoce además la solidaridad de los vecinos y las autoridades locales, quienes trabajaron juntos para superar la tragedia: "Lo más positivo fue la unión de todos, desde los políticos hasta los ciudadanos. Sólo había un objetivo: ayudar a la gente".
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hace 6 horas
La Guardia Civil es un cuerpo espléndido. Incluso teniendo algún garbanzo negro, que en todos los sitios hay. Solo tienen un defecto: tienen la mala costumbre de coger la punta de un hilo y no soltar hasta que desentrañan el ovillo. Eso no sienta bien ni a toda la colección de ganapanes de los alrededores, la mitad de ellos despojos con buen aspecto decididos a podrir la vida del pais, ni a los indigentes morales que gobiernan cuyo único interés es parecer que son lo mejor que nos ha pasado.