No lo sabemos, pero debajo del suelo por el que caminamos cada día puede haber muchos tesoros. "A día de hoy es algo que me sigue sorprendiendo. Vas por el campo, paseando por prados o cultivos, y me parece increíble que seamos capaces científicamente de identificar si ahí abajo hay algo que merece la pena y tenemos que hacer un agujero para encontrarlo", cuenta Rodrigo del Potro, que trabaja como director de desarrollo de negocio en una empresa que se dedica, precisamente, a averiguar dónde está todo ese capital natural que podemos aprovechar de la Tierra.
Xcalibur Smart Mapping es una multinacional española que mapea los países de todo el mundo buscando minerales críticos, agua, hidrógeno, energía geotérmica y recursos de todo tipo, tanto por encima como por debajo de la superficie terrestre. Trabajan para gobiernos, instituciones de investigación y empresas. Muchas veces en los lugares más remotos y más inaccesibles que pueden imaginarse.
"La minería, y en menor medida el petróleo, siempre han liderado el desarrollo de la geofísica aérea. Han sido los sectores que han ido empujando la frontera del conocimiento. Lo que ha ocurrido es que una vez que se desarrollaron sensores para esos sectores los hemos utilizado para encontrar cosas cada vez más difíciles", relata Del Potro, que recuerda que este verano estuvieron trabajando en la zona norte de Noruega, casi en la frontera con Rusia.
"Volábamos mientras los icebergs pasaban por detrás del fiordo donde estábamos instalados. Hay muchos proyectos en los que la parte más complicada es la logística, más incluso que la parte geofísica. Por ejemplo, cuando montamos campamentos en el norte de Canadá, rodeados de hielo, es difícil llevar hasta allí el combustible, las tiendas o la comida, y los temas de seguridad y salud nos preocupan. Y en África nos pasa lo mismo. Ahora mismo tenemos equipos en Kananga, que es una importante ciudad de la República Democrática del Congo, y nos cuesta conseguir combustible porque no hay muchas infraestructuras", asegura.
La compañía tiene una flota de 40 aviones propios para surcar los cielos de todo el planeta, que se reparten entre los modelos Air Tractor (502B, 504); Cessna 208B Grand Caravan; Cessna 208B Supervan 900; PAC 750 y, para alturas por encima de los 4.000 metros, disponen en Colombia de una Piper Cheyenne presurizada. Y aunque no tienen helicópteros propios, en ocasiones necesitan uno. Así contactan con proveedores locales para conseguirlo y le instalan el equipo necesario para mapear. No suele ser un proceso muy complejo, porque suelen trabajar siempre con helicópteros Airbus H125, que son muy populares en todo el mundo.
"La prioridad es mapear con aviones por lo general. Pero analizamos la topografía y las restricciones y, si no es posible, usamos helicópteros. La idea es volar siempre lo más bajo posible. En general, los aviones a unos 100 metros del suelo, y los helicópteros incluso un poco más bajos, para tratar de que los sensores que desplegamos cuelguen a 35 metros de la superficie. A partir de los 200 metros de altitud los sistemas empiezan a perder señal de manera significativa, así que deja de compensar", relata Del Potro.
Además, la idea es volar las aeronaves lo más lento posible. Aviones, a unos 200 km/h, y helicópteros a unos 100 km/h. De media, en condiciones normales pueden mapear un terreno de 100 km² en un día con un avión. Y la mecánica es curiosa: van trazando líneas paralelas sobre el terreno, y la cantidad de datos que recopilan dependerá de la distancia que dejen entre línea y línea. Es, como ilustra Del Potro, una especie de zoom. Y parte del "arte" está es saber distinguir cuando necesitan la máxima resolución posible y cuando no hace falta.
En Xcalibur han aprendido como actuar: "Cuando trabajamos para el sector público suelen pedirnos una solución media. Es decir, algo que les permita mapear zonas muy extensas con un tiempo y un coste razonable, para tener una visión general del territorio. Y en función de la información que recopilemos, y de las zonas de interés que detectemos, luego nos piden que regresemos para tomar datos con mayor precisión. Con el sector privado pasa lo mismo, nos suelen pedir una precisión alta a la hora de explorar. En el fondo lo que hacemos es reducir riesgos, porque identificamos qué zonas no tienen ningún interés y acotamos los lugares donde merece la pena centrarse".
Según cuenta Del Potro, ahora están "muy activos" en África y Asia, donde "vuelan países enteros". Entre otras cosas, trabajan en un proyecto en Nigeria para el Banco Mundial, en el que llevan un par de años "volando sin parar cuatro o cinco aviones" para cubrir una zona que, con cualquier otro sistema, "no habría manera de explorar". Su especialidad, aseguran, es justo esa: "cubrir países y regiones enteras, con mucha resolución y de manera muy rápida".
Precisamente por eso, desde la compañía defienden su trabajo, que consideran que es una mejora sustancial del método que se había usado siempre para explorar terrenos, que era directamente perforar el suelo con la esperanza de encontrar algo. "Lo que hacemos no solo es más rápido, también es mucho menos invasivo con el medio ambiente. Lo único que sucede es que los aviones hacen ruido, pero es muy suave", defiende Del Potro.
Los tesoros de España
En realidad Xcalibur es una mezcla de empresas. Sus raíces están en un "fondo familiar español", que comenzó a adquirir varias compañías de medio ambiente y exploración en todo el mundo. Una de ellas fue Xcalibur, una empresa de aerogeofísica sudafricana que a principios de siglo ya trabajaba mapeando con un par de aviones. La compraron en 2008 y tomaron su nombre, y en pocos años la sociedad comenzó a crecer hasta convertirse en la más grande de África en este sector. Y comenzaron a llegar los grandes proyectos.
Con todo, el paso clave de la compañía llegó en 2020, cuando adquirió la división aerofísica del gigante francés CGG (Compañía General de Geofísica), que a su vez había ido absorbiendo a otras empresas. "En ese momento CGG era más grande que Xcalibur, y era su principal competidor, así que nos dio acceso a tecnologías muy exclusivas. Podemos decir que Xcalibur ahora integra a las 20 compañías de aerogeofísica más icónicas de los últimos 40 años. Se han ido comprando unas a otras y ahora están todas bajo el paragua de nuestra marca", afirma del Potro.
Aunque su sede principal esta en España, tienen oficinas repartidas en todo el mundo, desde Australia a Canadá. De sus 400 empleados, alrededor de un tercio son pilotos y mecánicos que trabajan directamente con los aviones, por lo que se consideran casi "una pequeña aerolínea". Luego tienen otro grupo de trabajadores dedicados a desarrollar los sistemas que luego acoplan a las aeronaves. Y por último, un grupo de geofísica, encargado de procesar e interpretar los datos que recopilan.
En su experiencia, Del Potro sabe que nuestro país es jugoso: "Si trazas una línea que vaya desde Asturias hasta Salamanca y de ahí a Málaga, la parte de la península que queda al oeste son rocas viejas, que es donde estás las minas como la Faja pirítica, Aznalcóllar o la de Tharsis. Por encima está Ossa-Morena y Aguablanca, una reserva de níquel. Y más arriba está la zona de los granitos y las pegmatitas, donde puede que haya litio. Luego hay minas wolframio, de estaño... Y en Galicia, cobre y tierras raras", apunta. "La parte este de España se ha explorado en los 60 y los 70 más porque era donde había potencial de hidrocarburos. Se encontró algo, pero muy poco. Ahora el interés está en el hidrógeno natural, que todavía está un poco verde, y en los acuíferos. Así que hay mucho trabajo por hacer".
Tecnología propia
En Xcalibur presumen de tener un potente equipo de I+D+i, que se dedica a investigar nuevas tecnologías. De momento, gracias en gran parte a sus laboratorios en Toronto (Canadá), Palo Alto (EE.UU.), Pretoria (Sudáfrica), Perth (Australia) y Madrid, han logrado manejar 17 patentes. "Las dos tecnologías más básicas, la magnetometría y la radiometría, son sensores que se compran a fabricantes externos. Pero el resto son sistemas que hemos ido desarrollando nosotros", ilustra Del Potro, que se muestra optimista de las posibilidades que les está otorgando la IA para seguir creciendo.
Con todo eso, técnicamente pueden mapear hasta 10 kilómetros de profundidad de la superficie de terrestre sin problemas con algunas tecnologías. Quizás incluso más. "Pero la física determina que con la profundidad se pierde resolución. Y tampoco interesa explorar recursos tan profundos, incluso aunque sean fantásticos, sino tenemos posibilidad de llegar hasta ellos. Pierden todo su valor", zanja Del Potro.
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