Sánchez ya espera en su refugio de invierno, en su Moncloa como un iglú o una cabaña de Chaplin, para pasar una Navidad entre la del avaro y la del mendigo, rodeado de mondas y rencores. Sánchez ha dado su rueda de prensa del balance del año, que parecía el parte médico de un cirujano que se ha vestido de Papá Noel para suavizarnos la enfermedad, el dolor, la realidad y el futuro, y luego se ha marchado entre aplausos de su propio equipo y su propio Gobierno, algo así como autoaplausos enlatados, quizá porque Sánchez se dispone a resistir a base de latas. Sánchez ya está detrás de un muro de nieve, aislado de la realidad como un trampero, confiando en que la supervivencia es una cuestión de soledad, voluntad y tocino. Yo creo que lo que le pueda venir le da un poco igual, porque ahora está pensando que para echarlo a él tendrían que derretir todo el Polo, sacarlo de la bodeguilla en un bloque de hielo como a un cavernícola. De momento nieva fuera pero se está calentito dentro, como en un villancico americano, esos villancicos tan paganos, hechos de una teología meteorológica, forestal y feérica. Sánchez sobreviviría con un cascabel y una ponchera, o eso cree él.

No son buenas fechas para la realidad, que igual que nos sale Bisbal de un calcetín se nos mete Sánchez en un zurrón, los dos con toda la buena intención de mentirnos. Casi todo nos miente ahora, así que Sánchez se nos pierde en la Navidad como un oso blanco. Nos mienten las luces, que parece que nos han bajado el cielo a la altura de manzanas; nos mienten las canciones, que nos prometen felicidad o amor como los perfumes o las pitonisas; nos mienten los curas y hasta los padres, que, igual que los políticos, creen que mentirles a los inocentes y a los ingenuos es la mejor manera de mantener la ilusión. Ni hay paz en la noche, ni hay nieve en Judea, ni las estrellas se caen en las manos, ni la economía española va como un tiro. Sólo tiene uno que mirarse los bolsillos llenos de tiques de pobre, monedas de pobre y quizá la alegría de pobre de una nuez, casi repugnante, como si nos comiéramos calaveras de ardilla. Claro que Sánchez no va a salir en Navidad para decirnos que la Navidad no existe ni el Gobierno tampoco.

Sánchez sólo quiere taparse con la nieve y que no nos demos cuenta de que su Gobierno en Navidad es exactamente igual que su Gobierno el resto del año, la misma actividad como subacuática de sobrevivir bajo la mentira como bajo un lago helado. Sánchez, por supuesto, no va a salir en Navidad a decirnos que la economía suele funcionar más bien por inercia, más cuando este Gobierno no ha tenido tiempo de hacer economía (ni presupuestos) como no ha tenido tiempo de hacer nada, aparte de mantenerlo vivo a él como dentro de un pulmón de acero. Sánchez tampoco va a salir en Navidad a contarnos que es imposible un Aldama corrupto en un PSOE y un Gobierno absolutamente limpios, como es imposible que una trama que llega a varios ministerios, administraciones y continentes la administre un portero de puticlub como un puticlub o la administre la Jesi como un salón de uñas.

Ya he dicho alguna vez que podrían imputar a todo el Gobierno y hasta al propio Sánchez, incluso verlo con el pijama de rayas igual que lo vemos de Santa Claus de hospicio socialista, y no se iría

Sánchez sólo quiere una noche de paz como una noche polar, que dure casi todo el año o quizá toda la legislatura. O sea que Sánchez, por supuesto, no va a salir en Navidad a decirnos que su fiscal general filtró algo que sólo podía filtrar él, y por orden del único que puede darle órdenes, que es lo que señalan de momento indicios o pruebas, sino que lo apoya y lo apoyará siempre, con el móvil borrado con piedra pómez y hasta con sierra mecánica chorreante en la mano. Sánchez tampoco va a salir en Navidad, entre aplausos de salón de loterías, a reconocer que Begoña podrá ser pájara o pichona, pero el ataque a la democracia no es que la investiguen a ella, sino que él salga lloroso de amor como cagado de palomas a exigir que no se la investigue. No, no va a salir Sánchez en Navidad, espolvoreado de azúcar en el pelo, a decir que tanto bulo suena a bulo, que la corrupción parece corrupción porque lo es y que sus mentiras parecen mentira porque evidentemente lo son.

Sánchez ya espera en su palacio de hielo, en su fuerte o su Navidad de niño, de timador o las dos cosas, que nunca un gobernante tan nefasto pareció, a la vez, tan niño. Su Navidad es todo el año y su búnker es todo el Estado, así que resistirá comiendo botas de regaliz como Chaplin o alimentándose de vino quinado (esa santa e inocente borrachera de niños, como de monjas, de antes). Alguien de la prensa del Movimiento venía a destacar que Sánchez, a pesar de todo, sigue ahí, y se maravillaba el sagaz contertulio de eso, como si uno se pudiera extrañar de que alguien inmune a la decencia, a la vergüenza y a la moral, como el que es inmune al frío, no haya renunciado aún. Ya he dicho alguna vez que podrían imputar a todo el Gobierno y hasta al propio Sánchez, incluso verlo con el pijama de rayas igual que lo vemos de Santa Claus de hospicio socialista, y no se iría. Podríamos ver las pruebas en todas las portadas, como ya las hemos visto, y Sánchez seguiría diciendo, igual que en su despedida del año o de la realidad, que todo es “bulo y destrucción”. 

A Sánchez tendrán que sacarlo de la Moncloa en un bloque de hielo, como un mamut. Para eso se está preparando, sin reparar en la verdad, en el pudor ni en el daño, como no ha reparado nunca. Sin embargo, no creo que se trate tanto de cuánto puede resistir él sino de cuánto pueden resistir los ciudadanos y hasta los que están a su lado, incluidos socialistas tiesos y periodistas gachos que empiezan a pensar que nadie volverá a creerlos si esto sigue así. Sí, a Sánchez tendrán que sacarlo en un bloque de hielo, como un explorador. Aunque quizá no tarde tanto. Ahora en Navidad Sánchez se nos pierde como Chencho, pero a ver qué pasa cuando el calorcillo vaya derritiendo los últimos ángeles, las últimas mentiras y los últimos caramelos.