En los últimos años, hemos sido testigos de una creciente retórica por parte del presidente Pedro Sánchez, quien no ha perdido ocasión para posicionarse como el abanderado del progresismo y la democracia. En todas sus intervenciones y discursos cargados de moralismo, Sánchez se presenta como el líder que pretende frenar a la extrema derecha en España - y fuera de ella- y como el defensor de las libertades en un país que, según él, aún lidia con el legado de la dictadura franquista. Sin embargo, este mismo Pedro Sánchez, que se envuelve en el lenguaje del antifascismo, no ha tenido reparos en estrechar alianzas con una de las dictaduras más represivas del mundo: el régimen de Mohamed VI en Marruecos.

¿Cómo es posible que un gobierno que se autodenomina “el más progresista de la historia” pueda respaldar a un régimen que encarna los valores opuestos a los que dice defender? El régimen del Makhzen marroquí, ha cometido atrocidades que se asemejan a las peores dictaduras del siglo XX. En su ocupación ilegal del Sáhara Occidental, el régimen marroquí ha utilizado napalm y fósforo blanco contra civiles saharauis, un horrible acto documentado por diversas organizaciones internacionales. Estas armas químicas no solo exterminaron vidas humanas, sino que dejaron cicatrices imborrables en la memoria colectiva del pueblo saharaui.

Su colaboración con Marruecos desvela una hipocresía que no puede ser ignorada

Y sin embargo, Pedro Sánchez, en lugar de condenar estas atrocidades, o asumir las responsabilidades históricas que aún tiene España para con el pueblo saharaui, ha preferido reforzar sus lazos con Marruecos. En marzo de 2022, en un acto que los saharauis consideramos como una traición histórica, Sánchez rompió con décadas de neutralidad española sobre la cuestión saharaui y respaldó públicamente el plan de autonomía propuesto por Marruecos, legitimando de facto la ocupación marroquí del Sáhara Occidental.

Sánchez y su gobierno insisten constantemente en la necesidad de combatir a la extrema derecha, frenar el auge de la ultraderecha… Sin embargo, su colaboración con Marruecos desvela una hipocresía que no puede ser ignorada. Mohamed VI no solo representa el autoritarismo, sino que lidera un régimen que persigue a opositores, reprime la libertad de prensa y perpetúa la pobreza y la desigualdad en su propio país. Marruecos no es un simple socio comercial de España; es un régimen que recibe apoyo económico, militar y político directo del gobierno español.

Mientras Pedro Sánchez da lecciones sobre derechos humanos y antifascismo, su gobierno financia a un régimen que no duda en encarcelar periodistas, silenciar voces críticas y utilizar la violencia como herramienta de control social. Esta incoherencia debería ser suficiente para cuestionar la legitimidad moral de un gobierno que se dice progresista.

El antifascismo no se limita a condenar el pasado franquista; también implica rechazar las dictaduras y genocidios del presente

El genocidio saharaui, el gran tabú del progresismo español

Lo que más sorprende no es solo el apoyo del gobierno de Sánchez a Marruecos, sino el silencio ensordecedor de buena parte de la izquierda española ante el genocidio saharaui. En los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, donde miles de saharauis viven en condiciones precarias desde hace más de cuatro décadas, la espera sin fin y el olvido son la norma. Y en los territorios ocupados, la brutalidad marroquí se traduce en torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales.

El genocidio saharaui debería ser una prioridad para cualquier gobierno que se proclame defensor de los derechos humanos, cualquiera que se defina como progresista o internacionalista. Pero en lugar de ello, Sánchez ha preferido alinearse con Mohamed VI para garantizar el control migratorio y preservar los intereses comerciales. ¿Es esta la versión del progresismo que quiere vendernos? ¿Un progresismo que sacrifica los principios fundamentales de justicia y libertad a cambio de favores diplomáticos y económicos?

Al legitimar a Mohamed VI, Sánchez no solo traiciona al pueblo saharaui, sino que evidencia que los principios democráticos son negociables si hay intereses partidistas, estratégicos y/o personales en juego

La incongruencia de Pedro Sánchez no es solo moralmente reprobable, sino políticamente peligrosa. Al legitimar a Mohamed VI, Sánchez no solo traiciona al pueblo saharaui, sino que evidencia que los principios democráticos son negociables si hay intereses partidistas, estratégicos y/o personales en juego.

Si el gobierno de Sánchez realmente quiere presentarse como un bastión contra la extrema derecha, debe empezar por examinar sus propias contradicciones. No se puede combatir el fascismo en casa mientras se financia el autoritarismo en el extranjero. No se puede hablar de memoria histórica mientras se colabora con un régimen que practica la limpieza étnica contra el pueblo saharaui.

El discurso progresista de Pedro Sánchez carece de credibilidad mientras siga apoyando a Marruecos. La izquierda española, si realmente aspira a ser coherente, debe abandonar su silencio cómplice y denunciar la alianza de su gobierno con Mohamed VI. El antifascismo no se limita a condenar el pasado franquista; también implica rechazar las dictaduras y genocidios del presente. Y hasta que España no rompa su complicidad con el régimen marroquí, el progresismo que Sánchez dice representar no será más que una fachada vacía.

Taleb Alisalem (Campamentos de refugiados de Tinduf, 1992) es activista saharaui. @TalebSahara