Pablo Echenique paga la factura de la última crisis de Podemos en Madrid, tras la decisión de partido de abrir primarias internas para las municipales de 2019 contra la voluntad de la alcaldesa, Manuela Carmena, y sólo unas horas después de que Rita Maestre y los otros cinco ediles del Ayuntamiento decidieran retirarse del proceso interno. El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha arrebatado al secretario de Organización gran parte de su poder interno en plena crisis madrileña. La maniobra consiste en desplazar a Echenique en la ejecutiva, manteniendo su cargo de Organización en el organigrama del partido, pero despojándole de facto de cualquier capacidad organizativa, con un título formal vacío de contenido.
Los cambios han llegado justo después de la guerra abierta en la capital, pero el papel del dirigente está en duda desde hace meses, tras episodios como la pérdida del oficialismo en multitud de territorios, la debilidad organizativa tras las guerras reglamentarias y el desmantelamiento del aparato a nivel municipal. A esto hay que sumar el fiasco que sufrió el aparato estatal de Podemos en Andalucía, donde Echenique se enfrentó a Teresa Rodríguez y perdió el pulso por el control de la candidatura.
En la madrugada del domingo al lunes El Independiente adelantaba la retirada del proceso de primarias de los seis concejales de Carmena por discrepancias en la configuración de las listas. El partido madrileño, liderado por el ex Jemad Julio Rodríguez, ofrecía a algunos de los dirigentes municipales puestos por detrás de personas afines y de partido, contraviniendo el compromiso adquirido con la alcaldesa de respetar a su equipo. Las negociaciones se prolongaron hasta última hora del domingo. A las diez de la noche, los miembros del Gobierno de Madrid recibieron la lista definitiva de las primarias. Después de un intenso debate, los seis ediles se retiraron del proceso interno.
Unas horas después, en la rueda de prensa de este lunes, era el propio Echenique quien anunciaba la reconversión del área de Programas, un área secundaria que también ostenta, a la de "Secretaría de Acción de Gobierno", que se encargaría a partir de ahora de coordinar la negociación con el Gobierno de Sánchez pese a la falta de apoyos para aprobar los Presupuestos pactados; la transformación va acompañada de la entrada al frente de la Secretaría de Organización de Francisco Casamayor, secretario de Organización de Podemos en la Comunidad de Madrid, que es quien se encargará a partir de ahora del trabajo de campo a nivel interno. El cargo de Casamayor es oficialmente el de "Adjunto a la Secretaría de Organización", aunque la realidad es que a partir de ahora será el responsable de las principales tareas organizativas internas del partido.
Este puesto, que ha sido creado ad hoc y no está contemplado en los estatutos del partido, consigue varios objetivos: el primero es dar cabida a Casamayor en la Ejecutiva pese a que este órgano sólo puede estar compuesto por "integrantes del Consejo Ciudadano", según los estatutos del partido. Es decir, para ser el titular de una Secretaría hay que haber sido elegidos en Vistalegre II para la dirección nacional. Un caso que no se cumple con Casamayor, que no fue votado a nivel estatal y que integra la dirección madrileña de Ramón Espinar.
La segunda es que el dirigente suple el trabajo de Echenique sin tener que sustituirle formalmente en el cargo: el perfil de Echenique es muy conocido y en las filas de Podemos no había cuadros de peso para sucederle al frente de la Secretaría de Organización Estatal (SOE) -ni Casamayor podía ser nombrado por las razones antes citadas-. De esta forma, Echenique continuará siendo el secretario de Organización sobre el papel y se evita así el impacto y el desgaste que supondría una destitución ordinaria.
El traslado de Echenique va también acompañado del despido de su mano derecha en las labores de organización. Poco después de anunciar en la rueda de prensa de la Ejeuctiva la decisión, Echenique enviaba un mensaje a los suyos donde explicaba los cambios, asegurando que la Secretaría de Organización iba a ser "reforzada" y haciendo referencia a la salida de su número dos, María Graziano, a quien le dejó gran parte de las tareas organizativas de la formación por la gran confianza depositada en ella en los últimos años, después de que en 2015 el entonces líder de Podemos Aragón la incluyera en su ejecutiva, y en Madrid desde que el dirigente se mudó a la capital hace ahora un año. Esta salida da buena muestra la caída a nivel interno del hasta ahora número 3 de Podemos.
El enfado del líder de Podemos, Pablo Iglesias, tras la crisis madrileña se ha hecho evidente en los últimos días. El dirigente guardó un inusitado silencio después de la guerra abierta en Madrid. Ni convocatorias en medios de comunicación ni apariciones en prensa. Este miércoles, durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, Iglesias esquivó las entradas principales para evitar a la prensa, pero finalmente un simulacro de incendios le obligó a enfrentarse a los micrófonos. En una declaración de un minuto, en la que se mostraba visiblemente enfadado, el líder de Podemos llamaba al orden y aseguraba que "la gente está harta de la imagen que damos", al tiempo que respaldaba la suspensión de los ediles.
Una de las hipótesis es que Iglesias haya depurado responsabilidades apartando a Echenique, aunque algunas fuentes advierten de que el nuevo secretario de Programa y Acción de Gobierno no intervino en las negociaciones de Madrid, que fueron dirigidas por Iglesias, el ex Jemad Julio Rodríguez y Espinar. La crisis madrileña habría sido el resorte, pero no el motivo real. La situación de Podemos en Madrid fue para algunos la cortina de humo perfecta para el anuncio de estos cambios, que ya se veían venir desde hace meses en la organización.
La pérdida de territorios como Murcia, Cantabria, Asturias, Aragón o Cataluña-, donde han fracasado las apuestas oficialistas, debilita el poder interno del pablismo, que empezaba a mirar con recelo la gestión de Echenique. La única victoria ha sido la de Antón Gómez-Reino, en Galicia, donde su rival, Carolina Bescansa, estaba fuertemente desgastada tras la filtración del documento en el que proponía plantar cara a Iglesias al frente de Podemos. A esta pérdida de cuotas de poder por parte de Iglesias se suman las polémicas internas que asolan la formación desde Vistalegre II. Después de elaborar los estatutos más polémicos de la historia del partido, uno de los conflictos más sonados fue el de la destitución de la ex presidenta de la Comisión de Garantías, el tribunal que dirime los conflictos internos del partido, y la rebelión posterior de la mayoría de los tribunales autonómicos de la organización.
Pero no el único episodio. La creación a principios de año de un nuevo reglamento desmanteló de un día para otro toda la estructura municipal de Podemos, cuyos líderes territoriales quedaron desprovistos de cargo sin recibir siquiera un aviso previo. La pérdida de gran parte del arraigo territorial ha generado una gran desmovilización en las bases, con caídas de participación que atribuyen al funcionamiento de la Organización del partido. Algunas escenas también han generado dudas dentro de la organización; ha ocurrido en Podemos Cantabria, donde un juzgado ha suspendido el proceso de primarias que estaba en curso después de que apartara del proceso de primarias autonómicas a la diputada errejonista Rosana Alonso sin explicación alguna. El partido también expulsó al portavoz del grupo parlamentario en La Rioja, Germán Cantabrana, de la carrera interna. La discrecionalidad del aparato de partido a la hora de aplicar el reglamento, después de múltiples ocasiones en las que la propia Ejecutiva lo ha pasado por alto, genera una inseguridad que se ha hecho patente en la formación.
En la crisis de Madrid, la salida de Podemos de los seis concejales de Carmena se apagó mediante la decisión de su suspensión de militancia en el partido; una decisión reglamentaria frente a la solución política que muchos esperaban por parte de Podemos. El ex líder de Podemos Madrid, Jesús Montero, marcadamente pablista, compraba esta medida con la aplicada por el Gobierno de Mariano Rajoy en Cataluña, y aseguraba en un escrito que la expulsión "suena a judicializar la política, tan presente en Catalunya y por tanto en España".
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