La historia implica a un primer ministro europeo, una entrada en prisión abortada, disfraces, varios cruces fronterizos ilegales, servicios secretos y coches oficiales trasladando a prófugos de incógnito hasta las orillas del Danubio. Y no es una película sino la realidad política que estos días sacude a los Balcanes: ¿cómo ha llegado Nikola Gruevski desde Skopje hasta Budapest?
Por situar: Nikola Gruevski fue el primer ministro de Macedonia entre 2006 y 2016, como líder del nacionalista VMRO-DPMNE. Tuvo una mala relación con Atenas, no logró avances en el espinoso asunto del nombre del país que bloqueaba su acceso a la OTAN y la Unión Europea, y profundizó en la estrategia del expansionismo histórico de esta nación balcánica. Antes de eso, Gruevski había sido el hijo de una familia de clase media, había pasado parte de su infancia en Libia junto a su madre y había regresado a su país para formarse en Económicas. Fue la primera persona que operó en la Bolsa nacional y, diez años después, uno de los primeros ministros más jóvenes de la historia de Europa. Otros diez años más tarde, ya había caído en desgracia.
Acusó al actual primer ministro de preparar un golpe de estado pero acabó destapándose una presunta red de espionaje ordenada por su Gobierno
Durante su década de poder desarrolló un poder amplio pero que nunca consideró suficiente. Patinó en 2015, cuando su Gobierno acusó sin pruebas sólidas al líder de la oposición, Zoran Zaev, de estar detrás de un golpe de estado. La calle se le puso en contra y, pese a que se aferró al cargo, Zaev contraatacó asegurando que Gruevski, desde la presidencia, había desarrollado una sofisticada red de espionaje que tenía pinchadas las comunicaciones de hasta 20.000 políticos y figuras relevantes del país. La violencia se desató en las calles y la Unión Europea llegó a mediar en un pacto nacional que incluía la dimisión de Gruevski, concretada en enero de 2016.
Paradojas de la vida, su puesto lo acabó ocupando Zaev. Y además de solucionar definitivamente el contencioso del nombre del país, una de sus principales tareas fue la de hundir a su predecesor. Gruevski cayó, precisamente, por los pinchazos que sus opositores le acusaban de haber instigado. La Fiscalía investigó a fondo la compra por 600.000 euros de un Mercedes Benz-600 blindado y concluyó que había sido fruto de un concurso público ilegal liderado por el propio Gruevski. La justicia le retiró el pasaporte en 2017 durante la investigación de la trama del espionaje y finalmente fue condenado a dos años de cárcel en mayo de 2018 por la compra ilegal del Mercedes, bautizada por el Gobierno como Operación Tanque.
La huida
Gruevski debía ingresar en prisión a finales de la semana pasada. Pero no lo hizo. Ni se presentó en ningún centro penitenciario ni se entregó a las autoridades del país. Después de ser puesto en busca y captura, anunció en su perfil personal de Facebook que había huido del país. Se encontraba en Budapest y tenía la intención de solicitar asilo político en Hungría. Pero la gran pregunta, con su pasaporte confiscado por la justicia, era y sigue siendo cómo había logrado salir del país y llegar hasta el de su amigo Viktor Orbán.
Serbia trató de quitarse de enmedio asegurando que Gruevski había volado a Budapest desde Tirana, la capital de Albania
Las elucubraciones durante la semana han sido continuas. La prensa macedonia, mientras el Gobierno reclama su extradición, ha llegado a insinuar que dejó el país disfrazado de mujer. La teoría ha encontrado eco en los medios húngaros, también convulsionados por el repentino conflicto diplomático. El Gobierno de Orbán ha confirmado que Gruevski se encuentra en Budapest y que ha pedido el asilo, aunque asegura que el trámite para su concesión será legal y no político. La retórica recuerda en todo a la que mantenía el N-VA flamenco durante los primeros días de Carles Puigdemont en Bruselas, hace ya más de un año.
El Ejecutivo de Orbán trató de mantener la imagen de neutralidad y dio pábulo a las teorías distribuidas desde la prensa serbia, principal actor en la región. Según el diario Politika, Gruevski escapó de Macedonia utilizando un pasaporte falso para cruzar la frontera con Albania. Una vez allí, pasó la noche en Tirana antes de coger un vuelo directo a primera hora de la mañana con destino Budapest.
Albania acusa a Orbán de ayudarle a escapar con coche oficial
La teoría, sin embargo, no se sostenía. Primero, porque el Gobierno de Albania mantiene excelentes relaciones con el actual Ejecutivo de Zaev, y había sido enemigo en su día del propio Gruevski. Y segundo, porque el artículo refería a un vuelo de la compañía Malev, que no opera desde hace años. Tampoco hubo ese día ningún vuelo matinal entre Tirana y Budapest. Desde Skopje se deslizó que era un intento serbio por desvincularse del asunto, dada la circunstancia de que el primer ministro Aleksandar Vucic era un fiel aliado de Gruevski durante su mandato.
Gruevski entró ilegalmente en Albania y salió por la frontera con Montenegro a bordo de un coche oficial de la embajada de Hungría
Una vez involucradas en el asunto, las autoridades albanesas decidieron pasar a la acción este jueves para destruir por completo la teoría de la neutralidad húngara...y serbia, su principal enemigo geopolítico. La Policía emitió un comunicado durante la tarde dando todos los detalles en su poder. Que Gruevski había cruzado la frontera de forma ilegal, probablemente a través del conocido como cinturón verde. Que una vez allí se había dirigido a la embajada húngara en Tirana y que, desde allí, había sido transportado por un coche oficial del cuerpo diplomático de Hungría. Dieron incluso la matrícula del vehículo e informaron de que había dejado el país por el paso fronterizo de Hani i Hotit/Bozaj, que une Albania y Montenegro a orillas del Lago Shköder. A su entender, lo hizo de forma legal porque el día 11 no había ninguna orden de Interpol contra el político macedonio.
Estos nuevos datos complican la situación hasta el punto de que al menos tres gobiernos habrían sido cómplices de la huida del condenado Gruevski. Hungría, que le transportó en coche oficial de incógnito y ahora le esconde en Budapest, pero también Montenegro y Serbia, países que tuvo que atravesar necesariamente. Incluso Albania, que dejó salir del país a una persona de la que no constaba entrada por ningún paso fronterizo legal.
Información aportada por la policía montenegrina de forma anónima, y recogida por la Deutsche Welle, abunda en este sentido. Gruevski cruzó la frontera entre Albania y su país en un Volkswagen Jetta de la embajada húngara y fue recibido por dos diplomáticos magiares que le trasladaron a Podgorica. Una vez allí saludó el embajador, cambió de coche y se dirigió al paso fronterizo de Dobrakovo. Tras cruzar la frontera serbia, dos diplomáticos húngaros trasladados desde Belgrado le estaban esperando en el Motel Lux. Desde allí, siguieron sin interrupciones hasta entrar en Hungría.
"Su huida es una declaración de culpabilidad", dijo el jueves el presidente de la República de Albania, Ilir Meta. Incluso sus excompañeros de Gobierno, que también afrontan causas judiciales compartidas con Gruevski, han criticado la huida del expresidente. Dicen que dificulta su defensa, y varios de ellos ya han sido enviados a prisión preventiva por este mismo motivo. Exactamente igual que sucedió con Oriol Junqueras y el resto de exconsejeros del Govern catalán que decidieron permanecer en España cuando Puigdemont huyó a Bélgica.
En cualquier caso, la huida de Gruevski a Hungría, facilitada por el propio Orbán a tenor de los últimos datos conocidos, coloca al país centroeuropeo en una posición delicada. No sólo por ayudar a escapar a un prófugo, sino por las implicaciones globales del asunto. El Departamento de Estado de los Estados Unidos ya ha reclamado que sea extraditado a Macedonia, misma postura que defiende el grueso de la comunidad occidental. Mientras tanto, el Gobierno ruso de Vladimir Putin mantiene silencio: Gruevski fue un aliado que bloqueó el camino de Macedonia hacia la OTAN y la UE. Orbán, una vez más, se coloca a sí mismo en el centro de un tablero en el que tendrá que mover ficha. Probablemente, no en la dirección que le gustaría a Bruselas.
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