Pocos días después de que haya terminado el desgobierno libanés, los países europeos han expresado su alegría. Hay más entusiasmo por la constitución del nuevo gobierno en Beirut que por la alianza histórica de fuerzas políticas contrarias en Bulgaria para acabar con la inestabilidad de siete elecciones en tres años. Y es que la sombra de los cedros libaneses es alargada, y lo que pasa en Beirut, por los vínculos históricos con Francia, acaba repercutiendo en el posicionamiento europeo sobre las cuestiones de Levante. Uno de los mayores contingentes españoles de tropas en el extranjero se encuentra en el Líbano, bajo bandera de Naciones Unidas.

Y es que a pesar de llevar pocos días el nuevo presidente Joseph Aoun, el nuevo primer ministro, Nawaf Salam, lleva menos aún, pues juró el cargo el 14 de enero. No sabemos muy bien cómo seguirá el gobierno, pues no lleva ni dos semanas en marcha, pero sí que es cierto que hay esperanza que la situación de enderece a nivel regional. Y Beirut, en medio de todo ello, continúa siendo la capital más europea de la región, y la que más mira al Mediterráneo. Un ejemplo de ello es que ya aparecen comparaciones en algunos medios libaneses entre el actual presidente Joseph Aoun y Fouad Chehab, antiguo presidente libanés que construyó su política en base al consenso, y también fue comandante de las fuerzas armadas libanesas, y fundador de las mismas. El periodo de Chehab se considera también como un período dorado, de expansión económica y proyección internacional para el país.

La visita del presidente francés, Emmanuel Macron, a Beirut se entiende en un contexto de consolidación del Estado libanés después de décadas de pequeños reinos de taifas controlados por Hizbulá, y despliegue de las fuerzas armadas libanesas en todo el país, de la frontera sur a la frontera norte, y del Mediterráneo a la frontera con Siria. Como también se espera que se invierta en el país para facilitar la recuperación económica y la normalización de relaciones.

Con un Irán completamente desaparecido, el nombramiento de Aoun y Salam ha acercado el país a Arabia Saudí y Jordania, como también a la Unión Europea y a Estados Unidos. Si bien la semana pasada pasó con discreción la noticia del nuevo nombramiento presidencial, la de esta semana del nuevo primer ministro más aún. A pesar de ello, España ya se ha reunido con las autoridades libanesas: el ministro, José Manuel Albares, ha viajado esta semana a la región.

También el gobierno chipriota, cuyo presidente Níkos Christodoulídis se convirtió en el primer jefe de Estado que visitaba Beirut en esta nueva etapa. No es casual, y es más bien sintomático del cambio de tono en Beirut. En el caso de esta visita debemos recordar la hemeroteca: no hace mucho que Hasán Nasralá, que cayó en un bombardeo israelí a finales de septiembre pasado, dijo que sus efectivos atacarían Chipre, si se convertían en base de operaciones para atacar posiciones de la organización en el Líbano. Incluso se publicaron vídeos y diferentes informaciones donde amenazaba a la república chipriota y las bases británicas que hay en la isla.

Ahora el presidente chipriota es recibido de forma oficial en el Líbano. No en vano hemos visto cómo ha cambiado la posición de las milicias armadas de Hizbulá, obligadas a desarmarse por el presidente Aoun. Ha dejado claro que solamente el Estado debe tener el monopolio de la fuerza.

El Líbano siempre ha soñado con ser el país de Oriente Próximo donde antes se resolviera la cuestión de las minorías. Puede que ese momento se acerque"

Cuando el atentado suicida contra el cuartel general del contingente francés, donde murieron 58 paracaidistas franceses hace 41 años, conocido como atentado del Drakkar, el presidente François Mitterrand viajó hasta Beirut convirtiéndose en el primer presidente de la República en hacerlo después de 1943. Allí pronunció su celebre frase: "En el Líbano, Francia sigue y seguirá fiel a su historia y sus compromisos". Después de él, Chirac, Sarkozy, Hollande y Macron han visitado el Líbano reforzando los lazos entre París y Beirut, como también entre la Unión Europea y el Líbano.

El diplomático, político y filósofo libanés Charles Malik soñaba con que el Líbano fuera el primer país con diferencia del resto de países de Oriente Próximo donde la cuestión de las minorías estuviera resuelta por completo. Después de décadas de guerra y conflicto, como también política sectaria, quien sabe si por fin estamos un paso más cerca de ese sueño.

Para los países europeos cada vez es más difícil de ver con distancia lo que sucede en el Líbano, y por eso debemos recordar que es un socio estratégico con quien compartimos intereses y retos comunes. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas en www.elindependiente.com.