Dicen los manuales sobre negociación política que, cuando el rival se equivoca, lo peor que se puede hacer es distraerlo. Antonio Garamendi, presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), y Gerardo Cuerva, presidente de la Confederación Española de Pequeñas y Medianas Empresas (Cepyme), se reúnen este martes. El encuentro no tendría mucho de especial de no ser porque, según una información adelantada este lunes por Abc, Garamendi busca candidato alternativo para relevar a Cuerva, cuyo organismo debe celebrar elecciones en los próximos meses.
El choque en el seno de la patronal tiene la suficiente enjundia como para distraer a todos de la división que aún existe en el seno del propio Gobierno. Y eso que últimamente al Ministerio de Trabajo no hacen más que crecerle los problemas. A una tramitación de jornada laboral que no terminaba de llegar y que ha obligado a la ministra, Yolanda Díaz, a pedir cuentas y a exigir incluso reuniones con su homólogo en Economía, Carlos Cuerpo, hubo que sumar hace una semana la inesperada intromisión del Ministerio de Hacienda en la negociación de la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI).
María Jesús Montero, ministra de Hacienda, se piensa si ajustar o no el IRPF para hacerlo coincidir con el SMI, lo que genera incertidumbre entre los sindicatos, que por ahora negocian una subida salarial que no saben si llegará íntegra al bolsillo de los trabajadores. Mientras, Cuerpo trata de modificar el acuerdo de reducción de jornada que los mismos sindicatos y que el Ministerio de Trabajo consideran intocable. La idea del ministro es hacerla algo más atractiva para la patronal y, sobre todo, para Junts, que debe aprobarla en el Parlamento.
Pero la situación en la patronal no parece mucho más clara. El distanciamiento entre Garamendi y Cuerva viene de lejos, casi de los tiempos en los que la CEOE pactó con la patronal la reforma laboral de 2022. Entonces, aunque Cepyme terminó uniéndose al acuerdo, hubo quien pensó entre los representantes de los pequeños y medianos empresarios que la postura de la CEOE a la hora de negociar había sido en ocasiones demasiado laxa.
De aquellos polvos, los lodos del pasado verano. En su asamblea general, Cepyme emitió un duro escrito contra el Gobierno, especialmente considerando que forman parte de lo que se conoce como mesa diálogo social, es decir, que tarde o temprano tendrían que volver a verse las caras. En un documento que llevaba por título Manifiesto de la pequeña y mediana empresa española por la libertad de empresa, Cepyme se mostraba por ejemplo abiertamente en contra de la subida del SMI: "La aprobación de una subida del SMI superior al 60% en los últimos años, mientras la productividad por ocupado caía, ignorando las consecuencias y su impacto en los sectores afectados, junto al incesante incremento de cotizaciones sociales y
a la reducción del tiempo del trabajo sin reducción de salario, son medidas que intervienen directamente en la conformación general de los salarios".
También cerraba Cepyme la puerta a la reducción de jornada: "Reducir el tiempo del trabajo sin reducir la remuneración no solo es una evidente alza de salarios, desligada de la evolución de la productividad empresarial, también es una injerencia en la estructura organizativa de las compañías, que ha sido negociada y pactada con los trabajadores sobre la base de sus exigencias y de la capacidad de las empresas para asumirlas".
Finalmente, ante la atenta mirada de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, Cuerva acusó al Gobierno de partir de tesis comunistas: "El intento de deslegitimar lo que somos, junto con la demolición del diálogo social y la negociación colectiva, no son hechos aislado. Forman en realidad parte de una estrategia más amplia que impugna el modelo de libre mercado con un amplio estado del bienestar que nos dimos en el 78".
Aquellas palabras indignaron al Ejecutivo, que respondió calificándolas de "extemporáneas" y "fuera de lugar", y fueron anotadas por Garamendi como un intento de Cuerva de marcar perfil, casi de volar solo. Ahora, el presidente de la CEOE parece preferir otro perfil al frente de Cepyme. Antes, ambos se verán las caras para explicarse. "Tengo la conciencia tranquila. Siempre he sido fiel a la CEOE. Cepyme nunca ha roto la unidad de acción de la empresa", ha dicho Cuerva este lunes. Consultado por este medio, CEOE por el momento guarda silencio.
Un momento clave
De producirse, el cisma en el seno de la patronal no puede llegar en un momento más inoportuno. La escenificación de la división entre Garamendi y Cuerva se produce justo mientras todo un ministro socialista de Economía trata de remar algo a su favor. Aunque Cuerpo concedió la semana pasada a Díaz el introducir la reducción de jornada en la próxima Comisión Delegada de Asuntos Económicos, que tendrá lugar el próximo 27 de enero, el ministro socialista aspira todavía a introducir en ella medidas reclamadas por la patronal como una aplicación paulatina en varios años y la concesión de ayudas económicas precisamente para las pequeñas y medianas empresas. La división no hace ningún favor a la patronal a la hora de seguir presionando.
Pero tienen más frentes abiertos. El más inmediato, una posible subida del SMI. Está previsto que el próximo miércoles CEOE y Cepyme se reúnan con el Ministerio de Trabajo y con los sindicatos, UGT y CCOO. La primera reunión sirvió a unos y a otros para fijar sus posturas iniciales: una subida de 50 euros mensuales en el caso del ministerio liderado por Díaz y un SMI de 1.200 euros mensuales en 14 pagas, lo que representaría una subida de entre el 5% y el 6%, por parte de los sindicatos. En esta toma de contacto, la patronal argumentó que prefería reunirse y tratar la cuestión con calma antes de pronunciarse.
Fuentes cercanas a la negociación esperan que fijen postura este miércoles. Cuerva ya adelantó algo este mismo lunes: no comparte que se pueda considerar negociación unas conversaciones que, argumenta, ya parten de la conclusión de que debe subir el SMI. Es la misma postura que mantiene la CEOE. En esta cuestión, es difícil que surjan grietas entre ellas. Las cosas de casa ya son otro cantar.
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