¿Contra quién se manifiestan los sindicatos? Los sindicatos se manifiestan contra quien les da la gana. Lo dijo Unai Sordo, que tiene los días arbitrarios e indistinguibles como los de un jubilado y lo mismo se planta ante las palomas de una estatua, a darles de comer memoria y heroísmo, que se manifiesta contra la oposición con tartera y sombrilla. Debió de concretar más Unai Sordo, explicando que se manifiestan contra lo que ellos quieran independientemente de las necesidades de los trabajadores. Y, sobre todo, nunca contra los intereses de sus partidos matriz (los sindicatos hoy son sucursales de los partidos en el tajo, como una food truck que ponen frente a la fábrica o la obra para vender el bocata de albóndigas del relato). No, desde luego ni Unai Sordo ni Pepe Álvarez son Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, que le montaron una huelga general a Felipe González cuando las huelgas eran de hierro y ladrillo, no de discursito, merendola y siesta. Los sindicatos se manifestarán contra quien quieran, pero sería deseable que siguieran pareciendo sindicatos, no tertulianos de argumentario y plumón a las órdenes del poder político.
El domingo del sindicalista, sagrado e indistinguible como el domingo del cura, lo puede llevar a manifestarse contra la oposición como lo puede llevar a la paella o al mus, ante el asombro, imagina uno, del obrero, del afiliado o del españolito en general, que los ve salir a la calle como personajes de un picnic impresionista, entre coloridos, despreocupados y melancólicos, y se pregunta qué tiene que ver eso con lo suyo. He visto que en la convocatoria de Madrid, en la plaza de Jacinto Benavente, el sindicalismo de banderas de plástico, un plástico como alimentario, un rojo de calzoncillo comestible, parecía enfrentarse al Teatro Calderón como a un molino de viento de don Quijote, escasa, absurda e inútilmente. “La risa llama a tu puerta”, se leía en la marquesina del teatro, y a mí me pareció un lema inmejorable para la manifa, aunque estuviera allí porque se representa el musical El libro del mormón. Este musical debe de dar una risa parecida a la que da el sindicalista que viene desde la Moncloa a ofrecerte la salvación, así con su librito de verdades increíbles y su acento gubernamental como ese acento guiri que siempre deja la sospecha de que sea estafa o de que sean Los Morancos.
Los sindicatos mayoritarios, que se llaman a sí mismos “de clase” y sin duda ya forman una clase aparte, como los clérigos de cerviz gorda del Antiguo Régimen, ya sólo son milicias partidistas"
Los sindicatos ya no son herramientas de la lucha obrera, sino herramientas de los partidos, y si no pregunten a los últimos sindicatos/sindicatos, tipo CGT y tal (a mí me llegaron a fusilar un artículo sobre esto para su revista Rojo y Negro, y me sentí casi un revolucionario de sus carteles de bicromía y constructivismo). Los sindicatos mayoritarios, que se llaman a sí mismos “de clase” y sin duda ya forman una clase aparte, como los clérigos de cerviz gorda del Antiguo Régimen, ya sólo son milicias partidistas y sus partidos están ahora en el poder, así que siguen la agenda del poder. El poder, ahora mismo, es esa cosa que va desde la familia de Sánchez a la prensa del Movimiento, desde el PNV con palacete episcopal a la nueva Telefónica, otra vez un empresón ministerial como en los tiempos de Franco y de las matildes (así llamaban a las acciones de Telefónica por un anuncio). Incluso Puigdemont es poder, por eso para los sindicalistas el culpable era más el PP, que está de mirón, que Junts, al que consideran, simpática o cínicamente, del bloque progresista (ya vimos a Pepe Álvarez de embajador ante el fugado, dándose los dos cariñosos saludos de resfriado, como besos de esquimal). El poder, en fin, es esa cosa a la que nunca atacarán ahora estos sindicatos.
Los sindicatos se manifiestan básicamente contra el PP porque el Gobierno se dedica básicamente a hacer oposición al PP. Y a la historia, y a Franco, y a Trump, aunque sobre todo a Ayuso, que creo que ha salido más que Sánchez en el Congreso del PSOE madrileño. El PSOE madrileño sigue pareciendo un entierro con un gracioso sin gracia que cuenta chistes (Óscar López, siempre de luto escolar o salmantino, como Bolaños, hacía justo eso, chistes entre las cuatro velas de muerto o de mocos que es el partido en Madrid). El PP, en temblorosa o abrumada decisión de Feijóo, como todas las suyas, ya anunció que iba a votar sí a ese decreto minibús o trolebús con la subida de las pensiones (quizá insostenibles pero aún insoslayables), la dana y hasta el palacete fantasmal del PNV, que sigue viviendo entre fantasmas. Pero el sindicalismo dominguero ya tenía órdenes y ya tenía planes, unos planes como de reunión de tupperware. En este fin de semana un poco de musical, en el que el PSOE se enfrentaba al fascismo internacional como en Sonrisas y lágrimas y Ayuso era la bruja del Oeste con cuero, correajes y paso de la oca por Sol, los sindicatos tenían que formar, y no como sindicatos sino como el ballet ruso del sanchismo.
Los sindicatos, ahora, no es que se manifiesten por lo que quieran ni por lo que deban, es que se manifiestan por lo que les mandan. No, no son precisamente Nicolás Redondo ni Marcelino Camacho estos sindicalistas que vemos por las calles como gorrioncillos caídos de un balcón de la Moncloa. A Unai Sordo, por cierto, lo glosé hace poco cuando presentó, precisamente en el auditorio Marcelino Camacho, una película heroica y pedagógica, o más bien se presentó él mismo como héroe pedagógico de película. Ellos han heredado la valentía de la lucha obrera como se hereda un viñedo y ahora esa valentía se traduce, por ejemplo, en protestar contra la oposición y hacerle coros soviéticos al Gobierno. Sin duda, al trabajador le hubiera dado lo mismo ver a Unai Cano manifestarse o ir a la ostionada de Cádiz. Pero el sindicalismo a veces está para la lucha y otras para la paella, para el absurdo, para el ridículo o para el cabaré, y ahora tocaba lo que tocaba. Ya llegará el día de manifestarse contra el Gobierno, justo cuando cambie el Gobierno y a ellos les vengan todas las ganas.
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hace 1 mes
Los sindicatos están en la poltrona o si lo prefiere el articulista son casta.
Me ha encantado está frase:
«El poder, en fin, es esa cosa a la que nunca atacarán ahora estos sindicatos.»
Pero debía de ser rematada con :
«El poder, en fin, es esa cosa a la que nunca atacarán ahora estos sindicatos salvo que este esté en poder del PP»
Suerte compañero!/
hace 1 mes
Qué bueno tu artículo hoy Luis.
Claro que te lo han puesto a huevo!
He disfrutado con tu ironía y con tu sarcasmo, pero que pena, que tristeza da, echar la vista atrás. Y tener que añorar a la CNT.
Erráticos y siempre desnortados políticamente.
Pero honestos. (Honestos . Concepto en desuso. Buscar en internet)
hace 1 mes
¿De alguna manera hay que agradecer las subvenciones extraordinarias que se han recibido?
hace 1 mes
Nuevo acto del sindicato vertical del gobierno en el año de conmemoración y exaltación de la dictadura.