La futbolista Jenni Hermoso ha sostenido ante el magistrado José Manuel Clemente Fernández-Prieto González, que juzga en la Audiencia Nacional al expresidente de la Real Federación Española de Fútbol Luis Rubiales y tres de sus colaboradores (Albert Luque, Jorge Vilda y Rubén Rivera) por lo ocurrido tras la final del Mundial 2023, que el beso que el exmandatario le propinó durante la celebración no fue consentido, que en ningún momento escuchó que le pidiera permiso y que, en caso de que lo hubiera hecho, se habría negado. Una acción con la que, ha afirmado, se le faltó al respeto, y por la cual se le imputa a Rubiales un delito de agresión sexual.

La deportista se ha mostrado tajante ante las preguntas de la Fiscalía, remarcando que, en el momento en el que el expresidente puso las manos sobre sus orejas, no escuchó nada más. "Sentí que estaba fuera de contexto totalmente. Sabía que me estaba besando mi jefe y eso no debe de ocurrir en ningún ámbito laboral o social", ha relatado. Por otro lado, ha asegurado que, con esa acción, Rubiales "manchó" uno de los días más felices de su vida, que en ningún momento buscó ese acto, ni mucho menos lo esperó.

La abogada de Rubiales, Olga Tubau, le ha preguntado por los instantes previos al beso. "¿Vio usted un movimiento de labios?, le ha inquirido. "Cuando él me agarra de las orejas no veo ni oigo nada, y lo siguiente ya fue el beso", ha contestado. Previamente, ante las cuestiones de la teniente fiscal Marta Durántez, había detallado que todo ocurrió "en milésimas de segundo" y que sintió que estaba fuera de contexto, incidiendo en que sólo se besa en los labios con una persona cuando ella misma decide hacerlo.

"¿Qué hizo usted después del beso?", ha proseguido la defensa del expresidente. "Le di unas palmadas en el costado", contestó Hermoso, que en este punto quiso aclarar que se encontraba en un acto protocolario, "que siguió su camino", y que el hecho de que lo hiciera no quiere decir que no sintiera "asco o rechazo".

También ha confirmado que, después del beso, habló con su hermano, que estaba en el estadio, y que le pidió que cuando le preguntaran por ello en alguna entrevista no dijera nada "y quitara hierro al asunto" porque, de lo contrario, se iba a centrar el foco en eso, y no en lo que acababan de conseguir.

Asimismo, la futbolista ha reconocido que, hasta ese momento, tenía una buena relación con el expresidente, y que en ocasiones hablaba con él sobre "temas de campo" saltándose al entrenador. Sin embargo, a partir de ese día, su vida cambió: "Me ocasionó no disfrutar ser campeona del mundo, parece que mi vida ha estado en 'stand by'. La situación era insostenible, de tener la sensación de que siempre había alguien pendiente de todo lo que estaba haciendo", ha especificado.

Las coacciones

Tras relatar el episodio del beso, Hermoso ha explicado las presiones que sufrió después por parte del equipo de Rubiales, que según su versión, trató de convencerla para que restase importancia a lo que había ocurrido en Australia. Primero, en los vestuarios del estadio, donde la Selección estaba celebrando el triunfo en el Mundial, después en el avión durante el viaje de vuelta a España y, por último, en Ibiza, adónde acudieron la mayor parte de las jugadoras para seguir con los festejos.

Ha asegurado que le insistieron "incontables veces" para que hiciera un vídeo junto a Rubiales y quitarle gravedad al asunto y así justificar su comportamiento. El primer acercamiento se produjo en el vestuario mientras las jugadoras celebraban el triunfo, donde el expresidente le dijo que se estaba hablando mucho del beso en las redes sociales y que "podían pararlo". Después, mientras hacían escala en Doha (Catar) se lo pidió por sus "hijas" e incluso le llegó a decir algo que, según ha confesado Hermoso, le dolió: "A ti y a mi nos gusta lo mismo".

Tras intentarlo Rubiales sin éxito, el por aquel entonces entrenador, Jorge Vilda, intentó convencerla en el avión a ella e incluso a su hermano. Ya en Ibiza, lo hicieron el antiguo responsable de Marketing de la Federación Rubén Rivera y el exdirector deportivo de la selección masculina Albert Luque. Fueron "bastante insistentes" para tratar de que diera su brazo a torcer, remarcando que en ningún momento recibió por parte de la Federación "un gesto" para saber qué tal estaba: "Me sentí desprotegida".

Rivera le facilitó un teléfono para que hablase con el que era director de integridad de la Federación, Miguel García Caba. "Me dijo que no estaba obligada, pero hay que hacerlo porque es un protocolo interno de la Federación y falta tu parte de decir lo que ha pasado", le indicó. Tras negarse, el siguiente que se aproximó a ella fue Luque, que intentó que suavizara lo ocurrido.

Hermoso ha explicado que le remitió a su amiga Ana Ecube, que se hizo cargo de la situación, y que ante su negativa, Luque le reprochó no haberle ayudado a "quitarle el mayor marrón de su vida". Fue entonces cuando, presuntamente, le envió varios mensajes deseándole lo peor y tachándola de mala persona. "La verdad que todas las palabras que hubo en ese texto fueron bastante desagradables con alguien que, supuestamente, como él dijo, era mi amigo".

En la primera sesión del juicio, tras la futbolista, que ha declarado durante algo más de dos horas, también han comparecido como testigos la jefa de prensa de la selección femenina de fútbol, Patricia Pérez, y la exdirectora de fútbol femenino de la Federación Ana Álvarez. La primera ha sostenido que sufrió una "encerrona" por parte de la directiva de Rubiales y que éste la instó a mentir sobre cómo ocurrió el beso, mientras que Álvarez ha asegurado que fue el expresidente quien le dio la orden de hablar con Hermoso para sacar un comunicado.

Además, ha explicado que habló con la futbolista durante el vuelo de vuelta, donde le dijo, "agitada y preocupada", que Rubiales le había pedido hacer un vídeo "para quitarle hierro al asunto" y ella le había respondido que no quería hacerlo.