El personal ya se planta delante de los jueces con la cerveza agarrada por el gollete y el paquete desanudado, a tratarlos de tú y a querer vacilarles con cortes de quinqui o tabernera y movimientos de cobra o travoltín. No sé, como si fuera Pedro Sánchez. El juez del caso Rubiales, que parecía un Santa Claus con mala leche o un David el gnomo feroz, se despechugaba de toga, se engorilaba de autoridad y casi se infartaba de rabia y asombro ante lo que tenía delante. A ese tal Pablo García Cuervo, un encargado de comunicación con pinta de gerente de discoteca de rusos, y que se pensaba que estaba hablando con camareros, su señoría le tuvo que explicar que estaba allí para responder “con claridad, no con chulería”. Y a nuestro glorioso seleccionador, Luis de la Fuente, que igual se creía en una rueda de prensa con becario del Marca, le soltó: “usted viene a hablar de lo que se le pregunte”. Ninguno de los dos parecía saber dónde estaba ni entender quién era ese señor con pinta de árbitro de gala, como un rey de baraja de los árbitros. Pero es que a la tropa de Sánchez le pasa lo mismo.
Estamos viendo ante la Justicia no ya a la España del chiringuito futbolero, esa gente con la boca, la cabeza y la huevera llenas de cáscaras de pipas, sino a la España del tertuliano tomatero, del carguito endiosado, del mindundi maqueado, del ignorante pedagógico y hasta de los niñatos de cuarenta y tantos todavía con pijama, Play y colacao hasta cuando van de cubata y tirito. Yo creo que vuelve a ser un poco la España de las folclóricas contestonas, ocurrentes, chulapas e ignorantes, que no saben qué es Hacienda ni diferencian a un juez de un miguelete, simplemente porque creen que no necesitan saberlo o que están perdonadas de saberlo a cambio de su arte, su gracia, su desparpajo y su representatividad. Estamos volviendo a las folclóricas que no saben de cuentas ni de democracia, ni falta que hace. Pero hasta Lola Flores llamaba de usted a aquel fiscal panocho que hacía Fernando Fernán Gómez, cosa que no hacen los melones de la Federación de fútbol (parece que se han quedado así, calvos, chatos, antiguos o atontados, como delanteros de los de antes, por rematar de cabeza melones o quizá aquellos balones de serrín que algún malvado llamó medicinales).
Ni las estrellas políticas o mediáticas, ni los carguitos públicos o semipúblicos (el fútbol es un monopolio semipúblico o quizá una mafia semipública), ni los niñatos que llegan al activismo, a la antipolítica o al tablao (Alvise tiene algo de Lola Flores o Isabel Pantoja culpable y/o engañada ante una burocracia paya), ni siquiera los académicos periodistas de la cuerda parecen saber dónde están. Yo creo que la mayoría lo sabe pero intentan aparentar que no, que están perdidos en el mundo de la fiesta, de la semántica o de las hinchadas, un poco como Iker Casillas. Los del caso Rubiales parecían trasplantados del melonar futbolero a los tribunales y por eso seguían dando patadas al melón y encarándose o metiéndose con el juez como con un linier gordito, aquellos linieres gorditos que había antes, de graciosa moviola como la de los jugadores tirillas. Su ignorancia de la democracia o de la Justicia yo creo que es adaptación. O sea, que se han adaptado a vivir según otras reglas, las del folclore, las del carromato, las del compadreo, las del chuleo o las del trapicheo, y ya no reconocen otras ni de verlas en las pelis. Justo como la tropa sanchista.
Van creciendo los imputados, los citados, los interpelados, los concernidos y los aludidos judicialmente alrededor de Sánchez y del PSOE, que en realidad son lo mismo ahora
Van creciendo los imputados, los citados, los interpelados, los concernidos y los aludidos judicialmente alrededor de Sánchez y del PSOE, que en realidad son lo mismo ahora. Ya van hacia los tribunales jefecillos de ministerio (el estricto Fisco que atormentaba a Lola Flores quizá pueda ser flexible después de todo), y mandadas de la Moncloa, y la familia de telenovela o de tebeo de Ábalos, con heredero y querida. Pero en ese banquillo sanchista donde hay galácticos y tuercebotas, utilleros y directivos, voceros y masajistas, siguen sin saber qué es la Justicia, o al menos la compostura democrática que hay que mostrar ante ella por respeto, precaución y hasta por tu propio bien. Sí, esta gente melona, disimulada o cuca parece no saber qué es un juez o un tribunal, ni lo que hacen, lo que en democracia sólo pueden hacer los jueces, no los políticos, ni el tertuliano rampante, ni siquiera las Cortes, y que se llama potestad jurisdiccional. Esta gente no distingue la instrucción del juicio, ni el indicio de la prueba, ni la ley de la compraventa, ni la Justicia de la arbitrariedad. Quizá el juez José Manuel Clemente, con su cosa de maestro de antes, didáctico y áspero como un compás de cuerdecilla, podría desabrocharse la toga y darles una pedagógica explicación con un aún más pedagógico sobresalto.
La verdad es que ni la ignorancia ni el disimulo ni la mala memoria ni la chulería eximen de cumplir la ley, como saben hasta las folclóricas de abanicazo en el pecho y lagrimón como un pendiente de Lola Flores. Y que plantarse ante un juez con el argumentario de la tertulia o con la excusa del complot o el soponcio es más o menos como plantarse con el balón de reglamento o con el balón medicinal. La insistencia del sanchismo en el relato, en la teoría de la conspiración o en la falacia (eso de que no puede ser delito desmentir un bulo haría que el juez Clemente se saltara la mesa como si fuera la Superabuela); la insistencia en esto, decía, más que en la propia defensa jurídica o al menos en la prudencia jurídica, nos hace sospechar que su esperanza o su objetivo es saltarse a los jueces o pasárselos por la línea de meta o por el VAR (por qué no otra amnistía ad hoc, o cualquier otra audacia ad hoc).
A lo mejor los de la Federación son unos melones, pero los del sanchismo no creo. Tampoco las folclóricas eran tan tontas, sólo se aprovechaban un poco de su mito, como las rubias o como los guapos. De nuevo, o quizá como nunca, los listos y los tontos se aprovechan de que la mayoría de las veces no distinguimos el melonar del fútbol del melonar de la política.
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1 Comentarios
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hace 3 horas
Sí, son dos comportamientos muy parecidos pero no iguales.
El entonces socialista Rubiales se creía el rey del Mambo al frente de la FEF, y con la mayoría de la gente que estaba próxima a él, está ante un juez.
Sánchez se creía el rey Sol, pensó que el Estado era él, y la mayoría de su gente próxima está ante un juez. Pero no él. Me imagino que habrá que esperar a que ya no sea Presidente del Gobierno.
Brillantes sus símil, alegorías, metáforas, aunque hay que leerlas despacio para poder interpretarlas correctamente.