Este domingo, la ciudad de Los Ángeles tiene una cita con el mundo del cine. La 97º edición de los Premios Oscar promete una noche en la que celebrar todas aquellas películas que han tenido este último año un mayor impacto en la industria cinematográfica norteamericana. Si bien The Brutalist, el drama histórico protagonizado por Adrien Brody que utilizó Inteligencia Artificial para "mejorar" el húngaro del actor, parte como la gran favorita por el público, probablemente sea La Sustancia la película más comentada del año pasado. Vísceras y sangre incluidas.

Nominada a 5 estatuillas, La Sustancia ha hecho historia al ser la séptima película de terror en los más de 95 años de ceremonia en estar nominada a la categoría de 'Mejor Película'. La cinta de horror corporal protagonizada por Demi Moore y dirigida por la francesa Coralie Fargeat se une a El Exorcista (1973), Tiburón (1975), El silencio de los corderos (1991), El sexto sentido (1999), Cisne negro (2010) y Déjame salir (2017) en una carrera por el Oscar que, por el momento, sólo puede fardar de habérselo llevado a casa El silencio de los corderos. ¿Por qué los Oscar desprecian el cine de terror?

El auge del 'terror elevado'

En 1990, el actor británico Jeremy Irons subía al escenario para recoger el Oscar actoral por su papel en la cinta dramática El misterio Von Bülow. Tras agradecer a sus compañeros de reparto y al equipo de la película, Irons dijo lo siguiente: "Gracias también a David Cronenberg. Sé que muchos de vosotros entenderéis por qué".

Dos años antes de recibir su estatuilla, Irons trabajó con Cronenberg en Inseparables, una película de terror psicológico que supuso un importante reto para el actor, al tener que interpretar a dos personajes a la vez. Aun así, no recibió ningún reconocimiento por parte de la Academia.

Un drama histórico aporta un mensaje obvio y verídico, pero una película de terror lo lleva a cabo a través de la fantasía, elevándolo a una categoría febril propia de los sueños... o las pesadillas. Y eso a los Oscar no les gusta mucho. Con su pequeña frase en el discurso, Irons demostró, con cierta sorna, la doble vara de medir de la ceremonia: como Inseparables era una cinta de terror, el actor no se merecía ni estar nominado.

Pero, en los últimos años, la moda cinematográfica es el 'terror elevado': películas que dan miedo pero que cuentan con un trasfondo emocional y temático complejo. Ahora el terror es una herramienta más con la que lanzar un mensaje dramático. La línea entre ambos géneros se ha desdibujado y los fans demandan un mayor reconocimiento. La Academia, por su parte, hace oídos sordos.

¿Puede Demi Moore alzarse con el Oscar a 'Mejor Actriz'?

En 2018, el cine de terror actual encontró un nuevo mesías: Ari Aster. Su debut cinematográfico, Hereditary, redefinió el género por completo, priorizando la tensión latente en cada plano y un espanto alejado del mero grito a la pantalla. La película fue un exitazo, y la actuación de Toni Collette fue celebrada como una de las mejores realizadas por una actriz en un papel dramático ese año. Sin embargo, ni la película ni su protagonista recibieron una sola nominación. Dos años después, Aster repetiría fórmula con Midsommar: película arriesgada en el género y con una actriz (Florence Pugh) estelar. De nuevo, ninguna nominación.

Sin embargo, Pugh sí que rozó la estatuilla en 2019 por su papel como la joven Amy March en Mujercitas, la cinta de Greta Gerwig basada en la novela homónima de Louisa May Alcott. Si en la de Gerwig la actriz desafiaba al patriarcado asegurando que para una mujer "el matrimonio es una propuesta económica", en la de Aster disputa con la dominación masculina de una manera más sórdida: permitiendo y participando en el asesinato de su (ex)pareja. Es inquietante, violento y perturbador. La rabia femenina está bien para lamentarse, pero la Academia pone límites cuando esta se desata por completo.

Florence Pugh en 'Midsommar'
Florence Pugh en 'Midsommar' | A24

En los casi cien años de ceremonia, los Oscar sólo han premiado a seis actores por papeles actorales en cintas de terror: Frederic March (El hombre y el monstruo, 1931), Ruth Gordon (La semilla del diablo, 1968), Kathy Bates (Misery, 1990), Anthony Hopkins (El silencio de los corderos, 1991), Jodie Foster (El silencio de los corderos, 1991) y Natalie Portman (Cisne negro, 2011). De estas, sólo la de Bates premió a una mujer enrabietada.

Este año, entre las cinco nominaciones de La Sustancia hay una que está barriendo al resto: la de Demi Moore y su protagónico como Elizabeth Sparkle, una estrella de Hollywood a la que despiden por ser "demasiado mayor". El odio al cuerpo llevado al extremo le hace ansiar la perfección y adquirir una droga del mercado negro que, al inyectarse, arranca la espina dorsal del personaje y provoca que de la misma nazca una Venus, más joven, más bella y, en esencia, inmejorable.

A pesar de ser "la misma persona", esta deidad recién nacida (Margaret Qualley) es egocéntrica, antipática y odiosa. La envidia provocada en su "otro yo" (aquel interpretado por Moore) nace del victimismo: a Sparkle se le ha obligado socialmente a tomar la decisión de inyectarse la sustancia. Es una víctima del sistema, lo que la convierte en un papel dramático. Es decir, carne de Oscar. Qualley, por su parte, es rabia y cólera y, por ende, no ha sido nominada.

¿Por qué los Oscar desprecian el cine de terror?

En casi cien años de ceremonia, 611 películas han estado nominadas en la categoría de 'Mejor Película'. De estas, más de 350 son dramas, unas 45 encajarían en el género del musical, más de 80 en comedia... Tan sólo 7 películas nominadas en esta categoría pertenecen a denostado género del terror.

Ni Psicosis (1960), ni La semilla del diablo (1968) rozaron la estatuilla principal, pero al menos pueden fardar de haber estado presentes en la ceremonia. Otras, como El resplandor (1980), la más conocida de las películas de Stanley Kubrick, no recibió siquiera nominación alguna. Tampoco lo hizo Jack Nicholson. El terror también brilla por su ausencia en las categorías "menores", aquellas que premian los elementos técnicos de las películas nominadas. Y sorprende, porque estos son cruciales a la hora de definir el aspecto y el sonido en filmes de terror.

Para que una película sea considerada "carne de Oscar", los estudios deben invertir cantidades ingentes de dinero en un proceso inicial que tan sólo asegura que la Academia valore el nominar la película o no, sin prometer que esta sea aceptada. Y, en caso de darle el visto bueno y poder gozar de, por lo menos, una mísera nominación, las productoras deben, de nuevo, invertir muchísimo capital en la campaña por el Oscar. Son cifras astronómicas que suponen un riesgo que no muchas empresas están dispuestas a asumir, refugiándose en valorar aquellas películas que sí pueden tener posibilidades en base a los gustos de la Academia.

Por ejemplo, en el año 2022, la productora estadounidense de moda, A24, apostó todo a la carrera por el Oscar de Todo a la vez en todas partes, dejando atrás a Pearl, la película de terror en la que su protagonista, Mia Goth, parece dar una clase magistral de actuación. Fue un movimiento astuto: aquella por la que apostaron ganó 7 de las 10 estatuillas a las que estaba nominada. Al final, las productoras no quieren nominadas. Quieren ganadoras. En ese apetito canino reside el verdadero terror.