Los alemanes adoran la seguridad y detestan la incertidumbre. Sin embargo, en este invierno de 2025 tienen que lidiar con una situación geopolítica inquietante y una inestabilidad interna tanto política como económica. El modelo alemán se está quedando obsoleto en el peor momento. El ciudadano está en shock porque percibe que el Estado no funciona, y peor se siente cada vez más amenazado. Este domingo 59,2 millones de alemanes están convocados a las urnas para elegir a los 630 miembros del 21º Bundestag. Cerca del 30% aún no han decidido su voto.
Las encuestas llevan estables desde que el canciller socialdemócrata, Olaf Scholz, forzó la ruptura de la coalición semáforo, con Verdes y Liberales (FDP), por discrepancias con el FDP, liderado por Christian Lindner, entonces ministro de Finanzas. Scholz obligó a que los liberales en el gobierno dimitieran por sus críticas al presupuesto y al perder la mayoría se adelantaron la elecciones seis meses.
Según los sondeos, la Unión (CDU y CSU), que cuenta con Friedrich Merz como candidato a la Cancillería, sería el partido más votado con el 30%, seguido de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), con un 20%. Socialdemócratas lograrían un 16% y los Verdes un 13%. Die Linke ha repuntado y ronda el 8%. Está por ver si superan el 5%, el mínimo exigido, los Liberales y la Alianza Sahra Wagenknecht.
Merz y el objetivo del 30% o más
Hay riesgo de ingobernabilidad en diversos grados. "La Unión tiene miedo de quedar por debajo del 30%", titulaba el viernes Der Spiegel. Todos los pronósticos apuntan a que Friedrich Merz será el canciller, pero habrá de pactar una coalición. En Alemania es la norma. Pero su objetivo sería una coalición con socialdemócratas o con Verdes, no otro tripartito, que en realidad es cuatripartito ya que la Unión está formada por CDU y CSU, su hermano bávaro.
"Para Merz lo mejor sería ganar con más del 30% y recurrir a un socio. Así pediría un mandato claro y ejercería su liderazgo. De todas formas, con una gran coalición no habría un giro de 180 grados. Y no descarto que tenga que pactar con SPD y Verdes", señala Adriaan Kühn, director del Instituto Robert Schumann de Estudios Europeos en la Universidad Francisco de Vitoria.
La gobernabilidad en caso de una coalición tripartita sería difícil. "Si son tres partidos (Unión) más SPD y Verdes la política de migración no dará un giro como lo plantea Merz y era su gran apuesta, con la economía. En el caso de Ucrania coincide más con los Verdes. Los dos reclaman más acción. Pero sobre economía los tres son muy dispares", añade Kühn.
Esta fórmula dejaría como dueña de la oposición a Alternativa para Alemania (AfD), junto con partidos más pequeños, si entraran. Con un gobierno con escasa capacidad de acción, por sus discrepancias internas, y con todo el escenario como partido opositor, AfD seguiría creciendo. Así pasó en Italia cuando Fratelli d'Italia se quedó como único partido de oposición al gobierno de unidad nacional de Mario Draghi. Fue su lanzamiento final.
Pero, incluso si gobierna en gran coalición, Merz necesita salir de las urnas con una posición de fuerza. Lo ideal sería que fueran otros políticos con los que tuviera que negociar en el SPD un nuevo comienzo. En una entrevista con El Independiente, el periodista económico Wolfgang Münchau, autor de Kaput, apuntaba cómo el modelo de consenso está impidiendo que Alemania pueda llevar a cabo las reformas que necesita para poner al día su modelo productivo.
Los partidos pequeños y su efecto en la coalición
La noche del domingo habrá que fijarse en si la Unión logra superar el 30%, pero también en los resultados de los partidos que pueden entrar o no en el Bundestag. Si ninguno de los partidos pequeños supera la barrera del 5% de escaños, podría bastar con un 40% de los votos para controlar la mayoría de los escaños del Parlamento (316). Con los sondeos actuales, la Unión podría elegir entre SPD y Verdes.
Pero si, por el contrario, dos de los partidos más pequeños vuelven a entrar en el Parlamento, se necesitará alrededor del 46% de los votos para obtener la mayoría, lo que disminuye significativamente la probabilidad de una alianza bipartidista.
El sistema electoral alemán: dos votos
Las elecciones al Bundestag de Alemania se rigen por un sistema electoral de "representación proporcional personalizada". Los ciudadanos alemanes votan tanto a personas como a listas de partidos. Cada elector tiene así dos votos. El Erststimme con el que se elige al representante en el distrito electoral en el Bundestag. Hay 299 distritos electorales. El Zweitstimme sirve para elegir la lista de un partido a nivel estatal. Es el voto que determina cuántos diputados representan a un partido en el Bundestag.
Ahora se ha modificado el número de escaños: de 733 a 630. Hasta las anteriores elecciones federales, el candidato que tenía más votos para representar a alguno de los 299 distritos electorales entraba directamente al Bundestag. Ahora también necesitará que su partido consiga suficiente apoyo en el segundo voto (salvo que sea un candidato independiente).
El peor escenario, afortunadamente el menos probable, sería que los partidos en los extremos, Alternativa para Alemania y Die Linke, que quedan fuera de las coaliciones de gobierno, lograran el número suficiente de escaños como para impedir que el resto sumen mayoría. Los partidos alemanes respetan el llamado Brandmauer, el cortafuegos, que deja fuera de las coaliciones a la ultraderecha de AfD. Merz ha dejado claro que no va a pactar con la ultraderecha "bajo ninguna circunstancia". También queda fuera de las coaliciones Die Linke.
En uno de los debates, Merz recriminaba a la candidata a la Cancillería de AfD, Alice Weidel, que siga dando cabida en la formación a gente como Björn Höcke, el líder del partido en Turingia, que llevó al partido a ganar las elecciones regionales. Höcke no oculta su simpatía por el nazismo, aunque Weidel siempre reprocha a los otros partidos que les tratan de asimilar con el nazismo de forma injustificada. En su diálogo con Elon Musk, que ha apadrinado la campaña de AfD, Weidel llegó a decir que Hitler era socialista y antisemita, y ellos están muy lejos de serlo.
El efecto Musk y la migración sobre AfD
El apoyo de Musk a la campaña de AfD ha sido una de las novedades de la campaña electoral. El multimillonario, reconvertido en asesor de Donald Trump, insiste en su red social, X, que Alemania solo podrá salvarse si gobierna Alternativa para Alemania. A ello se suma el discurso del vicepresidente JD Vance en la Conferencia de Múnich, quien no tuvo reparos en dar lecciones a los europeos de democracia y libertad de expresión. Y fue más allá porque, sin nombrar a AfD, criticó a los que aplican los cortafuegos o cordones sanitarios.
En Alemania sus palabras cayeron como una bomba. Apenas unos días antes, hasta la ex canciller Angela Merkel abandonó su tradicional mutismo para advertir a Merz que no podía ni siquiera dejar que AfD apoyara una moción parlamentaria no vinculante sobre migración, como había pasado. Después de los recientes ataques de solicitantes de asilo, Merz quiso que el Bundestag se pronunciara a favor del cierre de fronteras y las expulsiones en caliente.
De este modo, primero el ministro de Defensa, Boris Pistorius, y luego el canciller, Olaf Scholz, dijeron al vicepresidente de EEUU que no se inmiscuyera en la campaña y menos aún diera clases de democracia.
El apoyo de Musk confirma cómo Alternativa por Alemania se beneficia del auge del nacionalpopulismo que abandera Donald Trump. A ello se suma que para muchos alemanes es el partido que deja claro cuál es su posición sobre la migración, y los ataques de inmigrantes, algunos de ellos ejecutados por solicitantes de asilo que tendrían que haber sido deportados, demuestran que algo está fallando. Es otra muestra más, y muy dolorosa, de que el Estado no funciona. De ello se beneficia este partido que combina neonazis con ultraliberales, que se plantearía salir de la UE, y que oculta su putinismo bajo el paraguas del pacifismo.
Su éxito de momento no les lleva a gobernar, pero si siguen ganando apoyos, van a hacer difícil que los otros partidos apliquen sus políticas. Y eso paraliza a un país fundamental en la Unión Europea.
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