Junts nos ha confirmado lo que suponíamos, que la condonación de la deuda no es tanto una cuestión de dinero sino de estatus, como los títulos nobiliarios. El señorito se distingue porque se le trata como señorito, incluso si es un tieso de casino comercial o uno de esos hidalgos que viven en sus galgueras, a la fría sombra de granado de su escudo de armas. Y si no eres ese tieso con almidón de mugre, ni tus lamparones hermosean como aldabas en el pecho, sino que aún tienes poderío y pela, con más razón aún, porque lo contrario sería empezar a dudar de tu nobleza y de tus cuartos, que es como dudar de la honra. Ni Junts, ni los indepes ni Cataluña son señoritos a dos velas, aunque sí señoritos decadentes, que han ido malgastando y desluciendo la hacienda a base de llenar de flores y tafetanes los balcones, los camerinos de las vedetes y los galanes de noche de sus alcobas. Quizá no es la falta de dinero, sino la decadencia, lo que empuja a querer reafirmar el estatus con la cabezada del cochero, del limpiabotas o de todo el Estado en este caso. Por eso no es que les parezca poco lo que ofrece Sánchez, es que Sánchez les ha ofrecido lo mismo al cochero y al limpiabotas.
Junts exige ahora la condonación de toda la deuda de Cataluña, aunque no tanto por nuevos cálculos, necesidades o ambiciones como por el agravio de clase, por ese escozor a la altura de los collares, escozor casi de guillotina, de no ser los únicos o no ser al menos los primeros, como en la cola de la ópera, en el reclinatorio o en el balcón de la patrona. No es tanto la quita como el privilegio de la quita, no es tanto el dinero como el privilegio del dinero. Es como esas bulas que te permitían comer carne en cuaresma y que hacían a los pobres aún más pobres, no porque no pudieran comer carne ni en cuaresma ni en otra fecha, sino porque ni siquiera podían soñar con ello. La portavoz de Junts en el Parlament, Mònica Sales, ha salido como con pinza en la nariz (tiene la nariz muy pinzable, signo todavía más aristocrático que el meñique de loza) y no se ha puesto a criticar números, que en el fondo son de mal gusto, sino eso del “café para todos”. O sea, que cualquiera, hasta esos moritos de Jerez que les da Andalucía, pueda tomar café igual que ellos (en el caso de los andaluces, más que ellos), o incluso soñar con jamón el Viernes Santo.
No fastidia el dinero ni fastidia el café, fastidia el “para todos”. Eso del “café para todos” es un invento de Manuel Clavero Arévalo, que, por cierto, para más agravio, además de ministro de Suárez, que es como decir de Franco, era andaluz, sevillano, catedrático, social liberal (de verdad, no como Sánchez) y tozudo de gafa negra y gorda (esa época daba muchos tozudos de gafa negra y gorda, mientras se pasaba de la noche franquista a la frágil mañanita de la democracia). Clavero no paró hasta que la UCD aceptó que el modelo señorial que se había pensado alrededor de Cataluña, el País Vasco y Galicia terminara en este modelo territorial nuestro, confuso, entreconfederal, desigual y que nos ha dado muchos problemas, pero que entonces se creía imprescindible para el desarrollo de regiones rezagadas, postergadas o simplemente explotadas como Andalucía (luego llegaría el PSOE de Chaves y demás, del que aún sobrevive María Jesús Montero, para desmentir esta ingenuidad). O sea que el agravio con el café ya venía de ahí, desde que Cataluña se sintió descafeinada por un andaluz un poco salmantino.
Cataluña podrá tener más o menos dinero o deuda, en realidad menos dinero y más deuda desde que ya se gasta la mayoría de la pela propia y española en folclore patriótico
Cataluña podrá tener más o menos dinero, aunque según ellos debería ser más, no ya porque lo produzca sino porque se lo debe la historia y se lo debe España, que le ha estado quitando pureza a su nación y a su café desde siempre. Cataluña podrá tener más o menos dinero o deuda, en realidad menos dinero y más deuda desde que ya se gasta la mayoría de la pela propia y española en folclore patriótico y gaitas monumentales o sólo sentimentales. Pero lo que no pueden consentir es ser como los demás, tomando el mismo café colombiano o indonesio, el mismo café de sobre o de George Clooney, o incluso la misma achicoria que los otros. Así que Junts ha salido con la servilleta en el cuello, sangrantes de servilleta como de guillotina, ya digo, aunque no sabemos si quieren café para ellos o que les quiten el café a los demás, su festín o nuestra hambre. Aunque yo creo que es más bien lo segundo, lo cual es muy significativo porque nos enseña que en realidad no quieren su dinero sino nuestra ruina, tanto económica como democrática. Y no hay manera de que eso acabe en equilibrio ni mucho menos en justicia.
Sánchez quería contentar a los indepes con algo que es mucho mejor que la pela y que la simbología, que es pela puramente simbólica. A la vez, quería aprovechar y hacer de mago que saca monedas de las orejas con las autonomías que quiere recuperar, que son casi todas porque apenas tiene la Moncloa con estafeta en Cataluña y espinita en Castilla-La Mancha. Pero eso parece que es imposible, no puede haber café para todos o Cataluña rompe la vajilla o incendia el cafetal, como un cafetero de telenovela dolido por los agravios de la moza.
Como decíamos ayer, la deuda no desaparece, o al menos no desaparece para el ciudadano aunque lo haga para el burócrata autonómico. Pero, la verdad, ese café sólo para Cataluña nos saldría más barato que el café para todos, o sea que hasta el señoritismo de Junts es más llevadero que el señoritismo de Sánchez. Quedaría, eso sí, la humillación de estar los demás bebiendo agua del grifo para que el señorito siga sintiéndose señorito con su café del señorito, que no es el que se toma ya entre las primeras cervezas, en el mediodía arbitrario del señorito, sino entre la envidia de los demás. En realidad, claro, lo que saldría más barato sería no tener a Sánchez.
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2 Comentarios
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hace 21 minutos
impresionante el último párrafo. Gracias LM
la última frase demoledora: «En realidad, claro, lo que saldría más barato sería no tener a Sánchez»
hace 10 horas
La reacción de la portavoz de JUNS sobre el asunto es de una vileza supremacista realmente miserable.
Las humillaciones que le hacen pagar a Sánchez, por su peaje político tienen un gran eco institucional porque es, desgraciadamente, el presidente de todos los españoles.
Hay que hacer un gran ejercicio de sensatez para separar a estos hijos de . . . .Pedrables de lo que es Cataluña hoy. No confundir la mierda con el seny.