Entre las decenas de cámaras apostadas a la entrada de la Audiencia Nacional con el deseo de captar una de esas imágenes imprescindibles de cualquier recopilatorio sobre la crisis, apenas cuatro personas se esforzaban en hacer notar su malestar contra los acusados del caso Bankia: "¡Que devuelvan lo robado! ¡Habéis saqueado España!", coreaban a viva voz entre imprecaciones que se hacían notorias de forma episódica, cada vez que alguien se aproximaba a la puerta del tribunal. En un proceso cuyo vericuetos judiciales -y sus derivadas- han sido tan prolongados, apenas subsisten siquiera las ganas de protestar.
Más de siete años después de la salida a bolsa de Bankia y seis años y medio después de su intervención, treinta y una personas físicas, más tres jurídicas, estaban citadas este lunes en la sede de la Audiencia Nacional para dar inicio al juicio en el que se juzga un posible fraude en la salida a bolsa de la entidad, sustentado en una hipotética falsedad documental en las cuentas del año 2010, además de en las de 2011. Muchos de ellos se han convertido en este tiempo en rostros habituales de los tribunales y sobre algunos incluso pesan ya varios años de condena.
Y como no podía ser de otro modo, a un proceso tan dilatado debía corresponderle un inicio de juicio con retraso: la sesión se inició alrededor de una hora más tarde de lo previsto. Esos minutos de espera depararon la estampa de algunas de las personalidades más destacadas del panorama económico y político de hace tan solo unos años -José Luis Olivas, Francisco Verdú, Ángel Acebes, Javer López Madrid o Arturo Fernández, entre muchos otros- aguardando en la puerta su turno de entrada a la sala. Los rostros serios y las escasas muestras de complicidad entre ellos denotaban que aquel no era plato de buen gusto para nadie.
Mientras la mayor parte de los procesados esperaba su turno para entrar en la sala, Rato era conducido directamente en furgones policiales
No compartía espacio con ellos el otrora presidente de la entidad -amén de protagonista del 'milagro económico' español-, Rodrigo Rato, quien, a falta de que se diriman sus responsabilidades en este caso, pasa ya -y desde hace poco más de un mes- sus días entre rejas, a causa de unos sucesos representativos de un modo de gestión que difícilmente se puede desligar de lo que ahora se juzga: el de las tarjetas 'black'. Tanto él como otros cinco acusados, condenados también en la misma causa, acudieron a la sala en furgones policiales directamente desde las cárceles en las que cumplen sus respectivas penas.
Rato es uno de los únicos cuatro procesados acusados de estafa por la Fiscalía Anticorrupción. Junto al suyo, en el escrito del Ministerio Pública, figuran únicamente los nombres del exvicepresidente del banco, José Luis Olivas; el exconsejero José Manuel Fernández Norniella; y el ex consejero delegado, Francisco Verdú. Para todos ellos pide penas de entre cinco y dos años y siete meses.
Pero la última palabra de la Fiscalía no está aún dicha ni sus acusaciones cerradas. Así se apresuró a dejarlo claro la fiscal Carmen Launa, dejándose la puerta abierta a una modificación de su escrito de acusación que incluya el delito de falsedad contable y, con ello, se extienda a otros procesados. El rostro grave con el que los abogados de la defensa encajaron el discurso de Launa era la prueba más notoria de que el aviso de Launa venía a desbaratar buena parte de la estrategia de defensa de la mayor parte de los acusados -los 30 no incluidos en la acusación de la Fiscalía-, que querían valerse de la postura del Ministerio Fiscal para acogerse a la llamada doctrina Botín y solicitar así su absolución.
Launa amparaba, además, su nueva postura en la presentación de una serie de nuevos documentos e informes que vendrían a respaldar la responsabilidad de unos acusados que, según quiso dejar claro, "contribuyeron" y eran "conscientes" de que en el folleto de la salida a bolsa de Bankia se "ocultaró el estado real" de las cuentas para "provocar un desplazamiento patrimonial de los inversores".
Estas sorpresas de última hora pudieron descolocar, pero no trastocar los planes de los abogados de la defensa, quienes uno tras otro se sucedieron en la exposición de las razones que explicarían por qué sus defendidos no debían estar allí. Porque en el desastre que hizo de Bankia el banco de todos, las culpas parecen ser de nadie.
Rato y Olivas quisieron demostrar su confianza en Bankia aireando sus inversiones en acciones del banco
Para Rato y Olivas no existe mejor prueba de que aquella no fue la crónica de una muerte ocultada que su decisión de invertir parte de su hacienda en acciones de la entidad; otros se acordaron de exconsejeros ausentes, como Virgilio Zapatero, para reclamar por la disparidad de criterios empleados en la confección de la lista de procesados; algunos, como Acebes, lamentaron el error de haber sido incluidos allí, cuando su relación con Bankia no empezó hasta semanas después de que el banco se convirtiera en una entidad cotizada; y los más adujeron cuestiones procedimentales para solicitar la nulidad de las acusaciones. Todos sin excepción solicitaron la dispensa para no tener que acudir más que a las sesiones en las que su presencia sea indispensable para la continuidad del proceso.
Un proceso que a falta de un calendario definido se espera que se prolongue durante varios meses, al menos hasta el próximo verano. Para entonces habrán transcurrido unos ochos años desde que Bankia saltó al parqué y unos siete desde que las expectativas de convertirse en una de las entidades más pujantes del panorama financiero español trocaron en una fuente de pérdidas que han tenido que cubrir el conjunto de los españoles. Hoy apenas subsisten las ganas de protestar de los damnificados. Ni la Bankia de hoy se parece a la de entonces; ni en su dirección, ni en sus accionistas, ni en sus perspectivas...Pero las huellas de aquel desastre siguen demasiado presentes.
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