La cruenta guerra civil que durante 14 años desbarató el tejido social de Siria ha dejado un brutal “déjà vu”. En apenas cuatro días, más de 1.500 personas han sido asesinadas, entre ellas, al menos un millar de civiles, en su mayoría miembros de la minoría alauí a la que pertenece el expresidente sirio Bashar Asad. El episodio más sangriento de la incierta transición siria, tres meses después de la caída de los Asad, exhibe la fragilidad de un proceso en el que la sed de venganza sectaria amenaza con volver a hundir al país en una contienda fratricida.
Los ataques lanzados por leales a Bashar Asad en las provincias costeras de Latakia y Tartus han desatado una espiral de violencia sectaria, acompañada además por una campaña de desinformación y bulos que ha alimentado la confusión. Según la información proporcionada por el Observatorio Siria para los Derechos Humanos, hombres armados leales al gobierno liderado por islamistas suníes y presidido por Ahmed al Sharaa han perpetrado asesinatos por venganza contra miembros de la minoría alauí de Asad en represalia por los ataques previos. El nuevo Gobierno, bajo presión internacional, ha establecido una comisión para investigar y esclarecer los hechos. Este lunes el ministerio de Defensa sirio aseguró haber completado la operación militar; haber “neutralizado” a los partidarios del expresidente; y haber “allanado el camino para que la vida volviera a la normalidad”.
El origen de la violencia
El jueves tropas sirias cayeron en una emboscada de hombres armados en la ciudad de Jableh cuando intentaban arrestar a un funcionario buscado del régimen de Asad. Al menos 13 oficiales perdieron la vida. La respuesta gubernamental fue enviar tropas a las que se unieron partidarios armados del gobierno. Durante los cuatro días siguientes, asaltaron ciudades y pueblos alauíes donde se registraron asesinatos a sangre fría y saqueos generalizados. La región es el hogar de la secta alauí, a la que pertenecían destacados miembros de la élite del régimen derrocado en diciembre.
Desde hace semanas los adláteres de Asad, que huyó el 8 de diciembre y reside desde entonces en Rusia, han multiplicado sus arremetidas en una insurgencia que recuerda a la que experimentó Irak tras el colapso del régimen de Sadam Husein.
“El reciente estallido de violencia en Siria es el resultado de una compleja interacción de factores”, señala a El Independiente Ammar Abdulhamid, activista y analista sirio. “En respuesta a los ataques insurgentes alauíes contra las fuerzas gubernamentales, que mataron a decenas de soldados en el lapso de pocos días, las comunidades suníes locales, que habían sufrido bajo el brutal gobierno de Asad durante 14 años, reaccionaron con violencia y represalias, apuntando a barrios y aldeas alauíes. Este ciclo de venganza ha sumido ahora a Siria en un momento especialmente precario”, admite.
En respuesta a los ataques insurgentes alauíes contra las fuerzas gubernamentales, las comunidades suníes, que habían sufrido bajo el brutal gobierno de Asad durante 14 años, reaccionaron con violencia
Las raíces que alimentan los ajustes de cuentas
“Muchos leales a Asad, en particular los que participaron activamente en atrocidades pasadas, no tenían perspectivas de amnistía y, por lo tanto, no vieron otra opción que seguir luchando. Sus filas se vieron reforzadas por la desesperación económica (muchos alauíes perdieron sus empleos en el gobierno y sus medios de vida de la noche a la mañana, lo que alimentó el resentimiento) y por el fracaso del nuevo gobierno en integrar a las comunidades locales en las estructuras de seguridad y gobernanza. La participación de Irán en la financiación e instigación de la insurgencia no hizo más que echar leña al fuego”, desliza Abdulhamid.
Es la señal del fracaso del nuevo gobierno en integrar a las comunidades locales en las estructuras de seguridad y gobernanza
Los responsables del fuego cruzado
En el lado de los partidarios de Asad figuran los “restos del régimen de Asad liderado por el criminal de guerra, Ghiath Dalla, que era un comandante de la cuarta división, dirigida por Maher Asad”, recuerda Kawa Hasan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson. Se estima que el número de bajas entre las tropas sirias se eleva a las 400. Maher Asad es el hermano menor del expresidente y uno de los rostros de la feroz represión con la que el régimen baazista sofocó durante años las revueltas en todo el país.
En el bando contrario se ha reunido una amalgama de fuerzas e individuos que son muestra del caos con el que Damasco respondió a la amenaza insurgente. “La administración interina, a través de su servicio de inteligencia y también del Ministerio de Defensa, llamó a la gente de otras provincias a movilizarse y atacar las zonas costeras. Hubo múltiples iincitaciones sectarias por parte de líderes religiosos que forman parte de la nueva administración”, relata Hasan.
Los restos del régimen de Asad están liderados por el criminal de guerra, Ghiath Dalla, excomandante de la cuarta división dirigida por Maher Asad
“Tres grupos participaron en el contraataque: 1) los miembros de seguridad que forman parte de la nueva administración y están bajo el control del ministro de Defensa; 2) las milicias sirias que forman parte del Ejército Nacional Sirio, responsables de violaciones de derechos humanos en el noreste de Siria. Nominalmente forman parte del Ministerio de Defensa, pero en la práctica no; y 3) combatientes yihadistas extranjeros. Los primeros también cometieron crímenes de guerra, pero los segundos y los terceros cometieron la mayoría de los crímenes de asesinatos indiscriminados contra civiles”, detalla.
Según el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, se recibieron informes de ejecuciones sumarias de tinte sectario cometidas por elementos vinculados al anterior Gobierno, miembros de las fuerzas de seguridad del Gobierno interino actual y personas no identificadas. El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo estar “alarmado por la escalada violenta en las áreas costeras de Siria, escenario de ejecuciones sumarias generalizadas, incluyendo de familias enteras y la pérdida de al menos uno de nuestros colegas de la UNRWA (Agencia para los refugiados palestinos)”. El terror de los últimos días ha provocado la huida de al menos 6.000 personas al Líbano.
La transición, a prueba
“Lo ocurrido es realmente un punto de inflexión para la frágil transición de la República Árabe Siria, porque va a testar si la administración interina de Ahmed al Sharaa es capaz de tomar medidas para llevar ante la justicia, castigar y hacer rendir cuentas a los responsables de matar a civiles inocentes de la comunidad alauí”, indica Hasan. El presidente interino ha anunciado la creación de un comité independiente para investigar los asesinatos. En una entrevista este lunes, Al Sharaa reconoció que se registraron “muchas violaciones” tras el estallido de la violencia y prometió castigar a todos los responsables, incluidos sus propios aliados si fuera necesario. “Siria es un estado de derecho. La ley seguirá su curso para todos”, manifestó. “Luchamos para defender a los oprimidos, y no aceptaremos que se derrame sangre injustamente, o que quede sin castigo o responsabilidad, incluso entre los más cercanos a nosotros”.
Según el periódico sirio Al Watan, las fuerzas de seguridad "arrestaron a varios autores de violaciones", entre ellos a los responsables de la "ejecución de un anciano" que se grabaron en un vídeo "dando vueltas en una motocicleta por uno de los pueblos de la costa". Según Kawa, los hechos deberían ser objeto de “una investigación independiente dirigida por la ONU” que “diga claramente lo que ocurrió, quiénes son los responsables de los crímenes cometidos contra los civiles”. “Los vídeos y la mayoría de estos crímenes están documentados por los propios autores. Están orgullosos de ello, y no será tan difícil averiguar quién hizo qué”, precisa.
La guerra civil, un riesgo real
“El riesgo de guerra civil es muy real, dados los intereses en conflicto de los actores nacionales y regionales”, advierte Abdulhamid. “Sin embargo, también hay razones para un optimismo cauteloso. El nuevo liderazgo, como lo demuestra el reconocimiento del presidente de las recientes masacres y su compromiso de hacer responsables a los perpetradores, ha mostrado su voluntad de abordar las quejas. La formación de dos comisiones, una comisión de investigación para determinar los detalles de lo ocurrido e identificar a los autores, y otra para comenzar a trabajar en la reconciliación nacional, es un paso muy necesario en la dirección correcta. Si el gobierno puede actuar con decisión —equilibrando la seguridad con la reconciliación—, la guerra civil aún puede evitarse, con el presidente Al Sharaa y el nuevo gobierno emergiendo como los verdaderos protectores de los grupos minoritarios y los garantes de la seguridad y la estabilidad”, apunta.
Aprender la lección
A juicio de Hassan, la espiral de violencia debería llevar a Damasco a tomar medidas urgentes, entre ellas, dos de calado: “Las milicias del Ejército Nacional Sirio, responsables de crímenes de guerra tanto en el noreste de Siria como en las zonas costeras, deberían ser disueltas. Sus líderes y los responsables de los crímenes cometidos deberían rendir cuentas. Y hay que proceder a la expulsión de los combatientes yihadistas extranjeros”.
"Las horribles imágenes que llegan de la costa de Siria, con cadáveres tirados en las calles y familias en duelo llorando a sus seres queridos, son un sombrío recordatorio de los ciclos pasados de atrocidades que los sirios han soportado y corren el riesgo de exacerbar las tensiones sectarias y alimentar más violencia mortal. Los sirios merecen un futuro basado en la justicia y la dignidad, pero las comunidades se ven obligadas una vez más a soportar pérdidas inimaginables", denunció la directora regional de Amnistía Internacional, Heba Morayef.
En una rápida sucesión de los hechos, a última hora de este lunes Al Sharaa anunció un acuerdo con las Fuerzas Democráticas Sirias, la coalición de mayoría kurda que controla el noreste de Siria, hasta ahora una región autónoma "de facto", para integrarse en las nuevas instituciones estatales. Un paso hacia la reunificación territorial del país que significa también un reconocimiento a las múltiples etnias que lo integran. “Es un avance positivo porque entre los puntos acordados figuran la integración de todas las instituciones militares y civiles del noreste de Siria en el nuevo Estado sirio, el reconocimiento de los derechos constitucionales de los kurdos en Siria, basados en la constitución y también en la ciudadanía, lo cual es muy interesante además de un alto el fuego en Siria, el fin de la incitación sectaria y unirse en la lucha contra los restos del régimen de Asad”, asevera Hasan.
Hay una falta de confianza entre nosotros. Necesitamos hablar sin que otros se inmiscuyan, desde Irán a Israel o Hizbulá
Para Mohamed Khedhr, activista sirio, “los desafíos son muchos”. “Hay una falta de confianza entre nosotros. Necesitamos hablar sin que otros se inmiscuyan, desde Irán a Israel o Hizbulá”, replica. “Hay muchas milicias aún sobre el terreno. El presidente anunció que serían integradas en el ejército pero no lo han hecho hasta ahora. Hay que controlar a esos grupos. De lo contrario, va a ser un gran problema junto a la situación económica en el oeste de Siria, donde la gente pertenecía al ejército de Asad”, apunta. “Queda mucho por hacer. Han sido más de cincuenta años de control del régimen de la familia Asad. Cometieron muchas masacres”, esboza quien ha establecido un diálogo semanal entre activistas sirios retransmitido en redes sociales.
La firma del acuerdo entre los kurdos y Damasco es un desarrollo esperanzador tras una semana de vendetta y sangre. “La esperanza de una paz pos Asad aún no se ha materializado porque la verdadera paz requiere confianza, tiempo y mejoras tangibles en la vida cotidiana. Sin una recuperación económica y un gobierno inclusivo, la estabilidad sigue siendo esquiva. Levantar las sanciones, todas las sanciones, sería un primer paso crítico para permitir la reconstrucción y fomentar la reconciliación nacional. La idea de que las sanciones pueden utilizarse como palanca para obtener concesiones políticas es poco práctica; en realidad, sin ayuda económica, los nuevos líderes de Siria no pueden estabilizar el país ni ganarse la confianza de la población”, concluye Abdulhamid.
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