Creo honestamente que ha llegado el momento de volver a manifestarse por una televisión pública libre. Sería una buena idea recuperar los viernes negros. Podríamos acudir ese día de riguroso luto a nuestros puestos de trabajo para reclamar la despolitización de RTVE. La presión que sufrimos sus 7.000 trabajadores es insoportable, inaudita. Se pudo apreciar el pasado jueves, cuando programamos un especial sobre los 7.291 muertos en las residencias de ancianos madrileñas durante la pandemia y la derecha nos atacó por ello.

No pedimos tanto. Tan sólo reclamamos ser libres y hacer periodismo sin que los políticos quieran inmiscuirse en nuestro trabajo. Trabajamos duro cada día para cumplir con nuestra obligación de servicio público le pese a quien le pese. No cedemos a las presiones ni nos dejamos sobornar. Si Silvia Intxaurrondo aceptó el miércoles un premio que entregaba el PSOE de Madrid fue precisamente porque su imparcialidad no está en venta. Si el galardón se lo concediera el PP, tendríamos la misma ausencia de dudas sobre ella.

Hasta julio de 2018, nos movilizamos cada semana por una RTVE libre. Decidimos desconvocar entonces las protestas porque los políticos nos prometieron que se iba a convocar un concurso para elegir a nuestro presidente. No hemos apreciado grandes motivos hasta ahora para volver a la lucha. Es cierto que se han producido pequeños contratiempos, pero opinamos que no han sido lo suficientemente relevantes. No es para tanto que hayamos tenido tres administradoras provisionales de las que una estaba jubilada y las otras dos habían suspendido el examen al que las sometió el Congreso para acceder a su puesto. Tampoco es especialmente grave ni afecta a nuestra cadena de mando que el Gobierno haya otorgado casi plenos poderes sobre los contratos con productoras a nuestro nuevo presidente, ascendido tras la ratificación de un Real Decreto que cesó a las bravas a los anteriores consejeros. La norma se aprobó el día después de la dana de Valencia. Una jornada como otra cualquiera.

Oposiciones impolutas

Husmea por aquí la policía porque uno de nuestros sindicatos amañó unas oposiciones para favorecer a los suyos. Sus conmilitones se han mantenido en los tribunales e incluso sus allegados han recibido algún ascenso. ¿Dónde está el problema? Tampoco lo vemos en que a Angélica Rubio o a Miki-moto les paguemos sueldos de más de 100.000 euros anuales por tomar decisiones sobre esta empresa, mientras entregamos contratos de 30 millones de euros a la productora que fundó José Miguel Contreras en 2018 o 14 millones a la del realizador del documental de Pedro Sánchez. Todo, por programas cuya audiencia ha sido baja, pero digamos que estas son minucias. Constituyen el precio que tenemos que pagar por la libertad.

Ahora no dependemos de ningún partido. Podemos programar un especial informativo sobre el quinto aniversario de la declaración del estado de alarma y dedicarlo a las 7.291 personas que empujó a la muerte el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso en los geriátricos de la Comunidad de Madrid sin que Moncloa y el PSOE nos censuren. Incluso nos dejan comprar a Mediapro un nuevo programa -Malas lenguas- para que un periodista de independencia contrastada, como Jesús Cintora, se dedique cada tarde a ilustrar a nuestros espectadores sobre los bulos que se publican en otros medios de comunicación.

Todo esto nos ha costado mucho esfuerzo. La anterior etapa fue muy dura. Aquí se llegó a contratar a un fascista como Carlos Herrera para presentar un programa de debate o a un señorito andaluz, como Bertín Osborne, para entrevistar a gente de un marcado perfil político como Jesulín de Ubrique o Lolita. Toreros y folclóricas, como en el franquismo. Nadie en Torrespaña ha sido capaz de olvidar cuando el PP montó aquí una 'redacción paralela' de 12 personas para derechizar la línea editorial de los telediarios. El efecto de aquella quinta columna fue tan devastador que en estos últimos años hemos tenido que contratar 2.000 personas a dedo para intentar mitigarlo. Menos mal.

Hubo un día en 2015 que, en lugar de hablar de Gürtel, Púnica, Lezo y derivados, una de nuestras jefas decidió hacer una cobertura especial del día de la croqueta. Ardió Troya y con razón. Llegamos a inventar un hashtag para denunciarlo (#jesuiscroquette). Fue una maniobra para desviar la atención. Para confundir a la audiencia con pan y circo, algo muy típico de los fascistas, que son especialistas en propaganda y en distracción. En banderas, sainetes, campamentos y programitas para embobar a la población, que necesita contenidos buenos, de los educativos, de los nuestros, con justas reivindicaciones y verdades absolutas. Por suerte, ahora tenemos a Cintora e incluso hablamos con valentía de la pandemia y nos atrevemos a señalar el problema de las residencias de la Comunidad de Madrid. Lo que Óscar Puente ha llamado gerontocausto.

Fortes, Óscar Puente y Juvenal

Dicen que había más enfoques para el especial del quinto aniversario de la covid-19. Hablan de que el Gobierno celebró las manifestaciones del 8-M, desautorizó a quienes utilizaban mascarillas en marzo de 2020, organizó ruedas de prensa con uniformados, anunció la derrota del virus cuatro meses antes de que se patentara la primera vacuna, declaró dos estados de alarma ilegales... Incluso hay quien recuerda que algunos de nuestros reporteros realizaron conexiones en directo, en febrero de ese año, en las que se carcajearon sobre la alerta desmedida que había generado esta infección, que “no era más que una simple gripe”. Mató al final a 130.000 personas en España, de la cuales, más de 30.000 en los geriátricos. Los hospitales, desbordados, se vieron obligados en muchos puntos del país a elegir entre quién debía salvarse y quien no, mientras sus profesionales denunciaban desabastecimiento de material de protección y Víctor de Aldama, José Luis Ábalos y compañía contrataban a Soluciones de Gestión y Apoyo a empresas.

Sí, a lo mejor a Fortes y a sus tertulianos se les olvidó el jueves recorrer los vericuetos de algunos temas de menor importancia, pero la verdad es que ofrecieron una panorámica muy completa de lo que pasó aquellos días. Se centraron en las residencias de ancianos de Madrid. Es decir, en el gran foco del problema. Varios miembros del Gobierno han aplaudido en sus redes sociales nuestro trabajo. Señal de que lo hacemos bien. La derechuza, para variar, nos critica. Eso es absolutamente inaceptable. Por eso, hay que volver a convocar los 'viernes negros'. Nadie puede amenazar nuestra independencia ni intentar amordazarnos.