Si hay una serie de la que todo el mundo está hablando es Adolescencia, la miniserie británica de cuatro capítulos grabados todos en una única toma. Se estrenó el pasado viernes y, desde entonces, puede fardar de haberse colado entre lo más visto de la plataforma, con 24.3 millones de visualizaciones en todo el mundo en menos de una semana. El periódico The Times la describe como "perfección absoluta", y The Guardian lo corrobora: "es lo más cercano a perfección televisiva en décadas". Todo el mundo habla de la ficción, cuya duración apenas roza las cuatro horas, pero, ¿cuánto de mito hay en el drama de Jack Thorne y Stephen Graham?

La idea inicial le vino a Graham al percatarse de una certeza: el odio se encuentra cada vez más respaldado. Pero, sobre todo, son los niños los que más expuestos están a este odio, y a las terribles consecuencias que ello conlleva. En 2021, un joven de 14 años apuñaló mortalmente a su compañera, de 12, en Liverpool; en 2023, algo similar ocurrió en Croydon, cuando un joven de 17 años asesinó a una compañera de 15. "Pensé: ¿cómo hemos llegado a esto? ¿Qué le pasa a nuestra sociedad?", expuso Graham durante el preestreno de la serie.

La respuesta es Adolescencia, una miniserie que cuenta la historia de la familia Miller, cuya vida da un vuelco cuando Jamie, de 13 años, es arrestado al ser acusado de matar a una compañera de su clase. Mientras la investigación avanza, sale a relucir que el joven consumía vídeos publicados por influencers misóginos que promueven los delitos de odio.

Los discursos de odio en internet

La llegada de la serie es lamentablemente oportuna: Kyle Clifford (26 años) se ha declarado culpable del triple asesinato de la mujer de John Hunt, un famoso presentador de la BBC, y sus dos hijas en Bushey, Londres, el pasado julio de 2024. Lo más inquietante reside en que Clifford, horas antes de cometer el delito, había escuchado podcasts misóginos y visto vídeos de Andrew Tate, un popular celebrity de extrema derecha famoso por sus comentarios machistas, homófobos y racistas, y por haberse autoproclamado abiertamente nazi. Masculinidad tóxica, misoginia online y rabia masculina. Esto no es una ficción, es una realidad ineludible.

La periodista británica Hayley Campbell comentó en su programa Must Watch de la BBC Radio que la serie "trata del auge de la misoginia, especialmente entre los jóvenes, provocada por personas como Andrew Tate, a quien se le menciona [en Adolescencia] una vez". Aunque, para Campell, la miniserie encuentra su verdadero terror al darse cuenta el espectador "del poco control que tienes sobre tu hijo y lo que hace con su teléfono".

'Adolescencia'
'Adolescencia' | Netflix

De manera similar a lo ocurrido con los discursos del denominado BROaching (un movimiento digital que sermonea sobre la riqueza), el de los discursos de odio se dirigen proactivamente a los más pequeños, porque son los más moldeables. Dejan la ética a un lado para ganar adeptos a sus mensajes "filosóficos", que presentan como si fueran la más absoluta de las verdades. Es por ello que Thorne ha asegurado recientemente que quiere que Adolescencia "se vea en colegios e incluso en el Parlamento. Es algo crucial, porque esto sólo puede ir a peor".

Además de showrunner de la serie, Graham adopta el papel de Eddie, el padre del niño que, como todo progenitor racional, cree en primera instancia en la inocencia de su hijo, perdido y aterrado en un mundo que lo tacha de culpable. Pero este (interpretado por un jovencísimo Owen Cooper en lo que, además, es su debut actoral) pasa rápido de la ingenuidad a la más absoluta violencia. Y, mientras, la cámara no abandona nunca la acción.

Un hito técnico

El plano secuencia aporta a Adolescencia una sensación claustrofóbica. Impide al espectador apartar los ojos de la historia que se cuenta y, lejos de ser presuntuosa, la cámara intensifica la profunda tensión que emana en cada episodio, siendo necesario que estos fuesen grabados entre 10 y 20 veces. Un simple fallo obligaba a los camarógrafos, actores y equipo en general volver a empezar. Aunque, a veces, si el error era aceptable, seguían adelante y hacían cómo si nada.

Por ello, cada episodio está medido casi al milímetro. Un proyecto tan ambicioso necesita de una planificada coreografía que indique dónde se encuentra cada persona en todo momento, incluidos los extras, que en algún capítulo llegaron a ser más de 370. Y esta ambición escala hasta el plano final del segundo capítulo, que apuesta por una panorámica aérea. Para lograrlo sin necesidad de cortar la toma y mantener el espíritu de continuidad, fue necesario colocar la cámara en un dron durante un segundo en que la ficción permitía la pausa de la misma para, así, poder sobrevolar una distancia de casi 500 metros.

Adolescencia deja al descubierto como un niño aparentemente normal puede radicalizarse sin que uno apenas se dé cuenta. La libertad incontrolada de internet no asegura a los padres de Jamie que su hijo esté jugando a Roblox, podría estar consumiendo pornografía (y la misoginia intrínseca a la misma) o incluso, de estar jugando al popular juego de bloques, no puede saber a ciencia cierta con quién está hablando. Quién está al otro lado de la pantalla diciéndole según que cosas.

La serie no busca dar respuesta a la gran incógnita: ¿mató realmente el niño a su compañera? Eso lo sabemos desde el primer capítulo. La verdadera pregunta es, ¿cómo puede alguien que se ha criado en una familia cercana, tranquila y de buena educación, cometer un crimen tan atroz? Adolescencia es una advertencia real sobre la pérdida de las conexiones humanas. Es una súplica por el apoyo intergeneracional. A veces, la familia es la única que puede salvarnos.