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El desplome electoral de Susana Díaz pone fin a 36 años de régimen socialista andaluz

Sánchez podría dar entrada a la presidenta saliente en su Gobierno para facilitar la renovación del PSOE-A

Susana Díaz la noche electoral
Susana Díaz la noche electoral | EFE

La figura presuntamente imbatible del socialismo, la en teoría todopoderosa secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz, vive la peor de sus pesadillas: pasar a la historia como la dirigente que perdió el poder en Andalucía tras 36 años de gobiernos en la Junta. Una miopía política a la hora de analizar los cambios en la sociedad ha llevado a la dirigencia del partido a confiar en la inercia del voto andaluz para entregar exclusivamente a la figura de Susana Díaz, supuesta heredera del socialismo invicto directamente vinculado con el de las grandes mayorías de Felipe González, el futuro del partido.

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A pesar de ese entreguismo ciego a su poder y a las victorias históricas del partido en Andalucía, Susana Díaz perdió la confianza de los militantes del partido primero en las primarias del PSOE de mayo del año pasado, y después del votante andaluz este domingo histórico. El desplome electoral de una candidatura que escondía el logotipo del PSOE y se llenaba sólo con la figura de la presidenta y el lema de "más Andalucía", es decir, más de lo mismo, subestimaba claramente las ansias de cambio que mostraba el pueblo andaluz.

El PSOE de Andalucía asiste en estado de shock a un escenario que no contemplaban ni en la peor de sus proyecciones electorales. Decenas de miles de dirigentes saldrán de la Administración andaluza, haciendo que se desmorone el poder institucional atesorado durante casi cuatro décadas. El cataclismo interno es de dimensiones incalculables. Humanamente, supone la pérdida de trabajo para miles de dirigentes socialistas que ahora se ven en el paro. Sin ir más lejos, el consejero de Cultura y otrora poderoso portavoz del Gobierno andaluz, Miguel Ángel Vázquez, que no ha logrado escaño por Cádiz.

También es incierto el futuro de presidenta saliente, a la que muchos no ven como líder de la oposición en Andalucía, un espacio que nunca ha ocupado en sus dos décadas de trayectoria política. En este escenario, Díaz podría encontrar una salida digna en una operación similar a la utilizada por José Luis Rodríguez Zapatero para relevar a Manuel Chaves cuando el PSOE daba síntomas de agotamiento en 2009. Entonces, el presidente del Gobierno socialista le nombró ministro y vicepresidente para facilitar la renovación en el PSOE andaluz. La entrada de Díaz en el Gobierno socialista de Pedro Sánchez le permitiría una salida digna.

En las propias filas socialistas se preguntan si fue un error de estrategia que la propia presidenta diera a Vox un papel protagonista en la recta final de la campaña. "¿A cuanta gente le van a quitar la prestación, a cuantas cuidadoras de los que 8.000 que hay en Andalucía van a sacar del sistema, a cuantas de las asistencia a domicilio?”, preguntó Susana Díaz el miércoles en su mitin de Martos, Jaen. “No queremos que gobierne la derecha, que nos quiten las competencias. Queremos mantener los comedores escolares, las aulas matinales y el servicio dependencia”, remató el secretario provincial del PSOE, Francisco Reyes.

Susana Díaz multiplicó en los últimos días sus apariciones en programas de televisión para recuperar la estrategia del miedo a la derecha que tan buenos réditos electorales le ha dado al PSOE en Andalucía durante los últimos 36 años. La receta era antigua y se había utilizado desde que Alfonso Guerra, como vicepresidente de Felipe González, advertía a los mayores de que “la derechona” le iba a quitar las pensiones si llegaba al Gobierno.

En la recta final de la campaña, la candidata socialista rescató este antiguo recurso con un doble objetivo: animar a votar a su electorado, desmovilizado por el desgaste de la figura de la presidenta, y apelar a un voto útil que arañara apoyos a una Teresa Rodríguez que iba avanzando en su mismo terreno de juego disputándole, además, la bandera andalucista.

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