Desde 2019 hasta la actualidad Starlink, una de las múltiples empresas capitaneadas por Elon Musk, ha lanzado al espacio más de 8.000 satélites, de los cuales alrededor de 6.000 están operativos a día de hoy. Esa constelación espacial, la primera y la más grande del mundo, permite ofrecer Internet a los usuarios de todo el planeta. De momento la compañía solo cuenta con un puñado de millones de clientes (se estima que alrededor de cinco). Pero las 'telecos' están preocupadas por su crecimiento.
Según ha informado Cinco Días, MasOrange -la operadora líder del sector por número de clientes en España- ha enviado una documentación a sus inversores en la que alerta de los riesgos que estas tecnologías plantean para su negocio.
"Los nuevos servicios de internet inalámbrico que están desarrollando Amazon, SpaceX u otros proveedores podrían reducir la demanda de banda ancha fija y telefonía en el futuro", explica MasOrange en los documentos, en los que cita directamente los proyectos encabezados por los dos hombres más ricos del mundo. Por un lado, Project Kuiper, la iniciativa de Jeff Bezos que está aún en desarrollo. Y por otro el propio Starlink de Musk, que lidera el mercado del Internet por satélite a día de hoy.
Para entender esa preocupación, primero hay que saber cómo funciona este sistema. "Para tener Internet satelital se requiere la instalación de una antena parabólica en el lugar del usuario. Esta antena envía y recibe la señal de datos hacia un satélite, el cual suele encontrarse en órbita baja (LEO) o geoestacionaria (GEO). El satélite actúa como un 'repetidor' que retransmite la señal a una estación terrestre conectada a la red de Internet, y el proceso inverso permite que los datos lleguen de nuevo hasta el usuario", explica José Antonio Morán, director del Grado de Ingeniería de Tecnologías y Servicios de Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Como detalla Morán, este sistema contrasta con la fibra óptica, que emplea cables de vidrio o plástico a través de los cuales viajan pulsos de luz para transportar la información. Estos cables, generalmente tendidos de forma subterránea o aérea desde las centrales de telecomunicaciones hasta los hogares u oficinas (FTTH), convierten la luz en señal eléctrica en los dispositivos finales, ofreciendo así muy baja latencia y altas velocidades de forma estable.
Teniendo todo esto en cuenta, la gran pregunta es qué ventajas y desventajas tienen estas tecnologías. "El Internet satelital ofrece una cobertura global, por lo que puede llegar a zonas remotas o con difícil acceso, como áreas rurales, montañosas o incluso embarcaciones en alta mar. Y su despliegue resulta rápido al no precisar grandes obras civiles. Sin embargo, su latencia suele ser mayor que la de la fibra, incluso con constelaciones de órbita baja como Starlink, y sus tarifas e instalación tienden a ser más costosas para el usuario. Además, fenómenos atmosféricos adversos pueden afectar la calidad de la señal", relata Morán.
"Por su parte, la fibra óptica destaca por su baja latencia y alto ancho de banda, ideal para actividades de videoconferencia o videojuegos en línea, así como por su gran estabilidad y precios competitivos en zonas con despliegue masivo. No obstante, su instalación en áreas remotas es compleja y costosa, y depende de infraestructura física que puede sufrir cortes o averías", añade el experto.
El tema económico no es menor. Las 'telecos' tradicionales suelen quejarse de que el despliegue de fibra es muy costoso, y España es uno de los países líderes en esta tecnología. De ahí que, en algunas ocasiones, estas empresas defiendan la necesidad de subir sus tarifas. No obstante, el precio de su mantenimiento es "relativamente asequible" según Moran. Y desde luego, es más barato que lanzar y mantener satélites en órbita, que además necesitan que los usuarios adquieran una antena receptora y un kit de conexión.
"En países donde la cobertura de fibra es muy extensa, como en España, resulta poco probable que el satélite sustituya a la fibra como solución principal para la mayoría de los usuarios, ya que esta última ofrece una gran estabilidad y un coste relativamente bajo en zonas urbanas y suburbanas. Sin embargo, el Internet por satélite puede complementar de manera eficaz a la fibra en aquellos lugares donde no compensa instalar cableado (principalmente zonas rurales y aisladas) y, gracias a los avances tecnológicos, su adopción seguirá creciendo, especialmente si disminuye la latencia y se reducen los precios", valora Morán.
En definitiva, aunque considera que "no se prevé un reemplazo masivo de la fibra" en áreas con buena infraestructura, sí cree que "el satélite se perfila como una alternativa muy interesante para áreas con cobertura deficiente y para mercados emergentes".
En esa misma línea apuntan desde la Asociación Nacional de Operadores de Telecomunicaciones y Servicios de Internet (Aotec): "La tecnología satelital ha experimentado un gran salto tecnológico en cuanto a capacidad en los últimos años. Los satélites GEO han evolucionado ampliando su capacidad, y el Gobierno español ha apostado por incentivar su llegada a las zonas más remotas. Pero creemos que, en cualquier caso, allí donde exista la fibra óptica esta primará frente al satélite por su evolución tecnológica, que continúa multiplicando su capacidad de transmisión de datos. Los satélites son útiles sin duda, pero allí donde la banda ancha terrestre no llegue".
El mercado del Internet satelital
Las constelaciones de órbita baja (LEO), como las de Bezos y Musk, sitúan los satélites a una distancia de entre 500 y 2.000 kilómetros de altitud, lo que les permite ofrecer una latencia mucho menor (20-40 milisegundos) que los satélites geoestacionarios (GEO), ubicados a unos 36.000 kilómetros de la Tierra.
Esto posibilita que los usuarios tengan una experiencia más ágil en tareas sensibles al tiempo, como videoconferencias o juegos en línea. No obstante, como ilustra Morán, cubrir toda la superficie terrestre con satélites LEO implica el lanzamiento de centenares o miles de unidades, mientras que un solo satélite geoestacionario (GEO) puede abarcar hasta un tercio del planeta. De esta forma, los LEO ofrecen una conexión más cercana a la experiencia de banda ancha terrestre, mientras que los GEO se aprovechan de su amplia cobertura para aplicaciones que no dependen tanto de la latencia.
"Actualmente, Starlink se ha posicionado como el servicio de Internet satelital de órbita baja más avanzado, con miles de satélites operativos y cobertura comercial en numerosos países. Aunque sus velocidades y latencias no siempre igualan a las de la fibra, en la práctica ofrecen un rendimiento muy cercano para uso doméstico", asegura Morán.
Amazon, con su Project Kuiper, planea lanzar su propia constelación de satélites LEO, que aún no está en operación comercial, pero "se prevé que compita de forma intensa con Starlink" una vez entre en servicio. En cambio, compañías como Hispasat y otros operadores tradicionales se centran en satélites GEO u órbita media (MEO), pensados para cobertura a gran escala, por ejemplo, en servicios de televisión, datos corporativos o Internet para zonas rurales, aunque generalmente con latencias y velocidades inferiores a las de las constelaciones en órbita baja.
"El resumen es que cada tecnología encuentra su nicho", desliza Morán, que pone varios ejemplos. La conexión 5G, que representa la evolución de las redes móviles terrestres, ofrece velocidades muy altas y una latencia teóricamente muy baja, lo que favorece aplicaciones como el Internet de las Cosas (IoT), la conducción autónoma, la telemedicina o la industria 4.0. Pero a diferencia de las redes satelitales, el 5G requiere torres y estaciones base terrestres distribuidas, por lo que su despliegue se enfoca especialmente en zonas urbanas y suburbanas con alta densidad de población. Por consiguiente, la cobertura 5G puede resultar más limitada en áreas rurales o muy remotas, donde el satélite (ya sea Starlink, Hispasat u otros) ofrece una conectividad más viable.
"En entornos marítimos, la tecnología satelital suele ser la opción más común y práctica para ofrecer conexión a Internet y servicios de comunicación. Dado que la fibra óptica no puede desplegarse mar adentro y la cobertura de redes móviles (como 5G) se limita principalmente a áreas cercanas a la costa, los satélites (en particular los de órbita geoestacionaria o los de órbita baja, como Starlink) se convierten en la alternativa más viable para mantener conectividad a bordo, tanto en barcos comerciales y cruceros como en embarcaciones de investigación u ocio", comenta.
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