La "declaración de independencia económica" de Donald Trump ha impactado a distintos niveles en el mundo. Mientras Rusia se salva, la Unión Europea ha recibido un duro golpe, concretamente del 20%. No obstante, los países asiáticos están todavía peor. El tipo de arancel aplicado a Japón y Malasia es del 24%, el Corea del Sur es del 25%, el de India un 26%, en Taiwán del 32%, en Tailandia y Bangladesh del 36%, el de Vietnam del 46%, en Camboya del 49% y el de China del 34%.
En este último caso, se debe sumar un 20% preexistente, por lo que los aranceles a los chinos ascenderían hasta el 54%. Asimismo, durante la jornada de este lunes Trump arremetió contra los aranceles recíprocos con los que respondieron desde Pekín del 34% a las exportaciones estadounidenses. Ante ello, Trump ha amenazado con sumar un arancel adicional del 50% si China no retira estos aranceles recíprocos hoy, 8 de abril. Si Trump lleva a cabo su amenaza, los aranceles a China se elevarían hasta un histórico 104%.
En este sentido, los mercados asiáticos se enfrentan a un tipo impositivo que expulsa a sus exportaciones del mercado estadounidense. Los productos asiáticos compiten por precio, su bajo costo incentiva la demanda. La subida de sus precios en EE.UU. deja dos opciones a las empresas asiáticas. O cambian su modelo de negocio o redirigen sus flujos de mercancías hacia mercados alternativos, como Europa. Por el momento, la segunda opción va ganando.
El pasado 31 de marzo Japón, Corea del Sur y China se reunieron a fin de intensificar la aplicación del pacto de Alianza Económica Regional integral (RCEP). Según anunció el ministro de Comercio de Corea del Sur, Ahn Duk-geun acelerarán "la creación de un acuerdo de libre comercio entre las tres potencias" y promocionarán "el comercio regional y mundial mediante una cooperación cercana". Así, la insólita alianza entre estas potencias naturalmente enemigas supone la apertura de sus exportaciones hacia nuevos mercados, uno de ellos el europeo.
En el caso de España, las importaciones asiáticas suponen el 21,6% del total mientras que las exportaciones que realiza a este mismo continente representan el 7,9%. De esta forma, obtiene un saldo comercial negativo de 61.560,7 millones de euros. Sin perspectiva esta cifra es alarmante, pero si se amplía la mira, lo es todavía más. El saldo comercial total de la economía española es negativo, de 40.560,1 millones. Es una cifra inferior al que mantiene con Asia por lo que un incremento de las exportaciones chinas podría hacer aumentar el saldo comercial negativo de España.
Asimismo, el aumento de productos asiáticos en los mercados europeo y español tendrá un impacto en los precios. El modelo de negocio asiático se define por su competitividad en los precios. Con la llegada de más productos orientales "es probable que haya una presión a la baja sobre los precios, lo que podría beneficiar a los consumidores europeos en términos de costes más bajos. Sin embargo, esto podría perjudicar a los productores europeos si no pueden competir en precios", explica para El Independiente Rafael Pampìllón, catedrático de economía de la Universidad CEU-San Pablo.
Además, añade Pampìllón que "los sectores que ya compiten con los productos asiáticos, como la manufactura y la industria textil, podrían enfrentar una mayor presión. Esto podría suponer una pérdida de empleos en ciertos sectores europeos". No obstante, también podrá traducirse en una mejora de la competitividad de los productos europeos. La rivalidad con Asia hará buscar a las empresas europeas formas de competir en el mercado a través de la diferenciación y la innovación. De esta forma, invertirán en I+D a fin de reducir costes y mejorar la calidad de sus productos.
Qué sectores están más expuestos a la competencia con Asia
En la teoría del comercio, países con similares niveles de renta implican mayor similitud de demanda de productos. Esta es una idea clave que tienen en cuenta las empresas cuando se van a internacionalizar y explica cómo funcionan las relaciones comerciales internacionales.
Por este motivo, el sector de la electrónica y de la tecnología liderarán este cambio. China, Corea del Sur, Japón o Taiwán, tradicionales exportadoras de semiconductores, móviles, baterías o pantallas encontrarán en Europa un sustituto ante la caída de la demanda estadounidense. El atractivo del Viejo Continente reside en su amplia base de consumidores que demandan productos tecnológicos de última generación. De igual forma, estos países trasladarán sus exportaciones de automóviles a Europa. Dentro del mercado europeo existe margen de crecimiento para este sector y mantienen el prestigio de marca, especialmente en vehículos eléctricos y de gama media-alta.
Vietnam, Bangladesh y Camboya, cuyos modelos económicos dependen en gran medida de la industria textil, ya venían ganando cuota de mercado en Europa, pero las barreras comerciales podrán intensificar aún más esta tendencia. Asimimso, China y otros países asiáticos "han incrementado sus esfuerzos por entrar en el mercado europeo de productos químicos y plásticos para compensar la disminución de la demanda estadounidense", explica el catedrático Pampìllón.
Por último, Vietnam, Tailandia e Indonesia están tratando de posicionar sus alimentos procesados, frutas tropicales y mariscos en cadenas de distribución europeas, aprovechando la mayor apertura comercial y la diversificación de proveedores impulsada tras la pandemia.
¿Podrá Europa absorber estos flujos?
La Unión Europea se compone de más de 440 millones de consumidores. Además, "la clase media en muchas regiones de Europa está en crecimiento, gracias fundamentalmente a la inmigración, lo que podría facilitar la absorción de estos productos" añade Pampìllón. Sin embargo, la normativa europea es muy exigente tanto en el ámbito de calidad como en medioambiente y materia laboral. Precisamente, los países asiáticos no cuentan con un amplio desarrollo en este tipo de regulaciones. De esta forma, los productos asiáticos tendrán que enfrentarse a cambios normativos si quieren introducirse en el mercado europeo.
En palabras Pampìllón, "Europa tiene la capacidad de absorber un aumento de productos asiáticos, pero el impacto de este cambio dependerá de cómo los mercados, las regulaciones y las empresas europeas respondan. A corto plazo, podría beneficiar a los consumidores, pero también podría generar desafíos para ciertos sectores industriales".
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