Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños, cine son.
Desde su nacimiento, el cine, como el callejón del gato, es un arte que ha servido para reflejar los miedos, los deseos y las necesidades de la sociedad. Unas veces de manera fiel; otras, envuelto en sarcasmo, ironía y retintín, pero siempre despertando conciencias.
Durante los 40 años de Dictadura, la censura española vivió obsesionada por el sexo y la política. De ahí el empeño del doblaje, un invento franquista que sirvió a los censores para controlar el cine y las historias que llegaban a la España de blanco y negro desde el otro lado del charco.
La libertad de expresión se instaló en el cine español y, con ella, las pantallas rezumaron color, alegría y creatividad
De la mano de la Democracia y con la Constitución de 1978, la libertad de expresión se instaló en el cine español y, con ella, las pantallas rezumaron color, alegría y creatividad. Con sus reservas, en 40 años se ha engendrado una industria, que con sus luces y sombras, ha estrenado títulos inolvidables a los que el óxido del tiempo les ha otorgado el don de la inmortalidad.
No resulta una labor fácil escoger, entre todas, las películas que han marcado estos 40 años de libertad, probablemente no estén todas las que son, pero resulta incontestable que sí son todas las que están.
La primera película que no debería faltar es La escopeta nacional. La trilogía ideada por el tándem Luis García Berlanga y Rafael Azcona se estrenó el 14 de septiembre de 1978, justo el día que la Comisión Constitucional del Senado terminaba su labor para la futura Constitución y la trasladaba al Pleno. Berlanga y el maestro Azcona presentaron un ácido retrato de la clase empresarial y político del tardofranquismo protagonizado, entre otros, por con José Sazatornil ‘Saza’, Antonio Ferrandis y José Luis López Vázquez. La decadente historia de un grupo de burgueses y nobles venidos a menos inspirada en las cacerías de Franco sedujo a la crítica y al público. Como todos los trabajos de Berlanga y Azcona, la trilogía ha envejecido con gran dignidad.
Con el atentado latente en la memoria colectiva, Juan Antonio Bardem estrenó el 14 de noviembre de 1979 Siete días de enero, una película en la que reconstruyó el asalto de un grupo de ultraderecha contra un despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha. En la matanza, reivindicada por la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista), murieron cuatro letrados y un administrativo y quedaron malheridos otros cuatro abogados. ”Hice la película porque consideré -y considero-que era mi deber como ciudadano, como cineasta y como comunista”.
La película de Bardem no destaca por sus méritos cinematográficos sino por su valor testimonial y su voluntad de compromiso con la realidad social y política de aquellos momentos. De hecho, Siete días de enero fue una de tantas películas políticas que pulularon por la cartelera española en plena Transición. El género de cine político estrenó en aquella década grandes historias como Asignatura pendiente, de José Luis Garcí; El diputado, de Eloy de la Iglesia; El proceso de Burgos, de Imanol Uribe o Canciones para después de una guerra, Basilio Martín Patino.
Fue una mujer la responsable de la película más sobresaliente de la década de los años 70. Pilar Miró tuvo que sortear grandes presiones por parte de la censura para estrenar El Crimen de Cuenca. La historia ya empezó con mal pie. Tras las desavenencias entre los guionistas, la segunda película de la directora permaneció secuestrada durante casi dos años y estuvo a punto de llevarla a seis años de cárcel. El crimen de Cuenca narra el procesamiento de dos jóvenes acusados en 1913 de un crimen falso que confiesan tras ser torturados. La película es una crítica a la represión en las cárceles durante el franquismo y generó gran controversia en las altas instancias.
Pilar Miró tuvo que sortear grandes presiones por parte de la censura para estrenar El Crimen de Cuenca
Los últimos años de la década de los 70 fueron muy convulsos políticamente hablando, pero también fue la época de la alegría y de los primeros pasos de La Movida, el cine no podía quedarse atrás. Fernando Colomo abrió las puertas de la que comedia madrileña con su segundo trabajo ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? (1978). Carmen Maura se metió en la piel de una divorciada que descubre la noche madrileña de manos de su nuevo amigo, un joven rockero, mientras su ex marido la persigue alucinado con su nueva vida. En la película aparece un, entonces, desconocido Pedro Almodóvar que dos años más tarde estrenaría Pepi, Luci, Boom y otras chicas del montón (1980) su ópera prima, en la que germinó el sello Almodóvar y que se convirtió en el espejo de la Movida Madrileña.
Los años 80
En 1982 Pilar Miró cogió las riendas de la Dirección General de Cinematografía, sus grandes logros fueron el fomento del Cine de Autor y la protección de los directores noveles. En 1987 nacieron los Goya, pero todavía no tenían la repercusión actual y el premio más celebrado fue el primer Oscar a la Mejor Película Extranjera por Volver a empezar (1982), de José Luis Garci. Entre los éxitos de taquilla destaca la magnífica actuación de Paco Rabal en Los santos inocentes (1984), de Mario Camus.
En los años 80 los géneros predominantes en el cine español fueron la comedia, una tradición desde el cine de los 40, y el thriller. Directores como Colomo, Manuel Gutiérrez Aragón, Emilio Martínez Lázaro, José Luis Cuerda y el mejor Almodóvar trufaron la cartelera con historias protagonizadas por progres, jóvenes de izquierdas, inmaduros e incapaces de resolver sus problemas y con comedias surrealistas. De estas época son Opera prima, Se infiel y no mires con quien, Amanece que no es poco, La noche más hermosa, Laberinto de pasiones, Entre Tinieblas, La ley del deseo o Mujeres al borde de un ataque de nervios.
El auge de la literatura negra supuso el salto a la pantalla de muchas novelas de grandes autores contemporáneos. Entre ese género realista, a caballo entre el thriller y el cine social, destacan películas como Deprisa, deprisa (1980), de Carlos Saura, Maravillas (1980) de Manuel Gutiérrez Aragón El crack de José Luis Garci y los trabajos de Eloy de la Iglesia Navajeros, (1980), El Pico (I y II, 1993 y 1984) o La estanquera de Vallecas (1987).
En esta década, merecen mención especial las historias costumbristas y aquellas que bucearon en la Guerra Civil y entre las injusticias de los derrotados. Uno de los autores que se manejó en esa época con maestría fue Vicente Aranda cuya habilidad de entrelazar un clásico lenguaje narrativo con el análisis histórico y la crónica negra dio su fruto en historias en las que conviven el sexo, la violencia y la muerte. Inolvidables son Asesinato en el comité central (1982), Fanny Pelopaja (1984), Si te dicen que caí (1989) o El Lute (I y II, 1987-88). Aranda culminó su obra con el estreno de Amantes (1991).
La gran película de los 80 sin duda es El Sur (1983), la película confirmó a Víctor Erice como un autor sobresaliente con un universo temático y formal muy particular.
Renovación generacional en los 90
El cine español del final del milenio se caracteriza por la renovación generacional y la comercialización resultado de las leyes proteccionistas del Partido Popular que en 1996 que cambió el sistema de ayudas, concediendo las subvenciones sobre el rendimiento de taquilla. Sólo se conservaron de la época Miró las ayudas previas para los nuevos realizadores. En esa década casi resultaba más fácil rodar una ópera prima que un segundo largometraje, labor que se antojaba, y se antoja hoy en día, harto complicada. De ahí que la lista de debutantes en estos 10 años resulte inagotable.
En los 90 se estrenaron detrás de las cámaras maestros tan prometedores como Juanma Bajo Ulloa, Julio Medem, Enrique Urbizu, Gracia Querejeta, Chus Gutiérrez, Manuel Gómez-Pereira, Fernando León de Aranoa, Alejandro Amenábar Mariano Barroso, Icíar Bollaín, Isabel Coixet, Benito Zambrano, Achero Mañas, Juan Carlos Fresnadillo, Azucena Rodríguez, Joaquín Oristrell y Miguel Albadalejo. Muchos hoy son consagrados directores de cine, otros pasaron al universo de la escritura y a unos pocos parece que se los tragó la tierra.
Julio Medem sorprendió a la crítica y al público con su personalísima concepción de la estructuras narrativa y con su innovador lenguaje visual en Vacas (1991), La ardilla roja (1992) y Los amantes del círculo polar (1998). Juanma Bajo Ulloa saltó al ruedo cinematográfico con dos grandes apuestas: Alas de mariposa (1991) y La madre muerta (1993). Un desconocido Benito Zambrano hizo llorar al Festival de Cine de Berlín con su Solas (1998), su dura, realista y prometedora ópera prima. Más prolífico resultó Manuel Gómez Pereira que encontró en la comedia un terreno abonado en el que enlazó un éxito con otro. Salsa rosa, Todos los hombres son iguales, El amor perjudica seriamente la salud, arrancaron las sonrisas del público y le condujeron directamente al olimpo de los cómicos.
Los 90 fueron también para las mujeres. Directoras como Iciar Bollaín, Isabel Coixet, Gracia Querejeta y Patricia Ferreira demostraron que se merecían un puesto en la industria y presentaron largometrajes de gran riqueza expresiva como Hola ¿estas sola?, Cosas que nunca te dije, El último viaje de Robert Ryland o Sé quien eres.
Sin duda, la revelación de la década llegó de la mano de Alejandro Amenábar y su Tesis (1996) que se convirtió en el el punto de partida de una trayectoria heredera de los grandes maestros del suspense y que con el nuevo siglo alcanzaría con Los otros cotas de eficacia, película que, en ese momento, se convirtió en el mayor éxito de taquilla del cine español.
El siglo XXI, la era digital
Con el nuevo siglo llegaron los grandes cambios técnicos. No en vano el siglo XXI supone el arranque de la era digital y de la sociedad globalizada. Internet se transformó en un duro competidor de la industria cinematográfica y con él aterrizó en España el problema de la piratería. Durante la primera década del siglo XXI, surgieron multitud de nuevas promesas del cine y proliferaron nuevos formatos de grabación digitales, que poco a poco le comieron el terreno al negativo.
En 2001 Juan Carlos Fresnadillo mostró su energía y su visión del mundo con Intacto, el joven director prometía, pero se dejó fagocitar por la industria americana. Para éxito americano el de Jota Bayona que marcó un hat-trick de público y crítica con sus tres primeras películas El orfanato, Lo imposible y Un monstruo viene a verme, tres éxitos incontestables que le llevaron directamente a los brazos de Steven Spielberg que le escogió para dirigir Jurassic Word: el reino caído.
No se puede entender el cine del siglo XXI sin nombrar éxitos como Los otros y Mar adentro, de Amenábar; Hable con ella de Almodóvar, Los lunes al sol de Fernando León de Aranoa, El Bola de Achero Mañas, Mi vida sin mí de Isabel Coixet, Te doy mis ojos de Iciar Bollaín, El laberinto del fauno de Guillermo del Toro, Celda 211 de Daniel Monzón El método de Marcelo Piñeyro o Verano de 1993 que fue toda una revelación. Probablemente no estén todos, pero para empezar es una buena opción.
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