He leído el libro de Pablo Iglesias Enemigos íntimos (editorial Navona) y lo que me sorprende es que todavía haya gente que siga votando a Podemos.
El ex líder y fundador de Podemos es un insufrible personaje que se cree el centro del mundo. El libro es un ajuste de cuentas con todo aquel que no le ha bailado el agua, y la lista es bastante larga. Supura por la herida y es incapaz de disimularlo.
El texto no tiene más interés que detenerse en los calificativos con los que describe sobre todo a los que fueron sus amigos, sus aliados. Está hecho para vender ejemplares, pero no aporta nada, no cuenta nada que no se sepa ya. Sus camaradas disfrutaran con esa retahíla de comentarios ya repetidos sobre Yolanda Díaz, Íñigo Errejón, etc. Y también sobre periodistas con los que mantuvo una estrecha relación que terminó en ruptura, como Antonio Ferreras, Nacho Escolar y, sobre todo, Pedro Vallín.
El libro comienza con una descalificación al periodismo entendido como una profesión que pretende contar los hechos de la forma más objetiva posible. En la cabeza de Iglesias eso no es posible. Para arremeter contra ese periodismo que desprecia, el líder de Podemos elige a Victoria Prego. Una hormiga intentando tumbar a un gigante. Por enésima vez se refiere a la entrevista con Adolfo Suárez en la que éste le confiesa a la periodista, of the record, la existencia de una encuesta sobre la forma de Estado en la que salía que ganaba la república. Condenada por no contar algo que le había sido desvelado con la condición de mantener la confidencialidad. ¡Qué pecado! Una práctica que hacemos casi todos los periodistas que respetamos a nuestras fuentes.
Pero la venganza contra Prego no viene de ese hecho, esa es la excusa. Lo que le dolió fue la denuncia cuando Prego era presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid sobre las prácticas casi gansteriles de algunos dirigentes de Podemos, que amenazaban a los periodistas que no les reían las gracias.
En la cabeza de Iglesias no cabe el periodismo; sólo la militancia. "El periodismo es el gran terreno de combate político y el que definió, a través de figuras como Victoria Prego, el relato de nuestro país, el relato de la Transición, el relato sobre la modernidad, sobre la monarquía, sobre todo el devenir de los años ochenta". Bajo ese esquema mental hecho de acero, Iglesias define a Prego como "una periodista de Estado. Una periodista de poder". Se equivoca el agitador: Prego tenía poder porque ejercía el periodismo sin ataduras de los poderosos.
Después hace una galería de famosos para ponerles de vuelta y media. Aunque, a veces, en su descripción se muestra un tanto naíf. Como cuando confiesa sobre Isabel Díaz Ayuso -que le dio un revolcón histórico en las elecciones a la Comunidad de Madrid-: "No la vi venir". ¡Que Santa Lucía le conserve la visión!
De Felipe VI dice que "es más de derechas que su padre", y le atribuye haber animado a la Justicia a un "a por ellos" dirigido a los dirigentes de Podemos. Al juez García Castellón le atribuye ser un escudo protector del PP. Para él, los jueces no son más que la prolongación de los partidos con toga. Pero, claro, en la judicatura mandan las derechas.
Es cruel con Manuela Carmena, de quien dice que "adelanta al yolandismo en muchos aspectos". Se burla de su imagen bondadosa. "Detrás de los memes de una abuela tierna hay una mujer que te negocia la Operación Chamartín con Florentino Pérez".
Yolanda está en una nube de narcisismo de la que no ha sabido bajar", asegura
Tampoco es amable el retrato que hace de Nacho Escolar (elDiario.es). Dice que "si le ofrecieran dirigir El País diría que no. Así de listo es Nacho". La causa: que él y sus padres son dueños del 50% de elDiario.es.
A Errejón, cómo no, le da un repaso. Dice que "lo que pasaba con Íñigo en las noches de Madrid era algo conocido en todas las redacciones". O sea, que en todas las redacciones se sabía que consumía cocaína. Pero ese trato amable de la prensa lo justifica porque también en las redacciones corre la farlopa como el agua. No sé a qué redacciones se refiere.
Con Pedro Vallín (ex de La Vanguardia) se le nota muy dolido. Dice de él que fueron amigos -el periodista publicó un libro sobre Iglesias- y que incluso "le consultaba algunas decisiones". Pero acabó abandonándole. Lo atribuye Iglesias a que su caso es el de "un vínculo libidinoso complejo". O sea, que es un egoísta que cuando le interesó le dejó por otros.
Pero es a Yolanda Díaz a la que le dedica los dardos más crueles. La conoce bien. De eso no hay duda. Fue él quien la aupó al poder. "Yo a Yolanda la quería mucho...", confiesa con decepción. "Yolanda se enamoró de la fama y cambió su forma de actuar, su imagen, su tono... Yolanda está en una nube de narcisismo de la que no ha sabido bajar". Para, finalmente, emparejarla con su bestia negra, Errejón. "Ambos -Íñigo y Yolanda- eran una construcción mediática hecha para destruirnos". Dan ganas de mandarle un paquete de clínex.
Sólo en una ocasión en las casi 200 páginas del libro reconoce un error. Se refiere a su relación con Pedro Sánchez, de quien afirma que "nunca ha sido de izquierdas" ("con Zapatero sí que existe un entendimiento político", reconoce). La cita es un poco larga, pero no tiene desperdicio: "Mi gran fracaso político es no haber podido convencer a Pedro Sánchez de que su propia supervivencia y la de su partido pasa por que entienda que, o convertimos esto en una república plurinacional, y asumimos la batalla cultural, asumimos que hay que transformar el poder judicial, asumimos que hay que transformar el poder mediático en España, o no solamente me van a fusilar a mí, le van a fusilar a él también, a su mujer y a su hermano".
¡República o muerte! ¡Venderemos! Le ha faltado decir.
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