Sabemos que la justificación de la destrucción de Gaza se basa en la interpretación sionista del genocidio nazi. De acuerdo con el discurso dominante israelí, al igual que los nazis se hallaban animados por el odio a los judíos, lo mismo ocurre con los palestinos. El ataque de la resistencia palestina del 7 de octubre no puede explicarse, en esta lógica, más que por hostilidad congénita. Ninguna otra explicación es admisible, y los que señalan con el dedo la asfixia de Gaza por parte de Israel desde 2006, sin siquiera atreverse a hablar de la Nakba de 1947-49 y del sistema de apartheid que caracteriza a la sociedad israelí desde sus orígenes, se ven reducidos al silencio, incluso son perseguidos. Cuando los israelíes señalan que el número de judíos asesinados por Hamas en una sola jornada es el más importante desde el genocidio nazi, esta macabra comparación sugiere que estas masacres no tienen otra explicación que el mismo odio gratuito.
Esta sensibilidad tiene poco en común con la sabiduría judía que proclama después de una tragedia: «¡Examina tus propias acciones!». «La pacificación de los nativos» se ha intensificado después del 7 de octubre, aun sin que se haya modificado el carácter de las políticas del Estado de Israel con respecto a los palestinos. La Hasbara (propaganda) israelí pone de relieve el ataque de Hamás, al igual que el discurso estadounidense que ha justificado sus guerras en Medio Oriente por los ataques espectaculares en Nueva York y Washington, el 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, en ambos casos, Hamás y Al Qaeda, habiéndose formado con la ayuda de Israel y Estados Unidos respectivamente, reaccionaban a las políticas perseguidas por esos dos Estados. Esto a menudo se conoce como «causas profundas», en particular, en el caso de Israel, el asedio de Gaza, que limita drásticamente el acceso por parte de más de dos millones de personas a la alimentación, al agua, a las medicinas, a los materiales de construcción, etc., desde hace dieciséis años. Israel, junto con las autoridades egipcias, controla las entradas y salidas terrestres, aéreas y marítimas. Pero estas causas profundas de la frustración y la desesperación palestinas apenas aparecen en los principales medios de comunicación israelíes y occidentales como si todo hubiera comenzado el 7 de octubre de 2023.
El fantasma de las acusaciones de antisemitismo pesa sobre el trabajo de los periodistas cuyas carreras corren el riesgo de sufrir en caso de que su discurso, o incluso su terminología, se desvíen demasiado de aquel que favorece a Israel
El control del discurso sobre la situación de los palestinos se lleva a cabo de diferentes maneras y sigue siendo excepcionalmente eficaz. El fantasma de las acusaciones de antisemitismo pesa sobre el trabajo de los periodistas cuyas carreras corren el riesgo de sufrir en caso de que su discurso, o incluso su terminología, se desvíen demasiado de aquel que favorece a Israel. Con el fin de evitar tales desviaciones, la cadena CNN, por ejemplo, obliga a sus periodistas que cubren los acontecimientos en Israel y Palestina, o incluso sus ecos en otras partes del mundo, a validar sus materiales en la oficina de CNN en Jerusalén. Este sistema es conocido como Segundos ojos de Jerusalén (Jerusalem Second Eyes). De este modo, no sólo se asegura la conformidad de la cobertura de CNN con el discurso israelí dominante, sino respecto de las instrucciones de la censura militar llevada a cabo por Tsahal. CNN a veces contrata como periodistas a ex empleados de la oficina de prensa del ejército israelí. La complicidad de los medios mainstream en esconder la tragedia de Gaza está bien documentada y ya no provoca ni discusión.
Israel presentó el ataque del 7 de octubre como una amenaza para su supervivencia. Por supuesto, una incursión puntual, aunque intrépida y brutal, no constituye tal peligro. Pero Hamás ha sacudido la confianza de los ciudadanos en la capacidad del ejército para protegerlos. Esto socava fuertemente la relación de los israelíes con el Estado sionista que se supone es el pináculo de la historia judía y el final de su secular inseguridad. La población israelí, con algunas excepciones, reaccionó con un decidido deseo de aterrorizar, o incluso expulsar y exterminar a todos los habitantes de Gaza. En diciembre de 2023, tras dos meses de bombardeos que ocasionaron 18.000 muertes entre los palestinos, incluidos más de dos tercios de las mujeres y los niños, el 57% de los israelíes (sin incluir a los ciudadanos palestinos de Israel) consideraban como «insuficiente» la fuerza desplegada por Tsahal contra Gaza. Los bombardeos masivos e indiscriminados son actos de venganza más que una respuesta estratégica. La furia ciega de los soldados de Tsahal se manifestó cuando mataron a tres rehenes israelíes saliendo con el torso desnudo y con banderas blancas. Los habían tomado por palestinos que, según los soldados, no merecían ninguna merced.
La aniquilación de Gaza ha puesto de relieve el carácter de Israel como colonia de asentamiento, víctima de su propia práctica de exclusión y de opresión
La aniquilación de Gaza ha puesto de relieve el carácter de Israel como colonia de asentamiento, víctima de su propia práctica de exclusión y de opresión. Numerosos judíos deploran esta práctica porque contradice todo lo que el judaísmo enseña, en particular, sus valores fundamentales: humildad, compasión y beneficencia. Se dan cuenta de que los judíos, que en su gran mayoría habían rechazado el sionismo hacía más de un siglo tal vez tuvieran razón.
Cuando Israel afirma ser el Estado de todos los judíos del mundo, los transforma en rehenes de sus políticas y sus acciones. Cuando colocan banderas israelís en frente de instituciones judías, incluso hogares para ancianos, como es el caso en Montreal, encienden la ira y alimentan el antisemitismo. Cuando las organizaciones de la comunidad judía apoyan incondicionalmente cualquier acción de Israel, actúan como agentes de ese Estado y no como representantes de los judíos. Para ser más precisos, representan a los judíos cuya identidad se ha convertido en una fe política: los que creen en Israel, tenga razón este Estado o se halle en el error.
Cuando Israel afirma ser el Estado de todos los judíos del mundo, los transforma en rehenes de sus políticas y sus acciones
Este «israelismo» sustituye a la identidad tradicional, tanto más fácilmente que esta nueva identidad es mucho menos exigente. La identidad tradicional se basa en una obediencia a la Torá y sus preceptos, afecta tanto los ámbitos privados, como los alimentos y las relaciones íntimas, los comportamientos públicos, por ejemplo, la no utilización del coche el día del Sabbat. Por otro lado, el israelismo no impone ninguna obligación moral o ritual que transmita un sentido de pertenencia.
De acuerdo con el intelectual israelí Boaz Evron (1927-2018), «esta identificación moral con la política de poder equivaldría a la idolatría», tanto más cuanto que, según él, «el sionismo es, en verdad, una negación del judaísmo». El teólogo estadounidense Marcos Ellis afirma que «el orgullo colectivo implica la culpabilidad colectiva», que los seguidores del israelismo sin embargo rechazan como una manifestación de antisemitismo. Por supuesto, culpar y atacar a los judíos por las acciones del Estado de Israel es un error y un acto antisemita que refuerza la creencia sionista fundamental de que los judíos sólo pueden estar seguros en Israel.
Las masivas protestas mundiales no han afectado hasta la fecha ni la violencia vengativa de los israelíes en Gaza ni el suministro de armas estadounidenses y europeas para apoyarlo. Pero la tradición judaica anima a los judíos conscientes de sus valores a perseverar, incluso en circunstancias aparentemente sin esperanza: «No es tu deber terminar el trabajo, pero no tienes la libertad de renunciar a él…» (Pirke Avot 2:16).
Según la estimación de la revista médica Lancet, casi doscientos mil palestinos han muerto en Gaza, principalmente, repetimos, mujeres y niños. Muchos más están heridos. Miles estarían sepultados bajo los escombros. Dos millones de personas han sido desplazadas, mucho más que a lo largo de toda la historia de las expulsiones de palestinos desde el comienzo de la colonización sionista. Mientras Israel ataca hospitales y la infraestructura civil, las enfermedades infecciosas y la hambruna amenazan con cobrarse aún más víctimas. Los bombardeos intensos de Gaza han devastado la zona: hospitales, escuelas, centrales eléctricas se hallan en ruina.
La impunidad con la que Israel se ocupa de los palestinos tiene sus raíces tanto en las tragedias de los judíos en Europa como en la arrogancia colonial inspirada por la experiencia imperialista europea
El nombre del asalto a Gaza, «Espadas de Hierro», refleja bien la elección secular de los sionistas de vivir por la espada en lugar de coexistir con los palestinos en pie de igualdad. Ein berera, «no tenemos otra opción», la excusa israelí habitual para desencadenar la violencia ya no convence a nadie. La impunidad con la que Israel se ocupa de los palestinos tiene sus raíces tanto en las tragedias de los judíos en Europa como en la arrogancia colonial inspirada por la experiencia imperialista europea. De hecho, la suerte de los judíos ha sido más trágica en Europa que en cualquier otra parte del mundo. La judeofobia propia de la doctrina cristiana se transformó en antisemitismo racial que seguía siendo respetable, como las otras variantes del racismo, hasta mediados del siglo XX.
Israel ha gozado de un alto grado de impunidad, incluso rechazando el Estado sionista decenas de resoluciones de la ONU. Israel se apoya en el firme sostén diplomático y militar de los Estados Unidos y sus satélites, que se han vuelto cada vez más descarados desde la disolución de la Unión Soviética y el emplazamiento de un mundo unipolar. Lo demuestra la colaboración de las fuerzas armadas de los EEUU y sus vasallos, tanto occidentales como árabes, en repelar los cohetes iraníes lanzados contra Israel en abril 2024.

El apoyo occidental se manifiesta ahora en el suministro de municiones para la guerra en Gaza, la presencia de buques de la marina de guerra que protegen a Israel y los vetos de EEUU en el Consejo de Seguridad. Israel y Estados Unidos van de la mano. Europa, aunque más crítica con Israel en el plano retórico sigue la línea americana, como lo hace en el conflicto en Ucrania. En ambos casos, las cancillerías parecen haber abdicado de su independencia y su capacidad de acción.
La impunidad de Israel también refleja la impotencia del resto del mundo. Mientras que los gobiernos musulmanes y árabes denuncian y protestan contra la guerra genocida de Israel contra Gaza, ninguno de ellos ha impuesto o incluso propuesto sanciones económicas y mucho menos militares. De hecho, al menos cuatro países, Jordania, Egipto, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), incluso han ayudado a Israel a mantener las comunicaciones interrumpidas por los hutíes, que, en solidaridad con los palestinos, atacan los barcos con destino a Israel. Estos países colaboran con el Estado sionista mediante el establecimiento de enlaces por carretera que permiten «rodear a los hutíes» abasteciendo al país por vía terrestre. Turquía, a pesar de las condenas apasionadas de su presidente, deja transitar por su territorio el 40% del petróleo que consume Israel. Y en plena guerra contra Gaza, Marruecos y los Emiratos continúan colaborando con el Estado sionista en materia de producción de armamento. Menos de una docena de países han suspendido las relaciones diplomáticas o retirado temporalmente su personal diplomático de Israel. Ninguno ha cortado puentes. Rusia y China, así como la mayoría del Sur Global expresan su consternación por las víctimas civiles en Gaza, pero se limitan en hacer las declaraciones.
Las reacciones occidentales manifiestan, desde luego, un doble rasero. Las sanciones económicas drásticas impuestas a Rusia contrastan con el suministro de armas y, a lo sumo con las tímidas llamadas a la moderación en respuesta a las acciones israelíes en Gaza. En unos pocos meses, Tsahal ha superado el récord de dos años de Rusia en Ucrania en cuanto al volumen de explosivos lanzados, número de personas muertas y heridas, y la proporción civiles/militares entre las víctimas. Los sermones occidentales sobre la inclusión y la democracia son poco susceptibles de pesar mucho en el resto del mundo. En enero de 2024, muchos medios de comunicación occidentales no transmitieron en directo la sesión de la Corte Internacional de Justicia cuando se presentó la lista de los abusos cometidos por las FDI en Gaza como evidencia de genocidio, pero transmitieron la defensa de Israel en su totalidad al día siguiente. Para los gobiernos occidentales, como para los medios de comunicación que les sirven, las vidas palestinas no cuentan tanto como las vidas israelíes. Es un vestigio del racismo colonial occidental.
Esta insensibilidad de las reacciones de la clase dirigente contrasta con la indignación que las masacres en Gaza provocan entre la población de una gran parte del mundo
Esta insensibilidad de las reacciones de la clase dirigente contrasta con la indignación que las masacres en Gaza provocan entre la población de una gran parte del mundo. Importantes manifestaciones hacen un llamamiento a los gobiernos para que pongan fin a la violencia. En respuesta, la mayoría de los gobiernos occidentales han intensificado las medidas tendientes a restringir la libertad de expresión. La oposición al sionismo se ha equiparado con el antisemitismo; el Congreso de los Estados Unidos incluso aprobó una resolución a estos efectos en diciembre de 2023. Acusaciones de antisemitismo se dirigen contra los estudiantes, a menudo judíos, que organizan manifestaciones pro palestinas. Los debates televisados sobre lo que constituye el «antisemitismo genocida» en los campus universitarios como Harvard distraen la atención de lo que parece ser un verdadero genocidio en Gaza. El antisemitismo se ha convertido en un arma de distracción masiva.
Las manifestaciones a favor de los palestinos han sido prohibidas en varias capitales europeas donde el boicot comercial o cultural a Israel había sido ilegalizado desde hace años. Esta presión de los gobiernos, los tribunales, la policía, las empresas de medios de comunicación, los empleadores y las administraciones universitarias, crea un sentimiento poderoso de frustración en el seno de la población.
La parcialidad occidental hacia Israel sufre de un déficit democrático: a diferencia de la clase dirigente, la mayoría de los ciudadanos de los países occidetales consideran que el Estado de Israel es un peligro para la paz internacional. El apoyo a Israel tiende a aumentar en función de los ingresos y se transforma en una cuestión de clase social. Indica una distancia creciente entre los dirigentes y los dirigidos, el riquísimo uno por ciento y el resto del mundo. Queda por ver si la frustración popular ante la hipocresía de los gobiernos por su apoyo a la guerra en Gaza puede algún día entrañar un cambio político que amenace la impunidad de Israel.
Mientras tanto, la hipocresía se manifiesta en el trato diferencial de la guerra en Ucrania y en Gaza. Los EEUU y sus vasallos han impuesto miles de restricciones a la economía rusa, han cortado lazos aéreos y terrestres, prohibido transacciones financieras y deportistas rusos, cerrado los McDonald y los IKEA y anulado conciertos de músicos rusos. Además, han abastecido Ucrania con miles de millones de dólares, incluyendo armas sofisticadas. En Gaza también, las armas occidentales siguen llegando, pero no a los palestinos sino a Israel con la misión de destruirlos. Ningún país occidental ha impuesto restricciones a Israel y muchos han ilegalizado incluso la mera sugerencia de tales restricciones, como el BDS (Boicot, desinversiones y sanciones).

La Corte Penal Internacional emitió órdenes de detención contra el presidente ruso, pero después de meses de «genocidio plausible», está todavía por hacer lo mismo para el primer ministro israelí. La Corte Internacional de Justicia, por su parte, ordenó a Rusia parar sus actividades militares en Ucrania, pero se abstuvo de imponer lo mismo a Israel en Gaza, donde la gran mayoría de las víctimas son civiles.
A diferencia de los israelíes, los judíos de la diáspora están cada vez menos apegados al nacionalismo judío
El ataque de Hamas también galvanizó el compromiso sionista para manejar la guerra de la información. Las autoridades israelíes cuentan con una red de poderosos apoyos, incluidos los líderes de empresas de alta tecnología, que se encargan de que Internet amplifique las voces pro-Israel y sofoque o suprima el discurso pro-palestino. Por ejemplo, la línea aérea Air Canadá despidió rápidamente a un piloto por haber escrito en su red social «¡Que arda Israel en el infierno!» en otoño del 2023. La censura conduce a la autocensura, porque las posiciones adoptadas obstaculizan la búsqueda de empleo y amenazan las carreras de los sospechosos de simpatías pro-palestinas.
A diferencia de los israelíes, los judíos de la diáspora están cada vez menos apegados al nacionalismo judío. Poco después del inicio de la operación israelí contra Gaza, cientos de manifestantes judíos bloquearon la estación central de Nueva York para exigir un alto el fuego inmediato. Una semana antes, judíos envueltos en chales de oración habían organizado una sentada en una sala del congreso de los Estados Unidos en Washington. Después de haber exigido el final de la violencia, abrieron sus libros de oraciones y comenzaron a recitar las palabras antiguas que han sostenido a los judíos durante generaciones. Unos días más tarde, los judíos desplegaron pancartas en las que se leía «Los palestinos deben ser libres» al pie de la estatua de la Libertad en Nueva York. Los judíos ultraortodoxos tomaron parte activa en las manifestaciones de apoyo a los palestinos en el mundo entero. Una parte importante de los manifestantes pro palestinos detenidos en Alemania en el curso del invierno de 2023/24 eran judíos.
Aunque incongruentemente, estos judíos son acusados de antisemitismo. Aún más incongruentemente, la misma acusación se dirige a los ultraortodoxos antisionistas con levita negra. Mientras que la pretensión de Israel de ser el Estado de todos los judíos los expone a la desgracia y al peligro, los numerosos judíos que apoyan a los palestinos están rehabilitando el judaísmo a los ojos del mundo. Intelectuales judíos de primer nivel están denunciando a Israel y se encuentran entre los opositores más constantes del sionismo.
Desde finales del siglo XIX, los críticos del sionismo han insistido en que el Estado sionista se convertiría en una trampa mortal para los colonizadores como para los colonizados.
Voces críticas, dentro y sobre todo fuera del Estado de Israel, piden a los israelíes que reconozcan que «la experiencia sionista ha sido un trágico error». Cuanto antes se ponga fin a ella será mejor para toda la humanidad. En la práctica, esto significaría garantizar la igualdad para todos los habitantes entre el Jordán y el Mediterráneo y transformar la etnocracia existente en un estado de todos sus ciudadanos. Sin embargo, la sociedad israelí se halla condicionada a ver tales llamadas como una amenaza existencial y un rechazo al «derecho de Israel a existir». Nada, ni siquiera la matanza indiscriminada de civiles palestinos parece sacudir esta convicción exclusivista.
Las medidas policiales y de presión social contra toda manifestación de empatía por los palestinos en Gaza se intensificaron durante el ataque israelí desatado en octubre de 2023. Estas medidas se implementaron primero contra los ciudadanos palestinos de Israel, y después siguiendo la lógica propia de cualquier represión inicialmente limitada a una minoría, se han extendido a los ciudadanos judíos. Un profesor de historia ha sido arrestado por publicar los nombres de algunas víctimas de los bombardeos de ejército israelí. Incluso si los israelíes son los más sofisticados en términos de medios de comunicación, siguen estando mal informados, o incluso poco interesados, en los miles de muertos y heridos que Tsahal inflige a los palestinos. Como muchos de los alemanes y otros europeos que no querían ver el genocidio perpetrado durante la Segunda Guerra Mundial, la sociedad israelí ha dado la espalda al sufrimiento de los palestinos centrándose en las víctimas del atentado del 7 de octubre.

Extracto de Israel: violencia perpetua. Rechazo de la colonización sionista en nombre del judaísmo, publicado por Icaria editorial.
Israel se entiende a menudo como la realización del sueño secular de volver a la patria histórica, es decir, como la culminación triunfal de la historia judía. Sin embargo, los fundadores del movimiento sionista pretendían romper con el pasado para construir una nueva sociedad y crear un hombre nuevo. Y, como demuestran la sociedad y la política israelíes, el resultado ha superado todas las expectativas al alejar al judío israelí de la tradición y los valores del judaísmo.
Yakov Rabkin es historiador especializado en las relaciones entre el judaísmo y el sionismo, es una voz reconocida internacionalmente. Sus trabajos, elogiados por figuras como Edgar Morin, Shlomo Sand y Noam Chomsky, ofrecen una visión única sobre cómo el sionismo ha transformado el judaísmo al instrumentalizarlo con fines políticos, explorando las repercusiones de este fenómeno tanto en Palestina como en el mundo. Autor del aclamado La amenaza interior. Historia de la oposición judía al sionismo, traducido a más de quince idiomas, Rabkin ha sido finalista de prestigiosos premios literarios y reconocido globalmente. Sus estudios profundizan en temas como el sionismo cristiano, la oposición judía al sionismo y las tensiones entre religión y modernidad.
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