El Papa Francisco ha fallecido esta mañana a los 88 años en su residencia de Santa Marta, tal y como lo ha anunciado el camarlengo de la Iglesia católica, el cardenal Kevin Joseph Farrell. Aquel que dejó de ser Jorge Mario Bergoglio en marzo de 2013 para darse a conocer como Francisco I se caracterizó por su preocupación por la unidad de la Iglesia, y divulgar un mensaje católico cercano a los sectores progresistas. Sin embargo, lo de Francisco I no fue común entre aquellos que previamente habían ostentado el cargo supremo de la Iglesia católica.

Tras ser elegido Sumo Pontífice, el Papa Francisco I decidió no vivir en el palacio apostólico del Vaticano sino que, en su lugar, escogió una sencilla habitación en la residencia de Santa Marta, aquella en la que residen los cardenales al visitar la Santa Sede. Tampoco utilizaba el ostentoso coche blindado que utilizaban los papas, sino que optó por un sencillo utilitario blanco. Cuando necesitaba revisar su visión, prefería caminar él mismo hasta la óptica, para sorpresa de aquellos que veían al Padre Santo dar un paseo por callejones romanos. Y, de la misma manera, optó por modificar los protocolos funerarios medievales alegando que él preferiría un funeral "mucho más sencillo" que el de papas anteriores, tal y como se lee en la nueva edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el documento que regula el funeral de un pontífice, que se ha hecho pública hoy con los cambios introducidos por el papa Francisco.

Vere Papa mortuus est

Tradicionalmente, al morir un papa, el camarlengo de la Santa Sede certificaba su muerte golpeando su frente con un martillo de plata y pronunciando su nombre de bautismo en hasta tres ocasiones distintas en la misma habitación del difunto. Sin embargo, las modificaciones introducidas por Francisco I repudian la privacidad del acto y han permitido que la constatación de la muerte del Papa se haya realizado en la capilla privada del mismo. Tras esto, habrá sido el camarlengo Farrell el que habrá pronunciado las siguientes palabras: "vere Papa mortuus est" ("el Papa está realmente muerto"), comenzando así los rituales funerarios previos al cónclave. En las últimas décadas, la muerte de un Pontífice es decretada por un médico.

Hasta ahora, los papas tenían un velatorio privado al que sólo se permitía entrar a los altor cargos del Vaticano y a cardenales, pero esto ha cambiado también. El Papa Francisco quiso que su velatorio fuera "el mismo para todo el pueblo de Dios", demandando que, tras su fallecimiento, su cuerpo deberá ser velado directamente en la propia Basílica de San Pedro. La Constitución apostólica prohíbe fotografiar o grabar a un papa en su lecho de muerte, y dictamina que las imágenes difundidas tras su fallecimiento deberán contar con el permiso del camarlengo.

De la misma manera, el Sumo Pontífice rechazó la tradición de ser enterrado en tres ataúdes de ciprés, plomo y roble para pedir descansar en un ataúd de madera con el interior de zinc que permita la conservación de su cuerpo. "El rito renovado, además, debía subrayar aún más que el funeral del Romano Pontífice es el de un pastor y discípulo de Cristo y no el de un poderoso hombre de este mundo", se explica en la nueva revisión.

Asimismo, el Papa Francisco solicitó que su cuerpo se exponga en un féretro abierto a ras de suelo, renunciando al catafalco y al báculo papal. Así, se mantendrá por tres días consecutivos, hasta cerrarse el día antes de la misa funeral, que tendrá lugar no antes de cuatro días tras el fallecimiento del pontífice, y no después de seis.

Enterrado en Santa María la Mayor

Otro de los cambios introducidos por el recientemente fallecido fue permitir a todos los pontífices que le sigan (incluido él mismo) elegir en qué lugar desean ser enterrados, desdeñando la tradición que obligaba a todos los papas a ser enterrados en la Basílica de San Pedro.

Por ello, Francisco I escogió la Basílica Santa María Mayor de Roma, fuera del Vaticano, como lugar en el que amparar su descanso eterno. El motivo de esta decisión fue claro: la capilla Paulina de la Basílica mira al altar de Santa María, que tiene a su izquierda el icono de la Virgen Salus Populi Romani, la patrona de Roma a la que el Papa tuvo siempre gran devoción y que servía de parada obligatoria cada vez que tenía que salir en un viaje oficial, depositando siempre un ramo de flores antes o después de sus desplazamientos.

Po último, y aunque se mantiene la figura del camarlengo, se ha eliminado la llamada “Cámara Apostólica”, un colegio de eclesiásticos que asiste al cardenal camarlengo durante la gestión de la Sede Vacante.